Mujeres y Revolución: una reivindicación necesaria

 Por Yaocihuatl Atenea

Durante el mes de noviembre se conmemorarán 119 años de la guerra civil mexicana que comúnmente se denomina “Revolución”. Durante estas fechas normalmente se recuerda a los hermanos Flores Magón, aunque difícilmente se recuerda que fueron anarquistas y que ellos encabezaban el ala más radical de esta revuelta y la única con una perspectiva verdaderamente revolucionaria.

La historia oficial poco o nada dice sobre su enorme legado en la lucha por la emancipación de la clase trabajadora y contra la explotación. El gobierno obradorista pretende ahora hacer pasar a su legendario periódico Regeneración como un panfleto que abogaba por la “libertad de prensa” y oculta que éste fue un órgano militante utilizado por los magonistas para organizar a los trabajadores.

Y si la oficialidad poco expone la lucha de los hermanos Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano (PLM), menos aún expresa y reivindica la lucha de las mujeres magonistas que participaron decididamente en la organización de los levantamientos armados impulsados por la Junta Organizadora del PLM.

Una de ellas, quizá la más impresionante, fue Margarita Ortega Valdés, oriunda de Sonora y convencida de la necesidad de la liberación de la clase trabajadora y las capas oprimidas por el gobierno porfirista y los intereses capitalistas.

Margarita provenía de una familia sonorense acomodada y en 1910 estaba casada y tenía una hija, Rosura Gortari, una joven que se convirtió en su más leal compañera de lucha durante los tres años que formaron parte de la estructura del PLM. Si bien su paso por la organización revolucionaria fue breve, sus aportaciones fueron muy valiosas.

Sus tareas revolucionarias pasaban tanto por la lucha armada, como por la atención a enfermos, viudas y huérfanos, así como por la acción propagandística y organizativa. Era una experta en el uso de las armas y al mismo tiempo una mujer de gran calidez.

En 1911, Margarita Ortega fue parte de los combatientes magonistas que tomaron la ciudad de Mexicali, Baja California, con la idea de iniciar desde este lugar la revolución socialista y extenderla al resto del país. Esta batalla -una de las hazañas más importantes de los magonistas- fue derrotada por la intervención del gobierno norteamericano que veía en los magonistas un peligroso enemigo para los intereses de sus capitales. Así, fueron primero perseguidos por la dictadura porfirista y posteriormente traicionados y perseguidos por Madero, quien ordenó la persecución y aniquilamiento de las tropas magonistas, manteniendo la intervención del ejército norteamericano en esta empresa.

Una vez derrotados los combatientes del PLM en Mexicali, Margarita Ortega y su hija, fueron desterradas de aquel lugar con la amenaza de ser fusiladas si regresaban, siendo obligadas cruelmente a cruzar el desierto para llegar a Estados Unidos, donde, debido a la persecución que mantenía el gobierno norteamericano contra los anarquistas mexicanos, fueron detenidas para su deportación. Sus compañeros del PLM las ayudaron a escapar y trasladarse a Phoenix, Arizona, lugar en el que ambas cambiaron su nombre para mantenerse en la clandestinidad y evitar ser deportadas.

Debido a las inhumanas condiciones en que realizaron el viaje desde Mexicali hasta Yuma, Rosaura, la hija de Margarita, cayó enferma y murió poco tiempo después, dejando sola y abatida a su amorosa madre.

A pesar de ello, o quizá por esta razón, la firmeza y convicción de Margarita Ortega siguieron firmes y continuó en la lucha por la organización de los trabajadores para su liberación. Ahora con la ayuda de su compañero Natividad Cortés, regresó a su natal Sonora para organizar a los trabajadores en el norte de ese estado.

Durante el mes de octubre de 1913, Margarita y su compañero Natividad tropezaron casualmente con un antiguo enemigo, el ex gobernador del estado de Baja California, Rodolfo Gallegos, antes maderista y entonces convertido al carrancismo. En este encuentro fue fusilado en el acto Natividad Cortés y Margarita fue tomada prisionera y trasladada a Baja California, donde los cobardes carrancistas la abandonaron para que fuese encontrada por las topas de Huerta y éstos se encargaran de su asesinato.

Así, los huertistas la arrestaron cerca de Mexicali el 20 de noviembre de ese mismo año y la trasladaron a una prisión donde fue torturada, pretendiendo así que delatara a sus compañeros del PLM quienes organizaban un nuevo levantamiento armado. Esta pretendida traición, evidentemente no ocurrió.

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Durante cuatro días y sus noches, Margarita Ortega fue obligada a permanecer de pie, sin darle oportunidad de sentarse o recargarse para mitigar su cansancio; cuando era vencida por el agotamiento y desfallecía, los canallas captores la golpeaban para hacerla levantar y mantener su castigo.

Después de este tiempo, la valiente mujer fue sacada de su celda para asesinarla cobardemente durante la noche. Así, el 24 de noviembre de 1913, un batallón de fusilamiento acabó con la vida de esta revolucionaria extraordinaria.

Algunos meses después, Ricardo Flores Magón escribía sobre ella:

Esta mujer extraordinaria era miembro del Partido Liberal Mexicano, cuyos ideales comunistas-anarquistas propagaba por medio de la palabra y de la acción. En 1911 Margarita fue el lazo de unión entre los elementos combatientes del Partido Liberal Mexicano en la Baja California. Hábil jinete y experta en el manejo de las armas de fuego, Margarita atravesaba las líneas enemigas y conducía armas, parque, dinamita, lo que se necesitaba, a los compañeros en el campo de la acción. Más de una vez su arrojo y su sangre fría la salvaron de caer en las garras de las fuerzas de la tiranía. Margaríta Ortega tenía un gran corazón: desde su caballo, o detrás de un peñasco, podía tener a raya a los soldados del Gobierno, y poco después podíase verla cuidando a los heridos, alimentando a los convalecientes o prodigando palabras de consuelo a las viudas y a los huérfanos. Apóstol, guerrera, enfermera, todo a la vez era esta mujer excepcional. Ella no podía ver con tranquilidad que alguien sufriese en su presencia, y a muchos les consta cómo ella se quitó de la boca un pedazo de pan para dárselo al que tenía hambre. 

[…]

Margarita contaba con bienes de fortuna que le hubieran bastado para pasarse una vida regalona y ociosa; pero ella no podía gozar de la vida cuando sabía bien que había millones de seres humanos que luchaban penosamente por ganar su subsistencia. Con la energía que solamente se halla en personas convencidas, Margarita dijo en el mismo año de 1911, a su inconsciente compañero:

‘Yo te amo; pero amo también a todos los que sufren y por los cuales lucho y arriesgo mi vida. No quiero ver más hombres y mujeres dando su fuerza, su salud, su inteligencia, su porvenir para enriquecer a los burgueses; no quiero que por más tiempo haya hombres que manden a los hombres. Estoy resuelta a seguir luchando por la causa del Partido Liberal Mexicano, y si eres hombre, vente conmigo a la campaña; de lo contrario olvídame, pues yo no quiero ser la compañera de un cobarde.’

Las personas que presenciaron esta escena aseguran que el cobarde no quiso seguirla.

El temple y compromiso de Margarita Ortega Valdés deberían ser ampliamente conocidos por la sociedad mexicana, sin embargo, como sucede con la mayor parte de los revolucionarios, su legado es intencionalmente silenciado por una oficialidad y una burguesía temerosas de estos grandes personajes y sus extraordinarios ejemplos.

Que sirva este texto como un homenaje a estas excepcionales mujeres revolucionarias, quienes han dejado un ejemplo no sólo de valentía, sino del más resuelto y honesto convencimiento de una causa que las rebasa: la emancipación de la sociedad entera.

 

Nota de la autora:

“Mujeres y revolución: una reivindicación necesaria”, es una serie de artículos desde los cuales se busca reivindicar la figura de grandes mujeres que han participado de manera preponderante en procesos de lucha revolucionaria y cuya labor ha quedado injustamente relegada en la historia.

 Considero necesario destacar el papel que cada una de ellas ha tenido en importantes batallas por la emancipación de la clase obrera y la sociedad en su conjunto, no sólo como acompañantes sino como destacadas protagonistas en la lucha de clases.

 Con esta serie también se pretende reafirmar la siguiente tesis: «Cualquiera que sepa algo de historia sabe que son imposibles las transformaciones sociales importantes sin la decidida participación de las mujeres».

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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