Nota de la autora: “Mujeres y revolución: una reivindicación necesaria”, es una serie de artículos desde los cuales se busca reivindicar la figura de grandes mujeres que han participado de manera preponderante en procesos de lucha revolucionaria y cuya labor ha quedado injustamente relegada en la historia.
Considero necesario destacar el papel que cada una de ellas ha tenido en importantes batallas por la emancipación de la clase obrera y la sociedad en su conjunto, no sólo como acompañantes sino como destacadas protagonistas en la lucha de clases.
Con esta serie también se pretende reafirmar la siguiente tesis: «Cualquiera que sepa algo de historia sabe que son imposibles las transformaciones sociales importantes sin la decidida participación de las mujeres».
Por Yaocihuatl Atenea
Tula Alvarenga es una mujer salvadoreña mayor de noventa años a quien cariñosamente sus compañeros y más allegados llaman “Tía Tulita”. Su historia es de lucha, resistencia, amor por su pueblo y enorme dignidad.
Tula Alvarenga desde muy joven se integró a las filas de la explotada clase obrera salvadoreña. Trabajó en la fábrica de gaseosas La Cascada, en San Salvador, donde fue fundadora, entre 1947 y 1948, de la primera asociación sindical salvadoreña: el Sindicato de Bebidas y Gaseosas. La organización de la estructura gremial resultó compleja pues en aquel entonces la ley sólo permitía la creación de organizaciones mutualistas, los sindicatos no eran legalmente aceptados. En esa época, Tula se encontraba ligada al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), desde el cual fundó la Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, espacio desde el que ligó la lucha por las reivindicaciones de la mujer con el proceso general de lucha de clases que entonces se desplegaba en El Salvador.
Según expresa la propia Tula:
«Nos veíamos como parte de la lucha general del pueblo, un complemento a las organizaciones populares, trabajando por los derechos de las mujeres. Las mujeres ganaban menos en las fábricas, y si llegaba embarazada, no le daban trabajo. Se necesitaba una organización de mujeres que se concentrara en estas reivindicaciones. Y también se necesitaba una organización que fuera parte de la unión, que se basara en la solidaridad entre las mujeres”.
En 1952, durante el gobierno militar del coronel Oscar Osorio, Tula Alvarenga fue secuestrada por los órganos militares de la dictadura junto con su compañero de vida y de lucha, Salvador Cayetano Carpio, conocido en la clandestinidad como Comandante Marcial. Durante este secuestro, Tulita fue brutalmente torturada al igual que todos los sindicalistas, obreros, estudiantes y dirigentes populares también desaparecidos por el régimen militar.
Además, sus torturadores pretendieron utilizarla como objeto de presión en contra de su compañero Marcial. Frente a él fue golpeada y torturada, además de amenazada con ser violada para lograr arrancarles declaraciones a modoque los inculparan en una supuesta “conspiración comunista para derrocar al gobierno”.La misma práctica fue aplicada a Tula: la trasladaron al lugar donde su esposo era torturado con la finalidad de que “confesara” que tanto ella, como Marcial y sus demás compañeros detenidos, formaban parte de la supuesta conspiración.
Todas estas nefastas prácticas, propias de los regímenes autoritarios más deleznables, fueron retratadas de manera cruenta en el libro Secuestro y capucha en un país del “mundo libre”, crónica testimonial de Salvador Cayetano Carpio que desnuda las vejaciones a las que fueron expuestos Tula, el propio Cayetano y muchos otros luchadores sindicalistas. Algunos de ellos no lograron sobrevivir a tan brutal experiencia.
Pero Tula Alvarenga sí lo hizo. Después de las agónicas torturas se le impuso un destierro en Honduras y, posteriormente, logró regresar a su patria donde continuó su larga lucha por la liberación del pueblo al que tanto ama.
Una vez de regreso en El Salvador, Tula Alvarenga, integrada al PCS, fue parte de una durísima lucha ideológica al interior de esta organización. Tula, junto con varios de sus compañeros –entre ellos Marcial– deciden dejar el partido por considerarlo un órgano que lleva al proletariado a colocarse a la cola de los intereses de la burguesía y que, permanecer allí, implicaba una traición a la clase obrera y al pueblo salvadoreño.
Tula y sus compañeros fundarán entonces las Fuerzas Populares de Liberación–Farabundo Martí (FPL-FM), la más importante organización político-militar salvadoreña. Ellos fueron quienes iniciaron el proceso de lucha armada en El Salvador, al que denominarían Guerra Popular. Asimismo, las FPL-FM conformarían, junto con otras organizaciones armadas, el Frente Martí de Liberación Nacional (FMLN).
La lucha armada salvadoreña obligó a Tula a salir del país en varias ocasiones en busca de apoyos internacionales para la batalla que el pueblo de El Salvador libraba entonces. Su trabajo organizativo entre los obreros y las clases populares salvadoreñas fue fundamental para apoyar este duro proceso. De igual forma, enfrentarse a la clandestinidad fue una difícil situación que siempre sorteó combativamente, pues sabía que era una necesidad en el proceso de lucha de clases.
En 1983 las pugnas político-ideológicas al interior del FMLN y de las propias FPL eran definitorias. Por un lado se encontraban los revisionistas y traidores que pretendían pactar con el imperialismo el cese al fuego y la capitulación del movimiento revolucionario a cambio de canonjías. Por otro, la postura de continuar la lucha armada hasta vencer al imperialismo y lograr la liberación del pueblo salvadoreño y su emancipación, en esta posición se encontraban Tula Alvarenga y sus compañeros.
En el plano militar, el FMLN había logrado derrotar a las fuerzas armadas salvadoreñas y al imperialismo que las apoyaba. En el terreno político, grandes sectores de la población se sumaban al apoyo y movilización en favor de la Guerra Popular emprendida por los revolucionarios y sostenida hasta entonces. Pero, a pesar de ello, la fracción entreguista del FMLN –que debo decir, estaba conformada por la mayoría de los dirigentes del frente– se dedicó a lanzar injurias y calumnias contra quienes no apoyaban su postura liquidadora y, así, lograron aislar al grupo realmente revolucionario del FMLN hasta lograr su aniquilamiento. Este sería el preámbulo para lanzar el último y más funesto ataque de los traidores.
En abril de 1983 se ejecutó el asesinato de Mélida Anaya Montes, comandante Ana María, segunda al mando de las FPL-FM y cuyo asesinato –por tratarse de la principal representante de la postura entreguista al interior de esta organización– fue utilizada para golpear al sector más radical de las Fuerzas Populares de Liberación y del FMLN; fundamentalmente a Salvador Cayetano Carpio y sus compañeros, entre ellos, evidentemente, Tula Alvarenga.
Días después, en medio de un ambiente turbado y extraño, Cayetano Carpio aparentemente se suicidó. Esto sucedió en la casa en la que se encontraba confinado en Nicaragua y que servía de cautiverio mientras se realizaban las investigaciones en su contra por el supuesto asesinato de Ana María. Tula Alvarenga tuvo que atravesar esta terrible experiencia en medio de acusaciones y difamaciones. Años después, durante el juicio por el asesinato de Ana María quedó demostrado que Cayetano nada tuvo que ver en éste.
Además, a Tula se le mantuvo bajo “protección” de los sandinistas y sus documentos personales le fueron retirados. Poco tiempo después de la sepultura casi clandestina de Marcial, a Tula se le envió a Cuba y después se le regresó a Nicaragua, siempre bajo vigilancia y sin libertad de movimiento alguna; “por su propia seguridad” arguyeron los sandinistas. Tula estuvo bajo virtual prisión poco más de un año a causa de un asesinato del que su marido fue absuelto. Su liberación se logró por presiones de amigos y compañeros casi a finales de 1984.
A pesar de ello, y después de la derrota política que implicaron los Acuerdos de Paz de Chapultepec, el ala traidora del FMLN continuó propagando mentiras en contra de Marcial. Tula Alvarenga, con gran decisión y valentía ha enfrentado, en los pocos espacios en los que ha podido, las mentiras e infundios de los traidores.
De esta manera, a sus noventa y seis años, Tula Alvarenga continúa luchando por mantener vivo el legado de las FPL-FM y de su esposo, Salvador Cayetano Carpio, Comandante Marcial; así como el de todos los compañeros que dieron su vida en pro de la liberación de su pueblo. En esa lucha, Tula Alvarenga mantiene su propio legado y ejemplo vivos y, de igual forma, conserva su disposición a compartir de manera fraterna su amplia experiencia revolucionaria con todo aquel que se acerque a ella y que esté dispuesto a escuchar y aprender todo lo que la Tía Tulita está dispuesta a seguir entregando a su amado pueblo salvadoreño y a su amada clase obrera, tanto salvadoreña y como del mundo entero.
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