Figurita Mexicana
Marco Antonio Reyes PompeyoĀ
Cuando el cuerpo habla, dios calla. No me pregunten si la mÔscara habló alguna vez, no le llevo ni le hago las cuentas. QuizÔ nunca ha dicho palabra alguna mientras el cuerpo (el cuerpo de todos, algún cuerpo, mi cuerpo o el tuyo, o mi cuerpo y el tuyo) haya hablado. Y si de figuritas mexicanas va esta sección, ninguna mÔs emblemÔtica en el ecosistema mexicano que la del putañero.
Y acepten mi disculpa aquĆ si mi falta de millas acusa ignorancia, pero en cada reunión, en cada visita, en cada grupo de amigos y en cada recinto de popular asistencia pueden ustedes verlo en acción: el cuerpo del hijo de Pan, el del hombre cuyo falo preside el evento, del que posee y ha poseĆdo la opera omnia femenina del universo conocido.
Escribo esto mientras exprimo la cÔscara de una botella de tequila y una horda de machos compensa la carne con el papel moneda. Cada uno, en su público y privado coto de poder, se sueña a sà mismo el semental que la nación esperaba. Como si no hubiera suficientes.
Pero no son el primero ni serĆ”n el Ćŗltimo. Ya hace varios siglos un hombre de aquellos, forjado en la oscuridad del medioevo, acostumbraba reafirmar su voluntad y su hombrĆa en tugurios, carnes, pieles y cuerpos frondosos.
Hoy, merced a la desmemoriada tradición, se antepone la santidad a su nombre pues tuvo la ocurrencia de justificar desde sus medianas lecturas de Platón la pĆa confesión cristiana.
AgustĆn de Hipona, San AgustĆn de las cogederas y los excesos, fue el mĆ”s renombrado especimen de esa figurita que hoy conocemos en MĆ©xico como El PutaƱero. Para encontrarlo no hay que buscar mucho, a la vera de las carreteras, donde luces destellantes anuncian que adentro hay cueros y alcohol, se puede encontrar en su hĆ”bitat natural; dispendiando la quincena, sobregirando el plĆ”stico, reduciendo la despensa.
El putaƱero estĆ” preso en sus naturales deseos y aĆŗn asĆ no es un sĆ”tiro natural pues la constante violencia con que media sus relaciones es el taparrabos de su impotencia. No hay potencia pĆ”nica en Ć©l. Lo vimos en el pĆo curita de Hipona y lo vemos en el mexicano obsesionado con ser alfa. Es ese el putaƱero.
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