Por Yaocihuatl Atenea, Adriana Esthela Flores, Arantxa de Haro y Vonne Lara

Los múltiples mensajes provenientes de espacios de lucha históricos, que ahora pretenden descalificar la movilización de mujeres del próximo 9 de marzo, denominado #ParoDeMujeres, se inscriben, necesariamente en el proceso de polarización que han  generado Andrés Manuel López Obrador y su gabinete y la manera en como ha cooptado a una parte (una buena parte) del movimiento social en este país.

Las descalificaciones que lanza desde el púlpito mañanero para generar “consenso” han sido la antesala de un proceso represivo con consecuencias, casi siempre, fatales, pero siempre legitimadas -o, cuando menos en apariencia- por una parte de sus seguidores que cree que él y su nuevo keynesianismo son, efectivamente, una solución a los graves problemas de este país.

Y es cierto que para este momento la consigna de Paro del 9 de marzo ha sido tomada por sectores ultra conservadores, pero que, finalmente, son instituciones del Estado (partidos políticos, medios de comunicación, etcétera); es decir, una vez más el proceso de lucha de las mujeres está siendo institucionalizado para terminar, a la larga, cooptándolo y que, entonces el paro se convierta en una “bonita tradición”, justo como el 10 de mayo.

De esta forma, el Estado nuevamente asume su papel patriarcal, sancionando lo que es correcto o incorrecto: “el paro no está bien, pero te doy chance”, “has tu paro, pero no me pintes las paredes”.

Las mujeres históricamente han demostrado ser el motor de transformaciones revolucionarias, cada 8 de marzo recordamos, por ejemplo, que fueron las mujeres obreras rusas quienes iniciaron la revolución de febrero, misma que culminó en la gran Revolución de Octubre; ellas, organizadas, fueron al paro, cerraron sus fábricas y avanzaron por la zona industrial cerrando otras fábricas y llamando a sus compañeros a unirse. Y ese fue el inicio de la gran Revolución rusa; lo iniciaron las mujeres un 8 de marzo.

Si estamos organizadas, bien organizadas, todo lo podremos.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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