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Tres conquistas de la aspiración democrática del año 2000 que se creían logradas –si bien perfectibles–, quedaron minimizadas. Su deterioro es hoy motivo lo mismo de reclamos en las calles, que de señalamientos diplomáticos internacionales, de hartazgo ciudadano que de ruptura en las cúpulas del poder: democracia electoral, libertad de expresión y derecho a la información.
Aun antes de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y de los escándalos de las casas a finales de 2014, hubo numerosos indicadores de reedición autoritaria que, si embargo, pocos querían advertir. En especial, la elite intelectual estaba convencida de que no era posible un regreso autoritario precisamente porque las mencionadas conquistas lo impedían (me dijo lo mismo Enrique Krauze que Lorenzo Meyer, por ejemplo), en tanto, la clase política celebraba los “acuerdos” derivados del Pacto por México que, más que concenso, se advertían replanteamiento hegemónico con diversidad de siglas (así lo expuso en mi libro El Regreso Autoritario del PRI, publicado en febrero de 2015).
Finalmente, en el último mes, los indicadores del deterioro, hicieron crisis:
Del 15 de mayo –fecha en que asesinaron a Javier Valdez, actualizando la estadística a 106 periodistas asesinados desde la alternancia— al 19 de junio –fecha en que se dio a conocer el espionaje a periodistas y defensores de derechos humanos–, quedó evidenciada la precariedad de la libertad de expresión. Marchas y reclamos, distintas las expresiones de un gremio que, en su diversidad, está agraviado.
El 23 de mayo, la Alianza por el Gobierno Abierto dejó de serlo, cuando la sociedad civil rompió con ésta por espionaje y, aunque no han sido explícitos en ello, por el terrorismo fiscal encausado contra los críticos al gobierno. Hasta donde he podido enterarme, se trata de auditorías y amagos explícitos contra empresarios donantes de organizaciones de la sociedad civil que han sido muy activas en el debate anticorrupción, algunas de las cuales participaban en la Alianza.
El 4 de junio, los reclamos por fallas en los procedimientos del sistema electoral, motivaron que los partidos de oposición al gobernante PRI acusaran,con razón o sin ella, como en el pasado, elecciones de Estado y fraude.
Si a eso se suma el enorme registro de asesinatos, desapariciones, prisión y agresiones contra el movimiento social (creciente conforme a lo documentado por el Comité Cerezo, en estos años), no puede haber duda de ese regreso autoritario que sofistica sus procesos represivos.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Pues bien, la respuesta es multifactorial. Empero, uno de esos factores es que las instituciones creadas para ser contrapeso y evitar la concentración de poder y sus consecuentes excesos, como la CNDH, el INE y el INAI, fracasaron.
Paradójicamente, ese fracaso ocurre después de que esas instituciones tuvieron autonomía constitucional, producto de reformas que ampliaron sus competencias y facultades. Esto último fue calificado como “avance”, “logro” y se celebró de manera acrítica por quienes ahora se muestran agraviados.
Me refiero a la forma en que la mayoría de los partidos celebraron la Reforma Política, en especial el PAN, que presumía la paternidad de dicha reforma. Es decir, pusieron las reglas del juego, aceptaron las formas de jugarlo. Ahora, se plantean agraviados y descalifican al árbitro.
El año pasado, las organizaciones de la sociedad civil (que muchos sin representatividad pero arrogándose la representación ciudadana) que ahora reclaman, aplaudían a Peña Nieto en Palacio Nacional, por las leyes anticorrupción. Fueron acríticos, y quizás en algunos casos no en todos, ingenuos.
Y, finalmente, está la CNDH, superada por la relevancia de opiniones internacionales y por organizaciones de la sociedad civil, como Artículo 19, que han hecho más en materia de libertad de expresión (sobra decir que la misma organización ha hecho infinitamente más que la mayoría de los medios de comunicación).
En cualquier caso, las tres presuntas conquistas de la alternancia, fracasaron desde 2006, se agudizaron entre 2013 y 2016, pero hasta ahora hicieron crisis.

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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