Mujeres y Revolución

Una reivindicación necesaria

Por Yaocihuatl Atenea / Fotografía de Rosa Luxemburgo

La conmemoración del 8 de marzo como el día Internacional de la Mujer, así, a secas, ha sido corrompido e institucionalizado por un sistema que constantemente oprime y cosifica a las mujeres y que ha transformado por completo la reivindicación de las mujeres y su lucha.

Esta conmemoración –que no celebración–, tiene sus orígenes en la inserción de las mujeres en la producción capitalista. Fueron las necesidades del capital por incorporar mano de obra cada vez más barata a la línea de producción la que generó las contradicciones suficientes para que las mujeres se lanzaran a la lucha por su emancipación total de la mano de sus pares hombres, compañeros en la explotación.

Durante el siglo XIX grandes mujeres socialistas lucharon no sólo por la reivindicación del feminismo burgués, el voto universal, sino por la mejoría en las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras y su total emancipación.

Clara Zetkin, prominente comunista alemana, y la extraordinaria Rosa Luxemburgo, fundadora del Partido Comunista Alemán asesinada cobardemente por el fascismo, fueron de las más destacadas impulsoras por la instauración de un día de lucha general por la emancipación de las mujeres trabajadoras. Fue en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en 1910, con representantes de 17 países donde se decidió la declaración de un día internacional de lucha de la mujer proletaria. El resolutivo estableció que este día sería en el mes de marzo, no se fijó un día específico. A partir de entonces el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se conmemoró en varios países europeos, no regalando flores y chocolates, sino saliendo a las calles en exigencia de las reivindicaciones de las proletarias de aquellos países.

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Clara Zetkin

Desde mediados del siglo XIX hasta 1917, después de instaurado y definido el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las movilizaciones obreras fueron fundamentales para la obtención de derechos que actualmente se han ido perdiendo en la medida en que esta fecha se ha desvirtuado y el capitalismo se ha vuelto más rapaz.

La movilización de las mujeres proletarias rusas en 1917 tiene una enorme trascendencia y es determinante para que esta fecha fuese usurpada por la burguesía e institucionalizada, situación que ha permitido que agentes de la oligarquía se apropien de las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras y las tergiversen. En ese año, la atmósfera estaba encendida desde tiempo atrás debido a las múltiples agresiones que el régimen zarista infligía contra los obreros.

En su libro, La Revolución Rusa. Tomo I, el escritor Giuseppe Boffa narra los acontecimientos de la siguiente forma:

«El 23 de febrero comenzó a tomar forma aquel movimiento que, en el curso de pocos días, se convertiría en insurrección de toda la ciudad [Petrogrado]. La fecha correspondía al 8 de marzo del calendario gregoriano en uso en Occidente, Día Internacional de la Mujer. Las obreras de las fábricas textiles se declararon en huelga desde la mañana, y salieron a manifestar por las calles de los barrios obreros de Vyborg y de Narva. Inmediatamente encontraron la simpatía de otras mujeres, que desde horas antes hacían cola delante de las tiendas. Algunas panaderías fueron asaltadas. “Pan”, fue el primer grito que circuló entre la multitud enfurecida aquel día de lucha.

De esta manera, fueron las mujeres, todavía inconscientemente, las que dieron el primer paso. Las manifestantes se presentaron ante las puertas de otras fábricas, sobre todo las mecánicas y metalúrgicas, invitando a los obreros a unírseles. Cinco mil hombres salieron de la fábrica de cartuchos de Vyborg. Luego le tocó el turno a la Putilov. Con el paso de las horas, el movimiento crecía como una avalancha».

Esa movilización culminó con el derrocamiento del Zar y la instauración del gobierno interino de Kerensky y, posteriormente, allanó el camino al triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Fueron las mujeres quienes dieron el primer paso, efectivamente, y quienes impulsaron el inicio de un gran proceso revolucionario.

La suplantación que la burguesía ha hecho de esta fecha, ha ocultado de la historia este significativo episodio pues para la élite hegemónica resulta poco conveniente recordarla y mantener en las mujeres trabajadoras un espíritu de lucha y combatividad.

La fuerza de las mujeres trabajadoras puede ser devastadora para el capitalismo en estos momentos. Las mujeres proletarias tienen nada que perder, excepto sus cadenas. Son la parte más vulnerable del eslabón de la explotación, han estado por siglos sumidas en una doble explotación: la que ejerce el patrón en sus centros laborales y la que ejerce la sociedad y la familia en sus núcleos más íntimos.

Las mujeres tenemos todo por ganar pero, como señalaba con certeza Clara Zetkin, “la emancipación de la proletaria no puede ser obra de las mujeres de todas las clases sociales, sino sólo el esfuerzo de todo el proletariado, sin distinción de sexo”.

La lucha que hoy en día han desatado las mujeres en nuestro país debe extenderse a lo largo de toda la sociedad, fundamentalmente entre las clases trabajadoras, y debe llevarnos a cuestionar todo el orden capitalista hasta lograr abatirlo. La fuerza de las mujeres es incalculable, no podemos permitir que, una vez más, la burguesía y sus aliados nos arrebaten un proceso que puede y debe llevarnos a derrumbarlo todo para construir algo nuevo, radicalmente diferente y totalmente digno, para nosotras y para todos.

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