Una necesaria disculpa

Las intempestivas cuestiones tecnológicas cortaron la mitad del análisis de la obra de Carlos Monsiváis en la entrega pasada. Después de estas palabras, cuya sinonimia conceptual busca expresar una sincera disculpa, procedo a develar si Días de Guardar es histórica o historiográfica.

Días de ¿historiar?

Antes de continuar, huelga mencionar nuevamente qué se entiende por estos conceptos. Una obra “histórica” es aquella que nos permite conocer partes de un proceso del pasado, pero que no necesariamente cuenta con un método que permita fiarnos de la representación que lleva a cabo; por el contrario, por “historiográfica” se entiende una obra cuya principal pretensión es la representación del pasado y sí tiene un método que nos permite conocerlo. Estos dos conceptos no están pensados en valores de “positivo” y “negativo” ni buscan aminorar o exaltar la importancia de los libros.

Como se comentó en la entrega anterior, hablar del pasado no necesariamente asegura historiograficidad; hacer uso de la historia, menos. En Días de Guardar hay un prolongado uso de la historia, que le sirve al autor para explicar los fenómenos que narra. En este sentido, se puede decir que sus crónicas ilustran una parte de un cierto proceso histórico, en este caso, la vida cotidiana de la clase media en la Ciudad de México en la década de los sesenta, que a su vez es parte de un proceso más complejo –incluso global-, como lo fue el Movimiento Estudiantil de 1968. Sin embargo, no alcanza a ser considerada como una obra historiográfica ya que carece de un método riguroso.

¿Qué es lo que le falta a Monsi para ser considerado casi un historiador? En un inicio, sus textos están hechos desde una perspectiva personalista, donde lo que pesa es la visión de un solo personaje; aunado a esto, va la falta de más fuentes que le permitan discutir lo que plantea, aunque en sí, por cómo están hechos los textos, no le interesa llevar a cabo ese cotejo; y por último, el narrador está cerca del acontecimiento, tanto temporal como metodológicamente, al grado de que su participación directa es lo que media su narración. Es decir, su método está más cerca del periodismo y la literatura, específicamente el ensayo literario.

Sin embargo, una parte del libro está dedicada a narrar dos de las marchas más importantes del movimiento: la marcha del rector y la del silencio. En esas crónicas son utilizadas por la historia académica como una obra historiográfica, que sirve para conocer una interpretación del movimiento estudiantil, ya que recurre a más fuentes y analiza más interpretaciones, sobre todo mediáticas, acerca de los orígenes del movimiento. Cabe mencionar que Carlos Monsiváis dedicó buena parte de su trayectoria a hablar del 68. Destaca uno de sus últimos libros, El 68, la tradición de la resistencia,  en el que hace un recorrido por varios aspectos que rodean al movimiento y habla de ese acontecimiento como tal, sin recurrir a sus artilugios literarios; ahora sí, más cerca de la historiografía. El 68… es la precuela historiográfica de una obra histórica, como lo es, en su mayoría, Días de Guardar.

En resumen, Días de Guardar es una obra histórica, con rasgos historiográficos, que nos permite conocer una parte de un proceso casi universal, como lo fueron las revueltas estudiantiles del medio siglo.

Apocalipstick: el adiós del inicio

En las postrimerías de la vida de Carlos Monsiváis salió a la venta Apocalipstick (2008), el último libro de crónicas del autor. ¿Qué cambió entre su primera obra y esta? Por un lado, hay una mayor distancia, tanto metodológica como temporal, entre los hechos que narra. Sin embargo, si en la década de los sesenta era la dicotomía el progreso-atraso lo que dominaba en la Ciudad de México, el nuevo milenio trajo la extensión de lo que al autor venía diciendo desde 1980: la urbe como un caos. La frase que resume esta idea es, de acuerdo con Monsiváis, “la Ciudad de México ya tocó su techo histórico, cualquier cosa que eso signifique”.

En el último libro su método se aleja de la voz única del narrador, dando paso a un coro de voces que acompañan sus crónicas, en parte gracias a la naturaleza de los hechos que narra, el tipo de análisis que realiza y la distancia temporal. Monsiváis se sirve de otras interpretaciones históricas para hablar sobre el crecimiento de la ciudad desde la década de los cuarenta del siglo pasado. El libro no es una mirada retrospectiva con aires de nostalgia en más de un sentido.

El objetivo del autor es demostrar el crecimiento exponencial de la ciudad haciendo un recorrido histórico, desde la llegada del progreso, que de acuerdo con la interpretación de Monsiváis llegó en la década antes mencionada, hasta los primeros años del siglo XXI. De esta forma, el autor nos ofrece una interpretación historiográfica del desarrollo de la capital de la República. Del mismo modo, aun cuando narra acontecimientos que le fueron contemporáneos, como la caravana zapatista, la marcha en contra del desafuero de López Obrador, la representación de la pasión de Cristo en Iztapalapa, el fraude electoral de 1988, etc., considera a estos como parte de un discurso histórico, representado por la idea del desbordamiento del progreso en la ciudad de México.

De esta forma, se puede decir que Apocalipstick es un libro historiográfico que a ratos es histórico; mientras que Días de Guardar es un libro histórico con pinceladas historiográficas. Entre los puntos extremos del inicio y el final de su obra, puede afirmarse, con esta muestra de su trabajo, que Monsiváis pasó de ser un escritor que solamente usaba la historia a hacer historia.

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