Arturo RodrĆ­guez GarcĆ­a

Durante el sexenio de Enrique PeƱa Nieto, al menos 184 defensores de derechos humanos fueron asesinados, la mayorĆ­a en el contexto de su oposición a megaproyectos de infraestructura o polĆ­ticas pĆŗblicas en las que un factor mĆ”s o menos frecuente fue la atribución de los crĆ­menes a la expresión genĆ©rica ā€œdelincuencia organizadaā€.

Esos casos terminaron beneficiando a grandes empresas, o bien, a los intereses detrÔs de las decisiones gubernamentales, por lo que en su comisión existe una responsabilidad del Estado por acción, omisión o aquiescencia, como ha señalado persistentemente el Comité Cerezo México, que llevó el registro de los mencionados 184 casos que, considera, deben tratarse como ejecuciones extrajudiciales, con propósitos represivos.

Ese registro es un parƔmetro alarmante pues en 2013, durante el primer aƱo de gobierno peƱanietista, se contabilizaron 18 ejecuciones extrajudiciales en contra de quienes defendƭan o ejercƭan derechos fundamentales, y que hoy, al concluir el primer trimestre de 2019, primer aƱo del gobierno lopezobradorista, se contabilizan ya al menos 13 asesinatos con caracterƭsticas similares.

Un factor agravante es el discurso presidencial que lo mismo acusó a las organizaciones de la sociedad civil de ser próximas a ā€œlos intereses creadosā€, una referencia que aludĆ­a al patrocinio empresarial o, aun peor, al calificarlas de radicales y conservadoras, como hizo en Cuautla ante la oposición al Proyecto Integral Morelos, por lo que las organizaciones sociales lo acusarĆ­an de poner las condiciones para el asesinato de Samir Flores, ocurrido el pasado 20 de febrero en Amilcingo, Morelos.

El pasado lunes, el subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Población, Alejandro Encinas, admitió en entrevista: ā€œhay una escalada de violencia contra defensores de derechos humanosā€. TambiĆ©n aceptó que esos casos se relacionan con megaproyectos y que estos pueden tener por origen la actuación de agentes del Estado o simpatizantes con aquello a lo que se oponĆ­an las vĆ­ctimas.

Si bien es cierto que la admisión es un cambio significativo en el discurso oficial, también estÔ el hecho de que ningún caso ocurrido en esta administración (ni heredado de la pasada) ha sido resuelto, y que no hay atención a las alertas existentes contra integrantes de organizaciones en situaciones de conflicto.

Uno de los casos mƔs extremos es el del Frente Nacional de Lucha contra el Socialismo (FNLS) que en estos aƱos se ha convertido en una de las organizaciones mƔs agredidas, lo mismo en Chiapas que en Hidalgo o Veracruz.

Sólo en lo que va de la actual administración registra el asesinato de Manuel Martínez Bautista, en Yahualica, Hidalgo, perpetrado el 24 de diciembre, así como el tiroteo al domicilio de otro de sus integrantes, Alberto Tenango Tolentino, en IxhuatlÔn de Madero, Veracruz, el pasado 4 de marzo.

Esto último ocurrió en el contexto de una jornada de denuncia que llevó a los dirigentes del FNLS a la Ciudad de México para buscar diÔlogo con autoridades y que, lo mismo en Palacio Nacional que en la secretaría de Gobernación, se quedaron sin respuesta y acusando el registro fotogrÔfico de agentes no identificados, en un gobierno que presume haber extinto las policías políticas.

El del FNLS no es el Ćŗnico caso que entre las diferentes situaciones de violencia aquejan a defensores de derechos humanos que arriesgan la vida muy lejos de las estancias donde transcurre el discurso oficial.

En tanto, el Poder Ejecutivo, se ha resistido a perfeccionar los mecanismos de protección que a enviar, por ejemplo, la iniciativa del mismo ComitĆ© Cerezo, a un Poder Legislativo cuya función sólo se cumple por la lĆ­nea presidencial que no tiene esta problemĆ”tica –pese a lo perniciosa que es para la democracia—entre sus prioridades.

Por Arturo Rodriguez GarcĆ­a

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es ademÔs, reportero en el Semanario Proceso; realiza cÔpsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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