LABERINTOS MENTALES

Por Arantxa de Haro

Mi cuerpo, como un vaso de tormenta, un microcosmos que refleja en menor escala lo que afuera estƔ sucediendo. Mi mente un sensor de ambiente, donde mis ojos captan gestos mƭnimos que me permiten sondear mis alrededores. Sin embargo, en el caso mƔs extremo las emociones me abrumen a tal grado de simplemente querer insensibilizarme, a voluntad.

Dicha capacidad la he llamado de diferentes maneras a travĆ©s de los aƱos, cuando adolescente era el “switch”. LleguĆ© a desarrollar esa habilidad de ponerme insensible a voluntad, mas los efectos adversos posteriores eran catastróficos. Por otro lado, ahora me encuentro saliendo de una morada que empecĆ© a construir para no sentir el mundo exterior, una especie de capullo emocional. Un ensimismamiento que aunque yo triunfante expresaba en terapia y a la misma terapeuta no le hizo gracia. Supongo que le prendió focos rojos.

Ante esto, tuve que cambiar de tratamiento, y tomar medidas puesto que yo no me estaba dando cuenta de mi fluctuante estado de Ć”nimo. Yo simplemente me notaba “mĆ”s irritante que de costumbre”. Y ante todo esto, ĀæcuĆ”ntas veces no he desarrollado diferentes mecanismos de defensa que me hacen adquirir por momentĆ”neas Ć©pocas manĆ­as y miedos? Comenzando con que una agorafobia se llegó a convertir en un pavor a los gĆ©rmenes, morderse las uƱas, lavarse demasiado la cara. Nunca todas al mismo tiempo, pero tan sólo la manifestación de una es suficiente.

Aunque realmente se dice en el argot popular que “cada uno se conoce”, yo me inclino por la idea de que ni siquiera nosotros nos conocemos. Convivimos con nosotros mismos todo el tiempo que llegamos a perder perspectiva de nuestro verdadero estado mental y fĆ­sico. Fue terrible darme cuenta que habĆ­a cosas en mi refrigerador que ya no podĆ­a comer porque las habĆ­a descuidado, asĆ­ como que la limpieza en casa se habĆ­a vuelto mĆ”s difĆ­cil. DejĆ© de comunicarme con mi familia durante semanas sin siquiera notarlo. Pasaron, supongo, varios dĆ­as en los que el cansancio mental me hacĆ­a llegar a dormir en cuanto llegaba a casa, y el tiempo no se detuvo, y las tareas se me apilaron.

Ahora que me he dado cuenta de toda esta situación, puedo retomarlo con calma, haciendo un esfuerzo activo por no culparme. Sé que en esta ocasión no es un usual relato como los de cada semana en Laberintos Mentales, sin embargo considero importante haya hecho esta pequeña pausa para hacer un llamado al amable lector que me acompaña en este recorrido para también abrazarle y decirle que no estÔ solo o sola, si es que estÔ pasando por algo similar o conoce un ser querido en esta situación. Darse cuenta que uno estÔ encerrado en esa habitación sin ventanas no es fÔcil, sin embargo, por mÔs cliché que suene, siempre es el primer paso para recuperarse. Así mismo, exhorto a no ser tan duros consigo mismos, puesto que como en todo proceso, no hay senderos lineales sino siempre hay subidas y bajadas. De corazón, envío un fuerte abrazo y agradezco a quienes me acompañan.

 

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito estĆ” vacĆ­oRegresar para ver