Laberintos Mentales
Por Arantxa de Haro / Imagen: GovernmentCIO Magazine LLC.
Cuando veo un rostro humano, pienso su superficie diseccionada en polĂgonos como una red que se contrae y se estira en diferentes puntos. Imagino los vĂ©rtices de la cuadrĂcula, aquellos puntos de encuentro como estrellas que conforman constelaciones que flotan y se deforman por la ira, el asco, la tristeza, el miedo, la alegrĂa y la sorpresa. Miles de nodos pequeños que se mueven milimĂ©tricamente en ritmos impredecibles que dibujan el estado de la mente.
Conceptualizar el rostro como un lienzo geomĂ©trico y predictible por algoritmos, me fue posible cuando me volvĂ cĂ³mplice involuntario de las aventuras quijotescas de un joven confundido, quien el muy ensimismado devoralibros me enseñaba tĂ¡cticas para leer a otros mejor, los cuales, a su vez, evidenciaban su manĂa de controlar la situaciĂ³n y la paranoia de adelantarse tres o cuatro pasos a lo que otros hacĂan. Yo no lo pensaba malicioso, sino vulnerable puesto que entre mi afecto profundo por Ă©l, pasĂ© por alto que sus artimañanas tenĂan tintes de un manipulador, nacidas del sentirse desprotegido.
Por esa situaciĂ³n, lleguĂ© a Paul Ekman y a otras lecturas acerca del lenguaje corporal, por lo que despertĂ³ la fascinaciĂ³n por el comportamiento humano, que tanto estaba dormida dentro de mĂ. Me volvĂ entonces, mĂ¡s perceptiva para comprender a las personas que estĂ¡n a mi alrededor, cuestiĂ³n que se agudizĂ³ porque soy sensible. CapitalicĂ© y convertĂ en habilidad lo que yo consideraba una debilidad.
Sin embargo, mĂ¡s allĂ¡ de los pliegues de las comisuras de la boca, del ceño fruncido, de la direcciĂ³n de las patas de gallo, de la colocaciĂ³n de las manos, entre otros elementos, hay algo que mi quijotesco compañero nunca me enseĂ±Ă³ y que aĂºn no logrĂ³ comprender: la mirada.
Si la piel forma redes como constelaciones en una bĂ³veda celeste, entonces los ojos son dos agujeros negros que reflejan las emociones de manera mĂ¡s abstracta pero mĂ¡s profunda. Los he visto de varios tipos: he visto miradas fulminantes, penetrantes, gĂ©lidas, ausentes, ‘psicĂ³ticas’ (segĂºn la opiniĂ³n de mi psicoterapeuta clĂnica), y otras mĂ¡s en las que se desborda una excitaciĂ³n sexual por algo mĂ¡s trascendental que la carne. La excitaciĂ³n que provocan las acciones, los acontecimientos y las mentes ajenas, y nacida de ello, la risa que se materializa lenta y calculada. Cuando toda esa informaciĂ³n llega a mi centro de procesamiento, siendo humana, me paraliza. La informaciĂ³n obtenida desencadena el miedo y la adrenalina, y asĂ, yo misma termino tragando saliva, sudando frĂo y delatando mi propio estado mental.
Supongo que se le llama “intuiciĂ³n” al procesamiento rĂ¡pido e inconsciente de toda la informaciĂ³n que recibimos. Que no tenemos el tiempo de colocar en palabras como para decir “¡Oh, creo que posiblemente me haya metido en un problema!” o “tal vez me encuentre en peligro”. La mirada es el principal delator de una situaciĂ³n lĂmite. Y asĂ, que hace un rato me topĂ© con una situaciĂ³n similar. Esta vez elegĂ no averiguar el detalle de los demonios que aquejan a mi amistad, para no alimentar el mismo monstruo de mi TOC. SĂ³lo imaginar el hablar con mi amistad, indagar lo que le mueve y desenmascararlo, y entonces yo enredarme en una codependencia donde alimente mi curiosidad… he pasado tantas veces por eso que en esta ocasiĂ³n dejarĂ© a las mĂ¡quinas hacer lo propio, y dejar tranquila mi conciencia. Hay cuestiones que es mejor no saber.
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