Por José Luis Enríquez Guzmán

El 2 de septiembre del 2003 los periódicos de circulación nacional aparecían con encabezados que criticaban el tercer informe de Vicente Fox. Todos los reflectores estaban enfocados al discurso del presidente; no obstante, en el fondo de la primera plana otra noticia reclamaba atención: “Callaron los Ajúas”, “Fallece el ‘Piporro’”, “Adiós al Rey del Taconazo”. Eulalio González falleció a las cuatro de la madrugada el primero de septiembre a causa de un paro respiratorio.

Eulalio tenía una reservación hecha para pasar la noche en la capital, pero inesperadamente decidió cambiar de planes, y tomó un taxi que lo llevó al Aeropuerto de la Ciudad de México para retornar a su casa en Nuevo León. Ya en San Pedro, Garza García, su hija Elvira lo vio llegar a su casa, ya que eran vecinos. Quizá le sorprendió verlo, ya que no lo esperaba sino hasta el día siguiente. Posteriormente, hablaron por teléfono, y acordando que apenas saliera el sol él iría a verla y le contaría cómo estuvo el evento en la capital. Fue ella la que se dio cuenta del deceso, quien se extrañó de no ver a su padre levantado a las antes de las ocho de la mañana, hora habitual a la que se levantaba. Cuando entró a la casa de su padre lo encontró dormido con una expresión tranquila, por lo que dedujo que no sufrió. La frontera norte del país había perdido a su personaje más representativo.

Su hija Elvira estuvo a cargo de los preparativos del funeral. Entre ella y su hermana Eliana vistieron a Eulalio con el atuendo que no sólo acompañó al Piporro, sino también a la figura del norteño: chamarra “cuera” tamaulipeca con flequillos negros y botas. El mismo 1 de septiembre se realizó un funeral íntimo con familiares y amigos cercanos en las salas ovales uno y dos de Capillas Benito M. Flores.

Posteriormente, el 2 septiembre, al son del corrido “Agustín Jaime”, el cuerpo de Eulalio llegó al Teatro de la Ciudad en Monterrey donde, a partir de la 1 de la tarde, cualquiera podría ir a despedirse del “Rey del Taconazo”. La primera guardia de honor la encabezó el gobernador de Nuevo León, Felipe de Jesús Cantú, junto a los cinco hijos de Eulalio. Al funeral acudieron amigos y colegas del Piporro, como María Eugenia Llamas “La Tucita” y  Carlos Díaz Barriga. Quizá por la rapidez con que se organizó todo no hubo gran convocatoria de personalidades del espectáculo. El único “rostro conocido” fue el del actor y cantante Pedro Fernández. Aunado a esto, la presencia del público que acudió a despedirse también fue baja: se calcula que aproximadamente mil personas acudieron a darle el último adiós al Piporro; aunque hubo gente que se quedó afuera del teatro esperando su turno.

Una hora y media después se dio por concluido el homenaje. El cuerpo del Piporro fue trasladado a la Catedral Metropolitana. La caravana paró el tránsito de la Avenida Constitución por más de media hora, entre los integrantes del cortejo, los medios de comunicación y fans que se atrevieron a seguirlos. Cuando el ataúd de Eulalio entró a la Catedral lo hizo acompañado del aplauso de los asistentes, que duró más de un minuto. Después de la misa, la carroza que trasladaba el cuerpo de Eulalio partió con rumbo desconocido, junto con su familia. Ese fue el último adiós que los regiomontanos, y el público en general, le dieron a la figura más representativa del norte. A voluntad de Eulalio sus restos fueron cremados, y depositados en la cripta familiar del Panteón Municipal de Monterrey.

 El norte había perdido a su máximo representante.

¿Qué fue del Piporro?

Usando las palabras del Piporro, este personaje representó “al hombre de provincia que se impone en la capital, no renuncia a ser calificado como provinciano (…)”.El Piporro no reafirmó el papel de norteño en el cine, sino que creó ese personaje que estaba ausente, no sólo del celuloide o de la cultura en general, sino también en el mapa de la República. El “Rey del Taconazo” inventó una idea de lo que eran los norteños, que perdura hasta estos días. Esta caracterización parte del habla, que, en palabras de Carlos Monsiváis, no existía antes de que Eulalio apareciera en el medio, y transformó la idea que lo norteños, específicamente los de Monterrey, tenían de sí mismos, que en la pantalla grande estuvo representado por las estereotípicas imágenes del cine de Estados Unidos.

A pesar de eso, Eulalio nunca reconoció públicamente el legado del Piporro, aunque quizá, en el fondo, no creía que alguien pudiera ser el “heredero” de los pasos y versos del norteño más mexicano. Sin embargo, si hay que buscar a un personaje que, retomando algunos elementos del Piporro, represente al norte, en su contexto, sería la caracterización del actor Joaquín Cossío en la película El Infierno (2010), donde da vida al “Cochiloco”, un narcotraficante del norte del país. Quizá el aumento en la taza delincuencial en el norte del país generó un nuevo estereotipo del habitante del septentrión, que ahora es sinónimo de pertenencia a algún cartel de la droga. Sin embargo, es sólo una interpretación, no un personaje que trascienda la pantalla. No cabe duda que el Piporro fue el último personaje del cine mexicano; los que siguen, son sólo actores.

Todas las expresiones cómicas e histriónicas del norte toman como referencia al Piporro. Pero no sólo las representaciones artísticas, sino los propios norteños tomaron al personaje. El Piporro es el norte de México.  Quizá haya personajes que representen a ciertos grupos de la población, pero ninguno que haya generado la identidad de un grupo de la población. Como dice Jorge Pedraza: “al hablar de la frontera, de inmediato viene a nuestra memoria (…) el Piporro.

Algunos materiales para entrarle al taconazo:

Eulalio González Ramírez, Autobiogr—ajúa y anecdo—-taconario, México, Diana, 1999.

Luis Macualey, Piporro: el norteño que llegó para quedarse, México, Tomo, 2004. (Colección Los grandes mexicanos)

Eulalio González: Piporro. Homenaje, México, La Caja de Cerillos/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Cineteca Nacional de México, 2012.

Luz García Martínez, “Eulalio González, El Piporro. Un personaje de leyenda” en Universo del búho, septiembre del 2005, n° 65

Rodolfo Bucio, “Piporro.com”, en Casa del tiempo, noviembre del 2003, n° 58.

Eduardo de la Vega Alfaro, “El lugar de Eulalio González ‘Piporro’ en la iconografía cómica del cine nacional”, en Corre cámara (sitio web), 2012.

Carlos Monsiváis, “Ahí está el detalle: el habla y el cine de México” en Congresos internacionales de la lengua española (sitio web), 1997.

El Piporro, una leyenda norteña, dirigida por Juan Antonio de la Riva, México, Clío TV, 2003.

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