Arturo RodrĆ­guez GarcĆ­a

Pocas conductas pueden ser mÔs bajas que lucrar con un desastre natural, sea obteniendo un beneficio económico indebido o sometiendo a las víctimas a manipulaciones políticas con fines electorales. Es una bajeza, característica de la degradación persistente en cierto sector de la clase política mexicana que ha quedado evidenciada con los sismos del 7 y 19 de septiembre pasados.

large_JULIO_CESAR__JCH_5170Esa degradación tiene sus fuentes en las prĆ”cticas clientelares que pervierten la aspiración democrĆ”tica mediante la compra del voto y el condicionamiento de programas sociales, obras pĆŗblicas y beneficios de distinta Ć­ndole. Y, sin embargo, es en la Ciudad de MĆ©xico y el Estado de MĆ©xico, donde el PRI y el PRD, han llevado esas prĆ”cticas –moralmente inaceptables legalmente ilĆ­citas– a niveles extraordinarios.

A lo largo de dos dĆ©cadas he atestiguado numerosos procesos electorales en los que, originalmente, el PRI solĆ­a activar una maquinaria de movilización de electores. Carretadas de dinero se repartĆ­an y resultaban imposibles de rastrear. Luego, siguieron los partidos de oposición al PRI que –en la mayorĆ­a de los casos— llegaban al poder por transferencia clientelar desde dentro del PRI, con ejemplos muy documentados como las elecciones del 2006, o como en numerosos casos locales donde, por resistencia al centralismo o trastocamiento de intereses locales, los grupos de poder contribuĆ­an a triunfos de sus misma alineación pero por otro partido.

Sin embargo, nunca como hasta 2015, supe de casos en que los servicios bÔsicos se condicionaran conforme a resultados electorales. Las denuncias fueron abundantes, por ejemplo, por suspensión de abasto de agua, principalmente en la delegación Iztapalapa. El perpetrador era un furibundo PRD que veía caer sus antiguos bastiones. Lo que yo sabía o documenté en otras entidades, era un ejercicio efectivamente corrupto, perverso e insano, pero mÔs amable, que implicaba dinero o satisfactores pero también trabajo de persuasión.

Hace poco, por el libro Obra Negra, de Emiliano Ruiz Parra, comprendí que esas fórmulas criminales de articular estructuras electorales, tienen un largo registro en el Estado de México, donde los populosos barrios de la conurbación oriente de la Ciudad de México, viven bajo un chantaje permanente por la irregularidad de sus viviendas, la consecuente irregularidad de los servicios bÔsicos y su entrega a cuentagotas, junto con otros paliativos a la pobreza, a cambio de acudir a mitines, aplaudir a candidatos, alcaldes, gobernadores y presidentes, pero sobretodo, por votar.

IMG_3983Desde los primeros anuncios para la atención de los sismos del 7 y 19 de septiembre, los visos de esa corrupción y esos chantajes con fines político-electorales fueron evidente. Primero, con el anuncio de Enrique Peña Nieto, sobre el reparto de ayudas en monederos para la reconstrucción, de previsible el resultado: para diciembre se revelaba que Bansefi emitió numerosas tarjetas con el nombre de un mismo beneficiario que, si acaso, recibió una. El destino de los recursos depositados sigue incierto.

En estos días, la capitalina Comisión del 19-S colapsó. Ricardo Becerra, Mauricio Merino y Katia D“Artigues, renunciaron en un acto de congruencia. El intento de generar un proceso ciudadano de alto perfil técnico, transparente y eficaz, terminó convertido en un botín para los políticos perredistas Mauricio Toledo, y Leonel Luna, así como del panista Jorge Romero.

Es cierto que ninguna fórmula de corrupción es admisible, pero sostengo que hay agravantes cuando se trata del hambre, la subsistencia y el patrimonio de los pobres. Esa bajeza, degradación y perversión política no tiene disculpa.

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Por Arturo Rodriguez GarcĆ­a

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es ademÔs, reportero en el Semanario Proceso; realiza cÔpsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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