Por Rodrigo Díaz Montes / Imagen: Proceso Foto

Cuando me tocó cumplir con el Servicio Militar Nacional, hubo un sábado particular que me marcó lo suficiente como para recordarlo. Después de la “mamuquiza” del medio día, hora favorita para romper el espíritu rebelde y cansar el cuerpo de cada miembro del H. Primer Batallón de Policía Militar  se impartían una especie de “clases al aire libre”. Todos nos sentábamos en círculo y en medio nos hablaba un elemento militar sobre algún tema en particular.

Un sábado el tema era “Los Derechos Humanos” , y ahora que hago el ejercicio de recordar, seguramente el elemento que nos “instruyó” aquel sábado sabía lo mismo que nosotros sobre los Derechos Humanos, nada. Sólo que él pudo leer un papel antes de impartir aquella lección. Como predecible puede ser, agotó lo memorizado en 15 minutos y nos restaban 45 antes de salir. Se abrió la sesión de “preguntas y respuestas”.

El soldado Morita (apodo ganado ya que su bloqueador solar no olía, apestaba a moras) se aventuró a alzar la mano y preguntó: ¿Cómo afectan los Derechos Humanos cuando están trabajando en la calle?. El “profe” no entendió bien la pregunta y contestó entre tartamudeos: “No, pues nos complican mucho las cosas, antes cuando los entrenábamos a ustedes, ustedes los del servicio, los podíamos meter en cintura rápido y en serio. Antes los poníamos “mamados”  hasta que se desmayaran y si lo hacían los tirábamos a los contenedores de basura, para que despertaran ahí. También los podíamos arrestar cuando se pasaban de listos y no soltarlos hasta el lunes o el martes y pues a veces como perdían el empleo por el arresto, pues si se cuadraban como sedas…”

Muchos de mis compañeros se quedaron espantados ante los ejemplos, pero el ahora conferencista continuó, buscando calmarnos y no provocar más desertores. “Pero ahora con éstas chingaderas pendejas de los Derechos Humanos ya no podemos hacerles nada, ahora si los apretamos tantitíto de más, ustedes van y chillan con esos güeyes de los Derechos Humanos y vienen y nos empiezan a revisar, nos entregan cartas o hasta a cursos nos mandan a perder el tiempo, a ustedes les tocó leve.”

Los delincuentes son seres humanos que merecen nuestro respeto

A raíz de la declaración hecha por el presidente López Obrador el anterior fin de semana se desataron diversas opiniones, muchas de estas llenas de odio, deseando que una de las desgracias que azotan a miles de familias en el país suceda en el ámbito familiar del presidente. Si bien estas opiniones son comprensibles, sin ser apologista de nadie, están llenas de desconocimiento de la historia y de la noción de los Derechos Humanos.

Los “Derechos Humanos”, como concepto, son relativamente nuevos. Pero los estudiosos de la materia han rastreado antecedentes a lo largo de la historia, ya que la idea detrás es muy simple: Los Derechos Humanos existen por el simple hecho de que la persona tiene una dignidad; es parte de su esencia ya que no se puede separar a la persona de su dignidad.

 

¿Qué es exactamente una violación a los Derechos Humanos?

Una violación a los Derechos Humanos se podría definir de manera muy general como cualquier acto que la autoridad (sea o no el Estado) que vulnere los Derechos reconocidos tanto en la Constitución como en los Tratados Internacionales que reconozcan Derechos a las Personas en los que México sea parte. Van desde crimines atroces como los que cometió el régimen de Adolfo Hitler en Alemania hasta las foto-multas en donde se le “condena” a un automovilista sin que a éste se le “Haya oído y vencido en juicio” (en esencia esta frase resume el debido proceso).

Los Derechos Humanos tienen varios principios rectores; Universalidad, Interdependencia e Indivisibilidad, Igualdad y No discriminación y Progresividad. Dicho en otras palabras: estos Derechos los tenemos todos, nadie nos los puede quitar. La intención de fondo es que no existan abusos por parte de la autoridad en ningún momento, sin importar nada más, ya que todos tenemos dignidad y esta no se nos puede arrebatar.

Ésta idea no puede estar equivocada, en la historia nacional conocemos casos horribles de violaciones a Derechos Humanos; los estudiantes de 1968 y 1971, el caso de Atenco, múltiples casos en Chiapas, masacres a los pueblos originarios del norte, Ayotzinapa y muchos más. Y nos guste o no, los delincuentes, por mas bestias que parezcan, siguen siendo personas, con Derechos como cualquier otro ciudadano.

Un Estado que reconoce Derechos a unos y a otros no, no sería justo. Ahora bien, un Estado que permite la impunidad tampoco es justo. Nosotros, como sociedad establecemos leyes que se entienden como positivas y en consecuencia las seguimos, así mismo facultamos al Estado como el único que debe castigar a aquellos que no siguen éstas reglas. Éstas reglas, en principio, están creadas para protegernos entre nosotros mismos y también frente a los posibles abusos que el Estado pueda cometer. Debemos exigir que el Estado respete estos derechos humanos, para que a su vez, castigue conforme a estas reglas a aquellos que las han roto.

Los Derechos Humanos, son las mínimas reglas que los ciudadanos exigimos para poder vivir en un Estado. Son el equivalente a las piedras o ladrillos con los que se delimita una portería en una cascarita de fútbol, no hablemos del balón o de una portería con postes, y del fuera de lugar ni soñemos. El Estado crea leyes para beneficiar a sus ciudadanos y México es muy malo siendo bueno.

Por Rodrigo Díaz M.

Estudiante de Derecho, filósofo de banqueta, beisbolista amateur y ciudadano crítico.

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