Cartas desde México

Por Adriana Esthela Flores (Con imágenes de la autora)

La escena, ocurrida durante la movilización opositora del 2 de febrero en Las Mercedes, al este de Caracas es, por demás, elocuente. Mientras avanzaba entre la multitud junto a mi camarógrafo Fabián Reyna, como enviada especial de la empresa Multimedios Televisión para cubrir la crisis en Venezuela, un grupo de simpatizantes del autoproclamado presidente del país, Juan Guaidó, notó mi acento mexicano y, después del alegre saludo al que me había acostumbrado durante los últimos años, cambiaron el tono: “¡México! Ja. México no es amigo. Ya veremos cómo les va ir igualito con ese presidente que tienen”.

A medida que cubría marchas opositoras en Caracas, las expresiones se repetían. Mireya Castillo, una manifestante opositora de clase media alta, me dio esta respuesta cuando le pregunté sobre la postura mexicana de no reconocer a Guaidó como “presidente encargado” del país: “Está muy mal hecho, mal hecho. Ya veré a los mexicanos sufriendo igual que estamos los venezolanos, muriéndonos de hambre, pidiendo ayuda humanitaria, no hay medicina, no hay comida, no hay seguridad, lo peor que nos ha pasado en no sé cuantos años”.

En las movilizaciones del chavismo, la respuesta era totalmente distinta.

“¿México? ¡Bienvenidos!”, me preguntaban varios militantes del PSUV en la llamada “esquina caliente”, un punto de organizaciones de izquierda en el lado oeste de la Plaza Bolívar. “Nosotros aplaudimos la llegada de López Obrador al poder, es el pueblo de Juárez, de Villa y de Zapata y les decimos que vamos a resistir con López Obrador”, señaló uno de ellos.

Más adelante, habló Fermín, integrante del Frente de Panaderos Comunales CLAP, del estado Vargas, parafraseando al periodista nuevoleonés Nemesio García Naranjo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos…Yo les diría que luchen y sigan adelante porque Estados Unidos está pegado al pueblo de México y quiere construirles un muro. Le decimos al pueblo de México que luche y luche al lado de su presidente”.

Durante la cobertura, le pregunté a Guaidó varias veces, una de ellas en entrevista exclusiva, su opinión sobre la postura neutral que ha mantenido el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) respecto a la crisis en Venezuela (o “situación”, como se le llama, edulcoradamente). Respondió que esperaba más del gobierno mexicano y que “cualquier gobierno que se haga de la vista gorda con un país vecino no es positivo en este momento”. Después, en un comunicado, se dirigió a los gobiernos de México y Uruguay retomando una frase del líder sudafricano contra el apartheid, Desmond Tutu: si eres neutral en situaciones de injusticia, estás del lado del opresor”.

El detalle es que, en esta crisis que aumenta cada vez más la tensión en Venezuela, el opresor se ha ido quitando la máscara poco a poco:  es el gobierno de Estados Unidos. La llamada “coalición mundial humanitaria” que Guaidó anunció el 2 de febrero se ha convertido ahora en “coalición militar internacional” (según lo aprobó el Tribunal de Justicia en el exilio), en un plan guiado, en todo momento, por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para la entrega de ayuda humanitaria que llega mediante imposición y no mediante negociaciones. De hecho, Guaidó ha dejado claro que no participará en diálogos  que no contemplen los 3 pasos de su hoja de ruta: cese de “usurpación”, gobierno de transición y convocatoria a elecciones.

De ahí que la posición neutral de México es, en realidad, una posición de paz. López Obrador lo dejó claro en su conferencia del 8 de febrero, al criticar la ayuda humanitaria utilizada con fines políticos en Venezuela.

“Yo estoy a favor de la ayuda humanitaria, no sólo a Venezuela, a Haití y a todos los pueblos pobres, abandonados, a millones de mexicanos que sufren por hambre y millones de seres humanos en el mundo. Lo que considero es que no debe de mezclarse lo de la ayuda humanitaria con asuntos políticos”, señaló.

Si se quiere resolver lo de la ayuda humanitaria que intervenga Naciones Unidas y que sea a través de Naciones Unidas que se canalice la ayuda humanitaria sin propósitos políticos y, mucho menos, que se quiera utilizar la fuerza. Nada por la fuerza, no queremos la violencia, queremos la paz y queremos el diálogo”, resaltó.

Este rol mexicano es incómodo para los planes guiados por Estados Unidos en Venezuela. Es un rol también coherente no solo con la Constitución sino con la tradición solidaria de México en el exterior y que, en el caso venezolano, reviste una relevancia superior ante los intentos de asfixia económica (se calcula que el bloqueo financiero contra el país asciende a 35 mil millones de dólares) y el cerco diplomático (incluido el decreto de Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos”, declarado en 2015).

De esta manera, la postura de López Obrador no debe leerse, necesariamente, como un respaldo abierto al gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros, juramentado el 10 de enero para el sexenio 2019-2015:  es un posicionamiento de paz ante los tambores de un conflicto que, desde afuera, intenta sembrarse en la generosa patria venezolana y que no distinguirá orientaciones políticas a la hora de ejecutarse.

Por ello, termino esta entrega con una declaración de Violeta Yáñez, trabajadora venezolana, afrodescendiente, cuando le pregunté sobre la posibilidad de una intervención militar en su país: “Sería rudo porque las balas no tienen nombre. Aquí pagaría el que está con el proceso y el que no; pero si a mí me toca agarrar un fusil por Venezuela, lo hago”.

 

Nos vemos el próximo domingo, con café y poesía. Y paz.

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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