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Laberintos Mentales

Los días han pasado, y la tranquilidad que no he tenido en años, ha llegado a mi casa. Repentinamente soy funcional (aunque no necesariamente productiva), repentinamente no me encuentro con la ansiedad… y como una mala adicción, a veces extraño la creatividad que el sufrimiento me traía. Despertar en la mañana y ver un animalito haciendo pachanga, siguiéndome como una sombra, reclamando una galleta. No pide mucho, y en cambio me da bastante. Pensar que mis deseos afectivos se han esfumado, pensar que me encuentro en un punto en el que nada pareciera suceder. Me encuentro en una habitación blanca, rodeada de neblina, anestesiada, pero a gusto. Lamento no poder escribir con tanta pasión, sin embargo, me he quedado en un punto pacífico y aburrido.

El tiempo sigue pasando, no he visto a mi abuela en tres meses, no he ido a donde antes disfrutaba ir, no he amanecido en otra ciudad como lo hacía antes de esto. Extraño ir al parque a leer, también me gustaría ir a la sierra, sentir el agua del riachuelo acariciar mis pies. Sin embargo, la oscuridad de la depresión que me ha abandonado, me deja dormir en paz.

Me recuerda el poemario de Carmen Jodra Davó, “Las moras agraces”, poemario que sólo te tenido la fortuna de leer en pedazos puesto que comprar un volumen es excesivamente caro (más de 3000 pesos mexicanos la última vez que lo vi en Amazon, por 62 páginas que le comprenden). Entre los fragmentos que se riegan en internet, se encuentra este, que da la pauta de su literatura:

Hastío

El bello mundo me produce asco.
Si pudiera, lo haría
saltar en pedacitos por los aires,
y con él a mí misma.

Yo no pedí vivir; si Tú me hiciste,
es tu culpa, no la mía.
Atrévete a juzgarme si tu pobre
criatura se suicida.

La poetiza en cuestión falleció hace ya casi un año, su vida se consumió a razón de un cáncer. No podría jamás comparar mi escritura con la de semejante prodigio. No obstante, puedo entender parcialmente lo que es sentir el agua a los aparejos, una furia inconmensurable, un remolino de sentimientos mezclados. Tantos sensaciones como fenómenos climatológicos que quieren emanar como palabras, textos, frases. De aquellos besos anhelados nunca consumados, que nacen como bellas frases, sonetos hermosos, palabras lúcidas. Y así me encuentro reflexionando que en esta ocasión tendré que trabajar en mis textos con una conciencia más forzada, que simplemente dejar que las frases se materialicen ante el tormento interno.

Me acompaña un perro que de literatura no entiende, que sólo ve por jugar con una pelota, subirse a la cama, y comer fruta. Sin embargo, admiro la ternura con la que me mira, con la tranquilidad con la que se posa a mi lado. Y aunque pareciere que mi único contacto humano en estos momentos son lejanamente cuando hago las compras, cuando salgo por medicamento, cuando voy a las guardias del trabajo. Y el contacto con el drama humano, ahora sólo se encuentra en los hilos interminables que encuentro en redes SNS. Y a veces uno anhela sentir el tortuoso dolor sentimental, del cual ahora me encuentro alejada, casi indiferente.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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