
Por Aníbal Feymen
Hace unos días se cumplieron 44 años del fallecimiento del gran escritor y militante comunista mexicano José Revueltas, nacido en Durango catorce años después de iniciado el siglo XX, un 20 de noviembre. Autodidacta, desde temprana edad se acercó a diversos textos del marxismo que lo llevaron, siendo aún adolescente, a unirse al Socorro Rojo Internacional y posteriormente al Partido Comunista Mexicano (PCM); militancia que le valió sus primeros ingresos a prisión por participar en actividades de propaganda revolucionaria.
José Revueltas fue dueño de una extraordinaria sensibilidad y de un prolijo desarrollo intelectual que desplegó en su extensa poligrafía compuesta por novelas, cuentos, ensayos políticos, guiones cinematográficos y textos teóricos. Su extraordinaria narrativa es muestra de sus grandes dotes literarias siempre a la luz de su formación marxista.
Incisivo, certero y crítico, en sus novelas retrató –pero sobre todo desfetichizó– al pueblo enajenado y, desde luego, al militante comunista. Novelas como Los muros de agua, Los días terrenales, El apando o Los errores, dan muestra de su crítica social y la denuncia de la enajenación a la que es sometido nuestro pueblo; concepciones expuestas desde la construcción de sus personajes. Estos planteamientos críticos no siempre fueron bien vistos ni por la burguesía voraz –fielmente retratada en su obra– ni por la cúpula de su propia organización, el PCM, que se mostraba reacia a aceptar los errores cometidos sistemáticamente en su desenvolvimiento político. Esta situación le costó su militancia en dos ocasiones.
La importancia de su obra política y literaria es fundamental en el análisis social y en la reflexión metodológica para la construcción de un mundo cualitativamente distinto. La finalidad de este artículo será reflexionar sobre dos elementos fundamentales presentes a lo largo de su obra: los conceptos enajenación y democracia cognoscitiva.
Un mundo enajenado
Emprender la lectura de la obra del comunista duranguense nos sitúa de manera inmediata en la confrontación con nuestra propia existencia. La confrontación entre lo que somos como seres sociales y nuestra construcción como humanos posibles y entrañables. Esta confrontación nos muestra un mundo cosificado y cosificador, un mundo enajenado. Así, en la poligrafía revueltiana encontramos siempre a Marx; encontramos a los exiliados alemanes en México que luchaban decididamente contra la ascensión del fascismo en Europa; encontramos a los transterrados españoles y sus gloriosas aportaciones al pensamiento político, filosófico y artístico mexicano; encontramos el pensamiento revolucionario latinoamericano con Mariátegui a la cabeza; pero también encontramos la traición, la decadencia y la incongruencia manifiesta en la fallida política del Partido Comunista Mexicano (PCM) ante el pueril abandono de la huelga ferrocarrilera de 1958-1959. Nos encontramos a cada uno de nosotros intrincados en esta sociedad perpleja, donde el mundo humano se desvaloriza en la misma proporción en que se valoriza el mundo de las cosas. Los textos de Revueltas nos confrontan, cara a cara, con un mundo complejo y desquiciador, con un mundo hecho “cosa”; con un mundo deforme, grotesco, como cada personaje que vive en la narrativa revueltiana.
Pero el duranguense no ofrece su comprensión de este mundo enajenado con actitud pesimista, derrotista, claudicante. No. Nos lo ofrece llenó de posibilidades revolucionarias, tranformadoras.
José Revueltas articuló sus intereses filosóficos con el concepto de enajenación, expresado y desarrollado por Carlos Marx en los Manuscritos económico filosóficos de 1844 –que en México Revueltas conoció desde 1938 bajo el nombre de Carlos Marx: Economía Política y Filosofía, publicado por Ediciones Aguilar y con la traducción, producto del exilio alemán antifascista, de Alicia Gerstel Rühle–, obra que permeó por más de treinta años la poligrafía del literato duranguense.
La abundancia en su narrativa de seres grotescos, con prominentes malformaciones físicas, alcohólicos, asesinos, prostitutas, etc. muestran el riguroso análisis materialista del escritor comunista quien señala cómo las facultades humanas son pulverizadas por la acción de la industrialización y de la urbanización impuestas por un capitalismo salvaje, dejando como resultado cuerpos constreñidos por las condiciones impuestas por la necesidad del aumento exponencial de la explotación humana; cuyo fin es elevar las tasas de plusvalía y ganancia.
Pero en la indisoluble relación entre hombre-naturaleza manifiesta en los textos de Revueltas, se evidencia cómo la influencia de Marx es determinante en su pensamiento: «si el hombre es un ser natural sufriente –escribió Marx– la lucha por su desenajenación implica la emancipación frente a la naturaleza o la recuperación de su ser humano natural». Revueltas esto lo refleja con claridad. Toda su narrativa se encuentra plagada de esta característica, la contradicción entre hombre-naturaleza. Marx explicó el carácter histórico natural del hombre, por eso su antropología filosófica debió precisar un nivel de concreción, la existencia, las maneras, las formas de existir. De ahí que la enajenación corporal y espiritual ocurra en espacios determinados: el campo y, aún más, en específicos lugares de la ciudad. Esta preocupación por definir el ámbito espacial y territorial donde transcurre la vida, las existencias cuyos cuerpos y conciencias denuncian la enajenación, le permitió a Revueltas ocuparse de estas cuestiones detenidamente, tanto en su narrativa, como en su dramaturgia y, particularmente, en su obra político-filosófica.
La democracia cognoscitiva
En su texto La disyuntiva histórica del Partido Comunista Mexicano, escrito para el pleno del Comité Central del PCM en enero de 1958, José Revueltas delinea su crítica más desarrollada conceptualmente. Esta crítica muestra con claridad la inoperancia revolucionaria y programática del PCM, y proporciona la base histórico-material que soporta su concepto de democracia cognoscitiva. En el centro de esta crítica se encuentra la imposibilidad del partido de erigirse como cerebro colectivo del proletariado; Revueltas hace evidente la contradicción entre la práctica doctrinaria de la acción política del partido como conciencia abstracta y la realidad específica de la clase obrera manifestada como conciencia concreta. Este análisis dialéctico evidencia la realidad del PCM: la negación que realiza la conciencia concreta del proletariado mexicano sobre la actividad práctico-dogmática del PCM, resultando de ello una clase obrera abandonada a sus impulsos espontáneos con demandas meramente económicas y dirigida por un sector progresista de la burguesía democrática. Sin duda, este señalamiento muestra la incapacidad del PCM de erigirse como conciencia organizada y vanguardia política de la clase obrera traicionando con ello la fundamentación teórico-metodológica que, en el papel de forma exclusiva, había adoptado el PCM: el leninismo.
Lo que subyace en el fondo de los planteamientos revueltianos sobre la incapacidad directiva del PCM son dos elementos de un mismo proceso: por un lado, la enajenación manifiesta en la práctica política del partido concretizada en su practicismo dogmático y, por el otro, la incapacidad de comprender y aplicar los fundamentos de la teoría leninista del partido. Es este el asunto de fondo que ocupó al escritor duranguense durante años en la compleja ruta hacia la comprensión de la democracia cognoscitiva.
Para Revueltas, la Revolución Rusa de 1917 expresó la conjunción de la política y de la razón, materializando con ello la manifestación cualitativa de la política racional. El PCM nunca logró comprender, en su práctica política, el carácter filosófico de la teoría leninista del partido. El hecho fundamental que orientó estas reflexiones de Revueltas fue el viaje que realizó a Europa Oriental en 1957 y, a su regreso, en el contexto de la lucha ideológica al interior del PCM, Revueltas logró explicar la vocación leninista que debía desarrollar el partido y la absoluta necesidad de nacionalizar el marxismo. Este es el contexto fundamental de la construcción gnoseológica del concepto democracia cognoscitiva. Las raíces teóricas sobre las que descansa dicho concepto son recogidas por Revueltas desde el leninismo y su teoría de construcción partidista y son, de manera preponderante: la acción crítica, la lucha ideológica al interior del partido y la construcción de una nueva línea política. Es justamente aquí donde los elementos antecedentes se funden para dar sustancia al futuro concepto teórico:
«El principio básico, metodológico, en que se funda la organización del partido –como instrumento de las leyes del conocimiento– es el de que no debe existir contradicción alguna entre las normas interiores del partido y las leyes del conocimiento (…) el partido es la conciencia organizada de la clase, las normas del partido (cuya esencia es el centralismo democrático) serán, entonces la organización de la conciencia. (…) Las normas internas del partido se expresan, de este modo, en la lucha de contrarios y su resumen final representa la superación de estas luchas dentro de un concepto más elevado, y por ello superior a los anteriores conceptos parciales».
En la anterior cita es evidente que José Revueltas entiende la organización y la acción política partidista como actos racionalizadores encallados en el proceso cognoscitivo que reflexiona sobre la esencia de los fenómenos políticos y sociales. Nuevamente Marx en la necesidad revueltiana de conocer la esencia como el fundamento del fenómeno. Y, en este sentido, el objetivo esencial y la lucha permanente en el duranguense fue la desenajenación del individuo y de la actividad práctico-política del partido, romper con la conciencia inmediata y la desfetichización de las relaciones económicas, sociales e ideológicas. Para romper con ello, pretende llegar a una conciencia real o una conciencia dialéctica, capaz de confrontar en constante movimiento la realidad concreta, capaz de romper con las relaciones de inmediatez; sólo, mediante una racionalidad crítica, que observa la relación sujeto–objeto como una relación capaz de transformarse a partir de la lucha de contrarios y de una negación relativa que se supera y se concretiza en la síntesis, esto es, en la praxis dialéctico–racional que transforma la realidad concreta mediante este movimiento. Es en esta lucha de contrarios, donde nacen elementos cualitativamente superiores, que por medio de la síntesis encarnan nuevas formas de la contradicción. En este nivel de lucha de contrarios es donde se inserta la lucha ideológica al interior del partido que se resuelve en una unidad más poderosa, racional y autoreflexiva de la acción política revolucionaria, en la praxis.
Es la praxis una relación de conciencia crítica y dialéctica, que deviene en conciencia organizada, como un cerebro colectivo capaz de transformar las relaciones sociales a partir de la praxis revolucionaria. Este es el deber ser del partido, el cerebro colectivo de la clase obrera. Toda esta claridad teórica-práctica del escritor comunista y su reflexión en la praxis como único camino hacia la desenajenación, le inscribe en la tradición de los marxistas que perciben la filosofía de Marx como filosofía de la praxis.
José Revueltas en su militancia cotidiana combatió decididamente el practicismo dogmático del PCM y propuso como única alternativa la autoreflexión crítico-materialista de la acción leninista del partido. Pero esta autoreflexión crítico-materialista no se presenta como un ejercicio abstracto lógico-conceptual; por el contrario, no es su pretensión hacer abstracción de tal o cual momento de la praxis sino exponerla en su dimensión totalizada. Así, Revueltas convoca al partido a un ejercicio inicial de democracia cognoscitiva expresado como “confrontación de concepciones marxistas” donde pretende que se desarrollen, entre otras, las siguientes etapas: interpenetración y delimitación de concepciones opuestas; la exposición de discrepancias de carácter prolongado que se dirimirán en discusiones colectivas y simétricas; la realización de actos públicos de agitación y propaganda, entre otros puntos.
El propósito de este ejercicio crítico fue la refundación cualitativa del partido donde Revueltas pretendió demostrar la inexistencia histórica del partido de la clase obrera, el dogmatismo práctico como negación de la teoría leninista del partido y la mediatización democrático-burguesa de la clase obrera.
En estos problemas el novelista duranguense observa la deformación cognoscitiva que le impide al PCM actuar como conciencia organizada y como vanguardia política. La deformación cognoscitiva sólo puede superarse mediante el desarrollo constante y abierto del debate y la polémica, componentes esenciales de la democracia cognoscitiva.
Toda la reflexión crítica sobre democracia cognoscitiva en el pensamiento revueltiano tiene un punto de verificación en el proceso histórico: el periodo de Lenin en la Unión Soviética, es ésta su inspiración teórico-práctica:
«La democracia leninista en el partido (y después en la sociedad sin clases y en el comunismo) representa el nivel más elevado que ha podido llegar democracia alguna en la historia de la humanidad: se trata de una democracia cualitativa, ajena en absoluto a la democracia cuantitativa, que sacrifica el proceso racional del conocimiento a la simple opinión (o suma de opiniones) mayoritaria como si el mayor número de opinantes acordes respecto a un fenómeno bastara para dar a éste su connotación objetiva real. Como democracia cognoscitiva, la democracia leninista del partido es, sobre todas las cosas una democracia racional, cuya ley de tendencia es la razón y el ejercicio libre de la razón, la que a su vez se comprueba mediante el criterio de la crítica de práctica objetiva, o sea, en la coincidencia de lo que se piensa (del concepto subjetivo) con lo pensado (el hecho o fenómeno objetivo, independiente de la subjetividad…)».
Finalmente, la preocupación central de Revueltas en la incapacidad directiva del partido se sitúa en la contradicción fundamental entre centralismo y democracia en la estructura organizativa del partido. Y esta preocupación está plenamente fundamentada pues ha sido, en la experiencia posterior al ascenso del revisionismo soviético después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 donde encuentra el predominio del centralismo burocrático por encima, y sometiendo abiertamente, el ejercicio democrático de las estructuras inferiores del partido.
El comunista mexicano sólo encuentra en el ejercicio de la democracia cognoscitiva la superación a esta contradicción:
«Los partidos comunistas han venido aplicando como “normas” de su funcionamiento, lo que se denomina “centralismo democrático”. Precisamente por constituir un sistema de “normas”, el centralismo democrático se ha convertido en una mistificación y en un recurso manipulante que elimina por completo la democracia y se erige en la práctica de un centralismo absoluto, no sólo en los partidos, sino en la sociedad entera que vive dentro de los cuadros de un “socialismo” estatista y dictatorial (…). El problema reside en devolver a lo que se ha llamado “centralismo democrático” su antiguo contenido dialéctico (…) el centralismo democrático es una contradicción dialéctica en la cual se plantea, ante todo, la oposición entre democracia y centralismo. La convivencia entre centralismo y democracia es transitoria, de necesidad. El centralismo deberá tender a su desaparición más radical, hasta su abolición completa en una sociedad nueva y autogestiva (…)».
En síntesis, el componente más importante del centralismo democrático es que –en cuanto al centralismo–, cuando se expresa la voluntad política de la mayoría emanada del más amplio y profundo ejercicio de discusión polémica, debe ser implementada por la estructura central de manera disciplinada y funcional como un solo hombre compuesto de la diversidad de ellos.
José Revueltas murió luchando en favor de la construcción del instrumento político que permitiera desarrollar la transformación revolucionaria de la sociedad. Es posible que en varios puntos de su análisis estratégico discrepemos, pero es innegable que su entendimiento del proceso de enajenación y de la necesidad de una democracia auténtica producto del centralismo democrático y expresada en el ejercicio de la democracia cognoscitiva son aportes que hoy más que nunca nos deben llevar a la más profunda reflexión si es que en verdad queremos transformar nuestra realidad.
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