Por Miguel A. Isidro
Royal Mónaco, un soundtrack de recuerdos
Con gran amor para mi padre, Juan Antonio Isidro, guerrero de mil batallas.
Al momento de redactar estas lÃneas, mi hermano mayor me confirmaba que mi padre habÃa sido de alta después de una recaÃda en sus padecimientos cardiacos.
Mi mente voló de inmediato al 1 de mayo de 2015, cuando por primera vez me notificaron que mi padre habÃa enfermado de gravedad.
Don Juan comenzó a sentirse mal la noche previa. Llegó al hospital en condición de infarto. Su corazón se detuvo por 15 angustiosos minutos. Después nos enterarÃamos que el infarto que lo mandó el hospital fue el último de una serie de 5 en menos de una semana.
Fueron sin duda dÃas difÃciles para la familia. Tuve que viajar de Matamoros, Tamaulipas a Cuernavaca (donde reside mi familia) para apoyar a mi madre y hermano en ese trance.
Después de una semana en coma inducido, ocurrió un milagro. Para mà fue una verdadera sorpresa ingresar a la visita en el Hospital General José G. Parres de Cuernavaca y ver a mi padre recostado, ya sin el respirador que lo mantuvo vivo.
Al verme, abrió desmesuradamente sus ojos verde aceituna y me preguntó: “¿¡Y tú cuándo llegaste!?”- con la voz un poco apagada por el trance en su salud. Creo que nunca me habÃa emocionado tanto escuchar a mi padre preguntarme algo…
Estos dÃas fueron de emociones encontradas.
Saludar a mi madre, a mi hermano mayor, a mis tÃas y tÃos, primas, primos y sobrinos.
Recorrer algunas de las calles de Cuernavaca, ciudad a la que dejé hace ocho años atrás para radicar en la frontera tamaulipeca.
Recordar a mi querida hermana Lety, quien me inició y fue mi mayor apoyo cuando decidà dedicarme al periodismo y la comunicación. Hermana, colega, maestra y asesora, quien hace casi seis años se nos adelantó en el viaje…
Y de recordar muchos momentos felices. También los tragos amargos, porque al final del dÃa, eso es la vida: un impresionante caleidoscopio de imágenes, sensaciones, vivencias y recuerdos…
Recuerdo que a mediados de los ochentas, cuando mi familia se mudó del Estado de México a Cuernavaca, mi papá tenÃa un automóvil Royal Mónaco, en su versión de lujo, con quemacocos, cristales eléctricos y cuatro puertas.
Y que muchas, muchas veces, mi hermano Toño y yo lo acompañamos en sus actividades como comerciante, recorriendo cientos, quizá miles de veces distintas ciudades donde realizaba su trabajo: los lunes era en Temixco, Morelos; martes en San MartÃn Texmelucan, Puebla; miércoles y jueves en Chilpancingo e Iguala, Guerrero, respectivamente; los viernes en Toluca, Estado de México; sábado en Tlaquiltenango, Morelos y el domingo en el populoso barrio de la San Felipe de Jesús, al oriente del Distrito Federal. Los viajes eran pesados, ésa era la historia de nuestras vacaciones escolares: acompañar al jefe en su trabajo.
La carretera se convertÃa entonces en lugar de diálogo, reposo y entretenimiento. Y en el tocacintas del poderoso Royal Mónaco rojo de papá se instituyó la democracia musical. Todos tenÃamos derecho a escuchar nuestra música favorita durante los viajes.
Mi hermano Toño y yo abusábamos en complicidad, y hacÃamos sonar en el estéreo un amplio repertorio de rock de todos los géneros: Judas Priest, Iron Maiden, Def Leppard y Ozzy Osbourne. Después llegarÃa la moda del “Rock en tu idioma”, y con ello las cintas de Radio Futura, Nacha Pop, El Último de la Fila, El TRI y Botellita de Jerez, entre muchas otras bandas.
En sus turnos, mi padre programaba música muy variada: trÃos como Los Panchos y los Tres Diamantes, cantantes como Óscar Chávez y Alberto Cortez, música de orquestas como las de Ray Coniff, Pérez Prado y Franz Pourcel hasta música tropical y afroantillana como La Sonora Santanera, Mike Laure y todo el repertorio del Tequendama de Oro.
Cuando en los viajes se incorporaba mi mamá, también cambiaba el repertorio , y era tiempo de escuchar a Juan Gabriel, RocÃo Dúrcal, Estela Núñez y sus dos grandes favoritos: Roberto Carlos y José José.
Si se incorporaba la hermana mayor, Lety, por las bocinas sonaba la música de The Beatles, Wings, Styx, Miguel Mateos o JoaquÃn Sabina. Con nuestros hermanos más pequeños, Ana y Héctor habÃa ciertas concesiones (los mayores éramos medio cerradones, debo reconocerlo), y ocasionalmente llegamos a escuchar música de Timbiriche, ParchÃs y Los Pitufos… De todo un poco…
ImagÃnese usted la diversidad: los cinco hijos del matrimonio Isidro Corro nacimos entre 1965 y 1978. De ellos, nuestra hermanita mayor, como ya lo mencioné, ya pasó a mejor vida; mi hermano Toño vive en Cuernavaca, su servidor reside en los Estados Unidos, al igual que mis dos hermanos menores.
Hermosos recuerdos de un tiempo feliz, en el que una familia podÃa viajar tranquilamente en carretera, de dÃa, de noche o incluso de madrugada.
Recuerdo que en mis años de residencia fronteriza, lo pensaba más de dos veces antes de viajar por carretera a Ciudad Victoria o Reynosa. No sólo cambió el panorama musical: nuestro querido México ya no es el mismo.
TodavÃa nos falta mucho camino por recorrer para ver a mi padre plenamente recuperado. Pero mientras esto ocurre, en la carretera de los recuerdos me sueño tripulando el poderoso Royal Mónaco dando las gracias a Dios por haberme dado un padre honesto, trabajador y tolerante, que me enseñó a abrirme paso en la vida, y del que aprendà a amar la lectura y la música, dos grandes tesoros que nos mantienen unidos a pesar de las distancias…
¡Buen viaje a tod@s!
Comentarios: miguelisidro72@icloud.com
Twitter: @miguelisidro
Soundtrack para la lectura:
Heading out the highway (Inglaterra. Judas Priest)
“El blues de la llanta” (México)- Three Souls in My Mind
“A la orilla de la carretera” (México- Argentina)- Jaime López & León Gieco
“Cero 39” (México)- Mike Laure y sus Cometas:
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