
Laberintos Mentales
“Liminalidad” es una de esas palabras que se entremezclan en mis memorias de noches de lluvia, un tanto pretenciosa y a veces malinterpretada. La luz de la farola daba directamente sobre mi ventana, el piano reposando bajo la sábana, el olor a tierra mojada, mientras escuchaba a Alexander Malofeev tocar. Los recuerdos del maltrato se asomaban como pesadillas mientras dormÃa en la cama de aquel cuarto en casa de la abuela. Esos meses conocà un poco más al mundo y a su gente, iba y venÃa del café, las caminatas largas. Ver el amanecer en ciudad industrial, sentir la ansiedad en mis piernas, reducirme a lágrimas en el pavimento. Fue una época de altibajos emocionales, tormentas internas.
Aquellas tormentas de verano donde un Uber me dejaba por haberme tardado, donde un dÃa era soleado y el otro se caÃa el cielo. Un dÃa estaba en Ciudad de México y otro en Querétaro o Guadalajara. Donde escribÃa con el estómago, y ocultaba mis pensamientos. Donde el silencio se volvió un arma, y pude irme sin dejar rastro. Aquel momento en el que empecé a superar el duelo, me mudé de ciudad y volvà a independizarme.
Me llaman resiliente, yo pienso que constantemente transiciono. Hay temas que ocupan mi mente durante semanas, meses o años, los mastico hasta incorporarlos y digerirlos. Fue ese año de lluvias que mi búsqueda irracional de encontrarme me llevó como una hoja por el viento hacia personas diferentes y situaciones que para mà eran desconocidas. Mi armario cambió del monocromático y eterno negro a un pequeño arcoÃris de posibilidades. Volvà a la escuela, viajé al mar sola.
Solo fui consciente de mi situación cuando durante una cita sosa con un médico, tocó el tema del momento: un libro que habÃa estado leyendo. Mi mente entró en proceso cÃclico y compulsivo, y en mà se manifestó la verborrea donde evidenciaba lo que en ese momento me aquejaba. Le dije que habÃa conocido a alguien que no podÃa descifrar, que me habÃa llevado al libro en cuestión y que me angustiaba sentir como si su mente estuviera en el lÃmite de adentrarse a un terreno desconocido. Yo, me sentÃa parada en la frontera de aquel oscuro bosque y me encontraba sopesando si seguir por los senderos que la brújula de la mente de ese sujeto me indicaban. En un fuerte arrebato y con los ojos razados por unas tÃmidas lágrimas de angustia, le dije a ese desconocido: “siento que si atravieso nunca volveré a ser la misma”. Aquel médico conservador y joven de cuyo cuello se asomaba un escapulario de la virgen del Carmen, me abrazó por lo que creo fue un impulso de salvamento propio de su profesión y arraigado en su pensamiento judeocristiano. Nunca le volvà a ver pero eso no importaba, incluso ahora ni siquiera recuerdo su nombre.
Tanto tiempo después recordar esa época me deja un sabor metálico en el paladar, y cierto vértigo. Tienen un aroma abstracto y genera impotencia. Me siento en estos momentos viviendo otra vida, y siendo otra. Creo que sin siquiera darme cuenta, atravesé la lÃnea que tanto temÃa, me encuentro dentro del bosque aún explorando, y como lo sospechaba, saldré siendo otra.
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