Por Aníbal Feymen

Noveno y último artículo de la serie con la que el autor pretende demostrar que el productor de la descomposición social y la degradación humana es el capitalismo en su fase imperialista, y en la que también intenta desvelar el papel que ha jugado el neoliberalismo en el esfuerzo para reorganizar el orden social y subordinarlo plenamente a la lógica de la acumulación capitalista.

 

Novena parte y última

Uno de los elementos que muestra, como lo he sostenido en los artículos precedentes de esta serie, el agotamiento del patrón de acumulación monetarista o neoliberal es la guerra comercial que ha estallado en el mundo protagonizada por la administración Trump y por la economía china que evidencia, desde luego, el tránsito por una etapa recesiva del capitalismo. Esta guerra comercial ha puesto en importantes dilemas explicativos a los teóricos de la macroeconomía quienes aún continúan examinando la situación desde la confrontación entre los partidarios del proteccionismo y los adeptos al libre comercio. Empero, aún entre los economistas keynesianos –partidarios de la reconversión del patrón de acumulación a nivel planetario– se expresa esa misma división de juicios sobre el curso que debe seguir el capitalismo para continuar el camino de su reproducción ampliada.

Esta división ha sido puntualmente analizada por el economista marxista Michael Roberts [1] quien explica que los keynesianos se encuentran confundidos entre ser partidarios del libre comercio o del proteccionismo nacionalista. Por ejemplo, dos influyentes economistas keynesianos, ambos ganadores del Premio Nobel de Economía, Paul Krugman y Joseph Stiglitz representan esta antinomia entre libre comercio y proteccionismo.

Krugman es defensor del libre comercio y de la eficiencia. Sostiene que el libre comercio permite que los mercados funcionen de manera eficaz pues sus fuerzas constituyentes se ajustan con libertad logrando una mayor eficiencia pues –según Krugman– los mercados protegidos no solamente fragmentan la producción internacional, sino que, al reducir la competencia y aumentar los beneficios, también atraen a demasiadas empresas a la industria protegida. Con la proliferación de empresas en mercados nacionales cerrados, la escala de producción de cada empresa se hace ineficiente [2].

Por su parte, Stiglitz sostiene que el periodo de emergencia neoliberal, con Reagan y Tatcher a la cabeza, fue el inicio del capitalismo de crisis cíclicas y burbujas financieras. Desde su punto de vista el capitalismo tenía un mejor funcionamiento cuando estaba regulado, tanto en lo económico como en lo social, pues el mercado está atestado de fallas que deben ser corregidas por el Estado. Para lograrlo se debe restaurar el equilibrio entre el Estado, la sociedad y los mercados. Igualmente, –en su opinión– el Estado debe ser capaz de mermar la capacidad de las grandes corporaciones trasnacionales y romper el vínculo entre poder económico y poder político.

Este debate se encuentra más polarizado de lo que parece. Un buen punto para analizar estas polémicas se da en torno a las políticas que implementa Donald Trump en Estados Unidos y en su relación con el resto de las economías. Martin Wolf, periodista keynesiano del Financial Times, cree que la guerra comercial que impulsa el presidente estadounidense está afectando la cooperación global y que es necesario salir en su defensa fortaleciendo la globalización y el libre comercio. En perspectiva contraria a Wolf se encuentra Dani Rodik, economista y profesor universitario turco, quien defiende el proteccionismo impulsado por Donald Trump considerándolo una idea magnífica para las economías con débil crecimiento: «el proteccionismo de Estados Unidos sin duda va a generar algunos beneficiarios, así como en otros países».

Como podemos observar, el pensamiento de los ideólogos del keynesianismo dista mucho de ser homogéneo y la guerra comercial desatada por el presidente estadounidense ha revelado esta discusión.  Y no podría ser de otra forma. El capitalismo conocido por John M. Keynes es distinto del actual; Keynes antes de la década de 1930 fue un férreo defensor del libre comercio, pero después se convirtió en un proteccionista y postulante de medidas arancelarias como un fiel reflejo de la cambiante situación del capitalismo británico. Como ha apuntado con certeza Michael Roberts: «la confusión actual en la macroeconomía y en particular entre los keynesianos actuales refleja los cambios de opinión de Keynes en tanto que la Larga Depresión se prolonga y la globalización es un fracaso para todos» [3].

Pero conviene aquí reflexionar en lo que los keynesianos debaten y en las perspectivas porvenir en el desenvolvimiento capitalista. Desde mi punto de vista, el agotamiento del patrón neoliberal hace necesaria una reconversión en el modelo de acumulación. Como lo he expresado en mis textos anteriores, los modelos monetarista o neoliberal y keynesiano se alternan en el tiempo una vez que el modelo precedente se agota y lleva al capitalismo a una crisis de orden estructural. Sin embargo, esta alternancia no se da de forma idéntica a su símil histórico anterior, sino que se presenta con características cualitativamente diferentes. De hecho, lo que hace que cada uno de estos patrones de acumulación se distingan entre sí es que un modelo, regularmente identificado como keynesiano, acumula en el sector productivo-comercial; mientras que el otro, denominado generalmente monetarista, recarga su acumulación en el sector financiero-especulativo.

Bajo esta lógica, podemos comprender que el patrón de acumulación de capital que lucha por alcanzar su hegemonía en el mundo una vez que se ha agotado el neoliberal, es un modelo global de acumulación productivo-comercial con características externas de corte keynesiano, pero cualitativamente distinto del prototipo dominante desde la década de 1940 y hasta principios de la década de 1970. Entonces, este “neokeynesianismo” –por denominarlo de alguna forma– tiene que reflexionar sobre las condiciones del capitalismo actual y adecuarse a sus necesidades; considero que éste es el sentido del debate que hemos revisado.

Ahora bien, es necesario aclarar que el neokeynesianismo no es una propuesta anticapitalista, ni mucho menos. Por el contrario, es un modelo que busca corregir la caída en los niveles de productividad del trabajo social, el descenso tendencial de la tasa de ganancia y el replanteamiento del papel del Estado en la conducción económica [4]; y para ello es necesario intensificar los procesos de explotación de las clases trabajadoras, profundizar en las políticas de despojo de los recursos naturales de los países económicamente dependientes en favor de las potencias imperialistas, continuar el proceso de devastación del medio ambiente y, desde luego, seguir implementando políticas de represión como formas de mantener en control cualquier tipo de protesta o inconformidad social.

Esta aclaración es necesaria pues la teoría económica keynesiana ha sido adoptada por un enorme segmento de la denominada –e ideológicamente diluida– izquierda, oportunista y reformista, que ha hecho de Keynes un héroe. Esos grupos o sujetos que dizque quieren “cambiar el mundo” (y que en ocasiones hasta se hacen llamar “comunistas”, “socialistas” o “anticapitalistas”) tienen claro que el patrón keynesiano –o neokeynesiano– sigue siendo capitalismo imperialista puro y duro, rapaz y expoliador; amén de que saben que ese análisis económico es erróneo, empíricamente dudoso y que sus recetas políticas para corregir las crisis capitalistas han demostrado ser un fracaso. Igual de nefasto que el neoliberalismo, desde luego.

* * *

En México, la reconversión neokeynesiana del patrón de acumulación está echada a andar con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República. Sin embargo, muchas de las medidas que ha implementado en sus decisiones de gobierno han hecho afirmar a muchos críticos que, el obradorista, sigue siendo un régimen neoliberal. No podía ser de otra forma, muchos de estos analistas tienen el interés de revertir los estragos del agresivo e inhumano modelo neoliberal, pero eluden expresar (ya por complicidad o ya por desconocimiento) que esa agresividad deshumanizante es propia del capitalismo –hoy en su fase imperialista– no importando qué modelo económico impere en el mundo. Son los que se tragaron el cuento de que la “maldad” es el neoliberalismo y la “redención” llega con el triunfo del neokeynesianismo.

En los artículos precedentes de esta serie se han explicado de manera amplia las características que reviste el modelo neokeynesiano emergente. La administración de AMLO se ajusta a esas características. Es imposible ver que el gobierno obradorista  replique el modelo keynesiano de los años cincuenta porque el capitalismo ha cambiado en su dinámica interna durante los últimos setenta años. El nuevo patrón de acumulación de corte productivo-comercial con revestimiento neokeynesiano no puede dejar de lado su carácter explotador, opresor y despojador. Si AMLO impulsa –como realmente sucede– la política de despojo a las comunidades indígenas con proyectos económicos como el Tren Maya o el Corredor Transístmico no es porque replique las políticas neoliberales, sino por dos aspectos fundamentales: primero, porque es una necesidad para el nuevo patrón de acumulación entrar en un proceso de industrialización que permita asentarse fundamentalmente en el modelo productivo-comercial emergente en detrimento del financiero-especulativo; sus “megaproyectos” eso buscan, fortalecer a la burguesía nacional y la inversión directa no golondrina.

Segundo, el gobierno obradorista  despoja a los indígenas sus territorios no porque su gobierno sea neoliberal, sino porque es capitalista, un Estado que vela por los intereses de los grandes empresarios para continuar reproduciendo las relaciones capitalistas de producción. Es absolutamente cierto que los gobiernos neoliberales paramilitarizan, matan, desparecen y desplazan para despojar al pueblo de sus espacios comunitarios… pero no es menos cierto que los gobiernos neokeynesianos también desarrollan estas prácticas.

Así que, para el actual gobierno mexicano ha resultado enormemente redituable enfatizar su carácter antineoliberal. Pero esto no sólo le ha reportado dividendos en la aceptación popular, sino también es un mensaje muy claro en el concierto geopolítico que construyen las potencias imperialistas y sus pugnas regionales. La llegada de AMLO al poder político tiene una enorme significación para el imperialismo, principalmente estadounidense. El aparente progresismo obradorista logró hacerse del poder gracias a la crisis que los regímenes políticos de corte neoliberal generaron. La imposibilidad de las castas políticas tecnocráticas-neoliberales para asegurar la gobernabilidad colapsada o altamente deteriorada se tradujo en un fuerte ascenso del descontento popular que se traducía en procesos organizativos de lucha que si bien fueron impotentes para lograr cambios revolucionarios, mantenían la lucha de clases en ascenso. Y es en este nivel donde el gobierno de AMLO resulta fundamental en las pretensiones expoliadoras del imperialismo.

Para el capitalismo, como modo de producción mundial, el triunfo de López Obrador tiene implicaciones estructurales en la base económica donde lo fundamental es mantener “aceptables” los precios internacionales de las materias primas y expandir los mercados internos para la elevación del consumo y, en el plano político, lograr la recomposición de la gobernabilidad perdida. Mediante políticas asistencialistas y clientelares, así como con formas corporativas de organización social, el actual gobierno mexicano comienza el desmantelamiento de las políticas propias del modelo neoliberal y realiza la reconversión capitalista vía la consolidación de un nuevo patrón de acumulación productivo-comercial o, si se permite, neokeynesiano, al tiempo que desvirtúa, criminaliza, coopta y subordina a movimientos populares radicales que expresan su convicción revolucionaria.

* * *

Para AMLO la defensa del pueblo significa la defensa de la sociedad burguesa [5]. Una burguesía que, por cierto, ahora puede respirar tranquila luego de recomponer la gobernabilidad fisurada.

El escenario de la lucha popular impulsada por la izquierda social se ha mostrado polarizada en torno a su posición respecto al gobierno de AMLO. Por una parte algunos mantienen discursos revolucionarios de ruptura capitalista, pero se postran ante el nuevo gobierno aludiendo elementos tácticos en este acto. Otros ven en el gobierno un avance en la liberación del pueblo al adjudicarle la implementación de un capitalismo progresista o con “rostro humano”. Los menos se mantienen claros en lo que significa este gobierno y su imposibilidad de cambiar algo sin un proceso revolucionario. Los dos primeros sectores de esta izquierda social anhelan políticas de cambio sin los riesgos del cambio, o sea quieren “revolución” sin revolucionarios.

Podemos afirmar que, a pesar de sus discursos radicales y eruditos, tienen un miedo profundo a la revolución y se arrodillan ante esa “tercera vía keynesiana” que les ofrece desde la austeridad la falsa salida a la pobreza, a la desigualdad y a la crisis. Sin duda, han “comprado” la defensa a ultranza de la sociedad burguesa con “rostro humano” que les ofrece el obradorismo. Y por otra parte, el tercer sector que se mantiene congruente con una política revolucionaria lamentablemente se enfrenta a la marginalidad y al aislamiento que los mantiene lejos, aún, de aspirar a un horizonte más allá del capitalismo.

Como van las cosas en el mundo, todos estaremos muertos si no aniquilamos el modo de producción capitalista –ya sea disfrazado de “salvaje” neoliberalismo o de “benefactor” keynesianismo–, y esto requiere, irrenunciablemente, una transformación revolucionaria. Las “vaciladas” reformistas de los supuestos fallos del capitalismo neoliberal no salvarán al género humano, al menos en el largo plazo. Ya lo decía Federico Engels desde finales del siglo XIX: «la cuestión del libre comercio o proteccionismo se sitúa enteramente dentro de los límites del actual sistema de producción capitalista, y no tiene, por tanto, ningún interés directo para nosotros, socialistas, que queremos acabar con ese sistema. Se aplique el proteccionismo o el libre comercio, al final no habrá ninguna diferencia».

 

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NOTAS:

[1] Roberts, Michael. Free trade or protectionism? – the Keynesian dilemma, en The Next Recession, 11 de julio de 2018, [https://thenextrecession.wordpress.com/2018/07/11/free-trade-or-protectionism-the-keynesian-dilemma/]

[2] Cfr. Krugman, Paul y Maurice Obstfeld. Economía Internacional. Teoría y política, Pearson, Madrid, 2006. Capítulo 9: “Los instrumentos de la política comercial”.

[3] Roberts, M.  op cit.

[4] Un análisis necesario para comprender el conjunto de causas que provocan la reconversión de los patrones de acumulación se encuentra en: Sierra Lara, Yoandris. “Análisis del cambio del modelo global de acumulación capitalista sucedido en la década de los años setenta del siglo XX. Elementos a observar ante un posible cambio”, en Economía y Desarrollo, vol. 152, No. 2, La Habana, Cuba. Julio – diciembre 2014.

[5] Respecto a esta defensa de la sociedad burguesa, y de la burguesía como clase explotadora, AMLO ha expresado “su reinterpretación” de la historia social y política de México, falseando con su explicación el proceso de reproducción capitalista y descargando la responsabilidad de la oligarquía en torno a la descomposición social que genera en su necesidad de aumentar la rentabilidad de sus negocios: «¿Por qué se produjo esta desigualdad monstruosa donde unos cuantos lo tienen todo y millones carecen hasta de lo más indispensable? Pocos tienen mucho y muchos tienen poco, casi nada. ¿Por qué? por la corrupción. Aquí no aplica del todo de que hay una clase, la burguesía, que se queda con las ganancias por la explotación de la clase trabajadora. Lo que se conoce como teoría marxista de que se va acumulando el capital por la explotación que se lleva a cabo por parte de una clase en contra del proletariado. No es del todo cierto en el caso de México o no aplica de manera estricta esta teoría que estudiábamos cuando estábamos en la preparatoria o en la universidad, sobre todo en ciencias sociales. En México, la desigualdad se ha producido fundamentalmente por la corrupción, por el saqueo, por la utilización del gobierno para beneficio de una minoría rapaz a costa del sufrimiento de la mayoría de la gente».

Gobierno de México, Conferencia Matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador,  Miércoles 3 de abril de 2019 [https://www.youtube.com/watch?v=XQmNr-1UCOk]

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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