Por Luis Javier Tapia Cáceres

Recién comentábamos en alguna reunión familiar cuan difícil resulta a ciertos artistas que alguna vez formaron parte de una exitosa y afamada banda, hacerse un nombre como solistas, al margen de la fama que les precedía. Se soltaron varios nombres pero, definitivamente, entre varios destaca Gustavo Cerati, al menos para mi. Particularmente porque consiguió una absoluta independencia de Soda Stereo, es decir, tuvo el tino de desprenderse de un sonido muy particular que, podría decirse, era el sello de la casa de aquellos. Su mérito mayúsculo, creo, fue encontrar un sonido suficientemente particular y, con ello, que nadie pudiera decir que Cerati hacía refritos de su propia banda.

Las inquietudes de los artistas los perfilan y definen su obra. La constante búsqueda de un sonido logra que se tomen direcciones, a veces arriesgadas, a veces no tanto, pero definitivamente Cerati las tomó sin miramientos y sin complacencias, inclusive prescindiendo de sus viejos seguidores quienes, por cierto, en vez de alejarse, sucumbieron al encanto de sus nuevas propuestas.

Y así, se sucedieron los discos por los que, sin dar tumbos, nutrieron un espectro muy particular del rock/pop; la música hecha por cantautores hispanoparlantes. Desde el Amor Amarillo, que sorprendió tanto por el buen recibimiento que tuvo del público como por quienes encontraron en él un nuevo rumbo del genio de Gustavo Adrián, hasta su último disco, Fuerza Natural.

Pero reparemos en el disco que lo consolida seis años después como solista, Bocanada (con ése título tan referencial de la afición que tenía Cerati por el tabaco). Puede ser que en ese noviembre de 1999 estuviéramos ante uno de los mejores discos de rock/pop en español y me arriesgo a sugerir que se trata del mejor de Cerati. Sin embargo, lo interesante de aquel álbum no viene solamente de incorporar ritmos distintos o ajenos al rock (cajas de ritmos, loopso prescindir cada vez más de guitarras y dilay), sino de la calidad y cuidado de la producción que lo convierten en un disco sin parangón para la música pop hecha en español. Sin ser ni músico ni critico, me resulta justo decir que en la cantidad de arreglos de Bocanada reside su encanto. Disco de oro en su natal Argentina, por cierto. Cerati nunca tuvo un desencuentro son su base de fans como suele suceder con muchos artistas que salen de sus bandas de origen, mas bien conquistó a otro público sin dejar atrás a los seguidores de Soda Stereo.

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Los riesgos le venían bien a Gustavo Cerati y tomar direcciones diferentes de un disco a otro pareciera no hacerle mella, esto es, no claudicó para las audiencias y seguía siendo atractivo para los fans consagrados que, además, seguramente eso esperaban de él. Tuve la suerte y fortuna de verlo en la gira del Siempre es Hoy, álbum que vio la luz en 2002. Aquel concierto no dejó ni por asomo algo que deber al público y tocó una sola canción de Soda Stereo (reversionada) la que pasó casi desapercibida por la audiencia. Se concentró en su nueva propuesta y llenó el auditorio de su genialidad, acompañada siempre de extraordinarios músicos con los que contó durante toda su etapa de solista.

Cerati salió al reencuentro de rock y volvió a echar mano de las guitarras y distorsiones con Ahí Vamos. En la gira de aquel disco nuevamente pude verlo en el Auditorio Nacional. El recinto se ajustó a una presentación de esa talla, disfrutable como pocos, desbordado en su ejecución, empuñando sus ya conocidas Jackson y PRS SE (custom).

Aquel artista que se permite múltiples influencias y consigue abordar estilos y propuestas tan variadas como cada uno de sus discos graba su nombre en letras de oro, bien puede estar cercano a Bowie o Peter Gabriel. Desde sus comienzos, si bien era más que palpable la admiración por Andy Summers en sus acordes, conforme avanzó aquel milagro llamado Soda Stereo, la banda pudo hacerse de un estilo único e inmejorable, tanto que tal vez también por eso sus reuniones fueron celebración de sus éxitos y una visita nostálgica a los cimientos de su carrera. Y qué bueno que ahí haya quedado.

Aparece hace pocos días en los servicios de streaming la versión de Bring on the nigth (original de The Police) de Cerati con Andy Summers. Ésta pieza forma parte de aquel tributo “latino”a The Police (Outlandos De Americas). Da cuenta éste tema de las virtudes musicales de Gustavo Cerati y, por sobre todo, de la preponderancia de su voz en una canción más que significativa de la más evidente influencia de un primer Soda Stereo. Pero es mas destacable aún que, si bien trabaja al lado de uno de los mejores guitarristas que ha dado el rock, jamás desmerece su ejecución. Baste ver el breve documental enyoutube(making of) para constatarlo. Sobra decir que, de aquel tributo, es lo único valioso.

Las colaboraciones entre artistas que se admiran entre si suelen ser comercialmente atractivas pero es cuestionable el resultado cuando, precisamente, se llevan a cabo por cuestiones elementalmente lucrativas, lo que a Cerati le fue inclusive y, así, trabajó con Roger Waters, Andy Summers, Carlos Alomar produjo a Soda, etc. Nunca dejó de asumirse absolutamente influenciado por Luis Alberto Spinetta, de quién evidentemente tomó algo de su particular estilo de cantar. Compartió (y cómo no iba a hacerlo) escenario con los grandes de Argentina; Charly García, Fito Páez y Luis Alberto Spinetta y grabaron en vivo una inmejorable versión de Ciudad de Locos Corazones de Páez, llena de furia, locura y por supuesto rock de la mejor hechura de la mano de aquellos íconos del cono sur.

Cerati partió de una manera tan triste como penosa. De aquellos que se van y regresan a la nada pero dejan luminosidad por acá.

De Cerati podemos decir que existe un legado, desde luego, hay una obra interesantísima, digna de explorarse para futuras generaciones de músicos, pero, más allá de sus riesgos y sus insaciables búsquedas, hay algo sumamente importante para la cultura popular, una voz en off en español, su lengua, su idioma, la base de su lírica y el encanto de su irrepetible voz para el rock.

Siempre estará presente “el maestro”, Gustavo Adrián Cerati.

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