Tres de tres

Por José Luis Enríquez Guzmán

Los primeros años de la vida de Eulalio están marcados por mudanzas constantes a lo largo de pueblos fronterizos en Tamaulipas y Nuevo León, por las fluctuantes asignaciones de su padre en distintos resguardos. Su familia se establece en varios municipios de esa parte de la franja fronteriza, pero sería en Guerrero, Tamaulipas donde la corta vida de Eulalio dio un giro. Por un lado, en esta población ingresó por primera vez la escuela; pero, quizá lo que más marcó a un impresionable niño de cinco años, fue escuchar por primera vez el radio.

Entre las décadas de 1920 y 1930 la radio en el país aún estaba sujeta al control gubernamental, en su mayoría. Es decir, el espectro radiofónico era propiedad de la nación, y el gobierno regulaba las concesiones a la iniciativa privada. En el norte de la República los principales empresarios de la radiodifusión eran Guillermo Garza, propietario de la XEG, y Emilio Azcárraga Vidaurreta, dueño de la XET, y socio de la compañía discográfica estadounidense RCA, que en 1927 se fusionó con la empresa de fonógrafos Víctor; ambas transmitían desde Monterrey, Nuevo León. En 1930, este último fundó en la Ciudad de México la XEW que, gracias a la visión de su fundador y a la buena relación que mantuvo con el gobierno, se convirtió en la estación de radio más importante de América Latina. Además de que por sus pasillos y cabinas transitaron y nacieron los artistas populares más recordados del siglo XX, dicho proyecto incentivó el interés de las empresas capitalinas para invertir en la radiodifusión, al grado que para la siguiente década la “voz de la América Latina desde México” tendrá algo similar a la competencia. Sin embargo, la pureza del espectro radiofónico de la frontera le permitió escuchar a Eulalio varias estaciones, tanto de México como de Estados Unidos.

No obstante, otra influencia importante de Eulalio fue el pequeño cine local de Guerrero, Tamaulipas. No se sabe qué representaba el costo del boleto para el sueldo de un agente aduanal, pero Don Pablo era el que promovía que Eulalio y sus hermanos fueran a ver los westerns de moda. Sin embargo, quizá más como un acto de disciplina, Don Pablo le fabricó un cajón de bolero a su hijo para se ganara su lugar para ver a John Wayne. Ir al cine costaba entre 15 y 80 centavos, dependía del momento del día (en la noche era más barato) y la ubicación de la butaca.

El celuloide llegó al norte del país a través de Estados Unidos  en las postrimerías del siglo XIX. Las pantallas tocaron por primera vez el territorio fronterizo en 1903 de la mano del empresario Carlos Mondragón quien, literalmente, con cámara en mano, recorrió las ciudades del norte ofreciendo funciones a bajo costo, modelo que posteriormente retomarían las campañas de alfabetización a nivel nacional que llevó a cabo José Vasconcelos durante su gestión al frente de la SEP. Para 1930 había 59 cines en Tamaulipas, siendo el cuarto estado del norte con más salas. De esta forma se conformaron las influencias de Eulalio, quien, de seguro, aún no ha reparado en que forman parte de su preparación inconsciente.

 

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