Por Arturo Rodríguez García

Los conflictos del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro con el presidente Andrés Manuel López Obrador preceden el arribo de ambos a sus respectivos cargos. Sin embargo, ya en el gobierno, cada ocasión en la que Alfaro se ha puesto beligerante coincide con la firma de un crédito millonario, o bien, con el registro de uno de esos créditos ante la Secretaría de Hacienda.

El 6 de abril, por ejemplo, días antes de que amenazara con revisar salirse del Pacto Fiscal Federal, un auténtico amago de secesión, acababa de registrar ante Hacienda un crédito por 600 millones de pesos.

No es la primera vez que Alfaro como gobernador recurre a un acto de bravuconería en los días en que está contratando un crédito. Como si fuera una vacuna para poder justificar en sus declaraciones cualquier crítica al endeudamiento, el común denominador es ese:

En julio de 2019, cuando contrató el mayor monto de la deuda (los días 26 y 29) andaba muy activo rechazando a los superdelegados y exigiendo que se procesara al jaliciense entonces más cercano a López Obrador, quien le disputó la gubernatura un año antes, Carlos Lomelí. El monto superó los 19 mil millones de pesos en aquellos contratos.

Luego, exigió medidas sanitarias anticipadas, descalificando a López –Gatell, en marzo, acababa de contratar el crédito de 600 millones que registró hasta el mencionado mes de abril

De ahí que las declaraciones del presidente López Obrador, el día 16 de abril, cuando recomendó a los gobernadores no contratar deuda y evitó meterse en la polémica federalista, tenía un destinatario concreto: el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien aspira a la candidatura presidencial en 2024.

La disponibilidad de recursos mediante la contratación de deuda es un hecho que suele relacionarse con lo electoral. Un gobernador contrata deuda y evade controles federales, puede usar los recursos en la obra que se le plazca. Eso permite obtener recursos discrecionales y en muchos casos, el ejemplo es César Duarte, acto de corrupción electoral.

Para más claridad: la deuda al no tener controles externos, facilita el desvío de recursos a campañas electorales y el asunto es llamativo en tanto ocurre en el caso de los gobernadores con aspiración presidencial.

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito está vacíoRegresar para ver