Laberintos Mentales
Por Arantxa de Haro
Mi piel es la barrera entre el enemigo invisible que nos acecha, y el terror es la manifestación psÃquica, un sÃntoma colateral de la parálisis mundial por la que estamos pasando. EconomÃas que se vienen abajo, el peso desplomándose, sistemas de salud precarios, fallecimientos, gente inmovilizada por las normas, por el miedo, por las medidas, por las circunstancias. La red empieza a ser la ventana que nos permite conectarnos en la cuarentena, abre ventantas a microcosmos cotidianos, desconocidos, nos obliga a aprender a ejercitarnos, movernos, y apaciguarnos en un espacio reducido. El miedo de salir a exponernos al contagio, y la tristeza de no poder disfrutar de lo cotidiano, como tomar un café en la terraza de algún establecimiento. La vida sigue aunque se manifieste al interior. Y para muchos de nosotros neurodivergentes, los demonios que nos aquejan se materializan en crisis de ansiedad, soledad, terror, claustrofobia.
Me pongo los zapatos, y preparo el desinfectante en la puerta del departamento. No hay home office para los que no vivimos en una economÃa de servicios, imposible es producir a distancia, los ritmos del engrane capitalista se desacelera pero no se detiene. Los jefes, el bolsillo, y el miedo no nos piden mas que aguantar hasta el último momento, hasta que no se pueda más. El terror del contagio, el distanciamiento familiar, y seguir con la rutina hasta que nos acabemos, o hasta que por decreto quedamos confinados. La ansiedad se manifiesta de otras maneras a las del encierro, apareciendo como pensamientos parásitos ¿cuándo me van a descansar?, ¿me van a despedir?, cuando pare ¿tendré el dinero suficiente para aguantar? Las neurodivergencias alimentadas por el miedo se acentúan.
Debo confesar que tengo un TOC muy peculiar que me hace adelantarme a lo que se vaya manifestando. En Enero, al ver la situación en Wuhan, mi desesperanza y poca confianza del género humano me obligó a buscar máscaras N95 reutilizables (no de uso médico por lo que sólo compré tres), las cuales habÃan llegado a mis manos a inicios de febrero. Compré gel antibacterial porque pensé que iba a escasear, y no perecederos. Como la curva del pánico para mà llegó a su cenit a finales de febrero, mi tranquilidad ha llegado en estos momentos donde veo a otros preocuparse, no me estoy desbordando. Supongo que en ese caso, todos vivimos los procesos de manera diferente.
Pero el miedo excesivo, el adelantarse demasiado incluso puede hacer que uno descarrÃe la atención, y termine exagerando. No es lógico asà el acaparamiento del papel higiénico… nadie usa tanto. Sin ser experta, en ocasiones me hace pensar que ese es un sÃntoma de que nos quedamos en la etapa anal freudiana (esto es simple especulación).
Para quienes se quedan en casa porque sus circunstancias les permiten, deberán enfrentarse a sà mismos. En el peor de los casos al aburrimiento, en otros casos al nublamiento de la psique. Será una tarea diaria hacer aseo mental. Evitar que la mente sucumba ante las circunstancias. Esta es, supongo, una prueba de resistencia contra nosotros mismos. Asà mismo, me ha hecho pensar que muchos de mis problemas antes de la pandemia, empalidecen ante el reto que se viene por delante.
Y en este momento de incertidumbre, la quietud de la rutina pudiera darnos un espacio para revalorar lo que tenemos, nuestras conexiones personales, nuestras inquietudes. Es asà que me siento mirando hacia el horizonte de una costa, el mar empieza a retroceder varios metros y veo se empieza a formar una ola gigantesca. Estoy a la espera del impacto del Tsunami, me agarro de un palo que esté cerca, pero no sé qué más pasará. El miedo al impacto está presente, no hay escapatoria. Hay que en la medida de lo posible estar tranquilos, atentos, y esperar el impacto.
Nada está perdido.
Para comentar debe estar registrado.