DE UN MUNDO RARO
Por Miguel Ángel Isidro / Imagen: UANL.
Está llegando a su fin una década más, y como es tradición, comenzaremos a ver múltiples publicaciones y reportes especiales reseñando listas de los acontecimientos más importantes de la década.
En el terreno del entretenimiento, seguramente veremos también los consabidos “top ten” de las películas, canciones o producciones discográficas que a juicio de distintos especialistas representan lo más significativo del decenio, listados en los que siempre hay controversias, diferencias en gustos y apreciaciones estéticas, técnicas o simples variaciones de criterio.
Pero algo definitivamente marcará un tono particular en ésta conversación: estaremos cerrando una década en la que la televisión habrá sido desplazada por otros medios como vehículo de entretenimiento e información.
En los últimos tres lustros, tanto a nivel nacional e internacional la TV ha ido perdiendo terreno en el mercado publicitario, que durante décadas prácticamente acaparó.
Los medios digitales le han arrebatado a las televisoras más de 65 por ciento del mercado publicitario, y los números siguen a la baja.
Los sistemas de distribución de contenidos digitales le están comiendo el mandado a la que durante décadas los trasnochados de la izquierda progresista bautizaron despectivamente como “la caja idiota”.
Incluso, el CEO de Netflix, Reed Hastings, ya se anticipó a decir que la televisión como actualmente la conocemos ya tiene fecha de defunción, y que ésta ocurrirá en 2030.
Particularmente en México, a pesar de su amplia cobertura y prevalencia como medio masivo de acceso popular, la televisión abierta también ya está sentenciada a muerte, tanto por la dinámica del mercado, como por los usos y abusos de nuestro sistema político.
Desde nuestra óptica, la televisión mexicana está muriendo como víctima de un doble ejercicio de mezquindad:
Mezquindad por parte de los empresarios del ramo que han abandonado por completo la iniciativa de generar contenidos atractivos e innovadores, que despierten el deseo de los espectadores mexicanos de ser parte de la experiencia televisiva. Sostenida con alfileres por el insoslayable arrastre de los tres formatos más populares (noticias, deportes y telenovelas), la programación televisiva agoniza abrumada por la mediocridad.
Y qué decir de la mezquindad de nuestro sistema político.
Merced a las reformas políticas del último cuarto de siglo, los partidos políticos y el Estado gozan de una suculenta tajada de tiempo aire gratuito, esquema que fue alentado por la idea de que disponer de recursos para la compra de espacios propagandísticos podría afectar la equidad democrática.
Acostumbrados a vivir en un mundo muy lejano al nuestro, nuestros Padrotes de la Patria (gobernantes, legisladores y dirigentes partidistas) viven creídos de que los televidentes consumirán sin reparo todo lo que se les presente en pantalla. Las campañas mediáticas de los partidos políticos en nuestro país son vacías, insulsas y hasta de mal gusto.
Es curioso, pero incluso en tiempos electorales hemos visto cómo algunos partidos ni siquiera han tenido la decencia de inyectar calidad a la producción de sus spots, a pesar de las millonarias prerrogativas que reciben de NUESTROS impuestos.
Al término de la presente década, estamos siendo testigos de la definitiva fuga masiva de televidentes mexicanos hacia la internet, con las millonarias pérdidas que ello implica no sólo para las televisoras, sino para los miles de mexicanos cuyos empleos dependen de la producción televisiva, la publicidad y las ventas de las empresas anunciantes.
Como ocurre con cada cambio cultural, el impacto de los medios digitales ya han comenzado a modificar los hábitos sociales de nuestra comunidad.
Paulatinamente, la televisión abierta seguirá perdiendo fuerza como generadora y referente de hábitos domésticos. ¿Cómo vender publicidad en horarios triple A, cuando las audiencias tienen ya la prerrogativa de seleccionar contenidos y pueden acceder a ellos sin restricciones de programación y horarios?
En México, los medios electrónicos de comunicación se han convertido en rehenes de los insaciables y voraces apetitos de nuestro patético sistema partidista.
Tan sólo en la pasada elección presidencial de 2018, los televidentes mexicanos fueron sometidos al inmisericorde bombardeo de más de 40 millones de spots insertados por “cortesía” del vetusto sistema partidista nacional. A ese paso, cada vez son menos los “valientes” que se aventuran a rifarse toda una tarde frente al aparato televisor.
La saturación es evidente y eso ha tenido consecuencias.
Ante el anuncio de una serie de iniciativas que recortarían hasta en un 50 por ciento el monto de las prerrogativas a los partidos políticos en México, y del expreso interés del Presidente Andrés Manuel López Obrador de revisar la legislación en materia de “tiempos de Estado”, como lo comentó en pasados días ante integrantes de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), la década que cierra podría ser la última con el ya gastado formato de saturación de spots televisivos en tiempos electorales.
¿A quién en su sano juicio se le antojaría, en el ya no muy lejano 2021 encender la televisión para “deleitarse” con el vómito discursivo de una docena de partidos políticos con registro?
Es probable que la siguiente elección intermedia sea la primera en la que la televisión no tendría un rol protagónico como medio propagandístico.
Habrá que observar con atención lo que está por venir.
Twitter: @miguelisidro
Soundtrack para lectura:
-Talking Heads (Estados Unidos) “Television Man”
-Cuca (México) “D.D..V.”
-Gil Scott-Heron (Estados Unidos) “The Revolution Will not be televised”
-Molotov (México)
“El Carnal de las Estrellas” https://youtu.be/bX6jCQ1q-jI
Talking Heads “Television Man”
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