
Por Raudel Ávila
Los villanos
Para mí, el villano más completo e insuperable de los cómics es el Guasón, como ya dejé dicho en otra intervención en este portal. No obstante, Superman posee, por derecho propio, una galería de rufianes interesante y divertida. Desde luego que figura en primer lugar Lex Luthor. Advierto, mi Superman favorito en los cómics es el diseñado por John Byrne, y por lo tanto, su versión de Lex Luthor. Debo dar algunos antecedentes. En 1985, DC Comics lanzó al mercado un ejercicio fascinante y hasta el momento inédito en la industria. Destruyó todo su universo en un macro-evento cósmico denominado Crisis en las Tierras Infinitas. Un gigantesco crossover de héroes y villanos como nunca se había visto. El propósito era reiniciar las historias de sus cómics desde el punto de origen, pues ya se acumulaban más de 40 años de continuidad, inconsistencias y universos diferentes que hacían confusa e inasequible la lectura de cualquier revista DC para un niño. Un ejemplo, el Robin original había sido adolescente en la década 1940. Su adolescencia era bastante diferente a la de un joven de los ochentas. Había necesidad de conocer demasiados antecedentes. Además, la competencia de Marvel Comics y de las nuevas caricaturas y cómics japoneses le disputaban el mercado infantil y juvenil a la compañía.
Así que Crisis en las Tierras Infinitas terminó todas las historias de todos los personajes en una especie de apocalipsis de los cómics para crear una tierra nueva donde reiniciarían desde cero en la década de 1980. Crisis en las Tierras Infinitas fue un experimento pionero, fascinante y exitosísimo. Vimos morir por primera vez a super héroes como Barry Allen, uno de los primeros velocistas. Tanto éxito tuvo aquello, que ahora Marvel y DC reproducen y abusan del modelo con excesiva frecuencia. Cada 4 o 5 años hay un evento cósmico que destruye todo el universo y vuelven a empezar para darle oportunidad a nuevos guionistas y dibujantes. No obstante, insisto en que Crisis en las Tierras Infinitas fue tan novedosa que, eventualmente, nos permitió descubrir reinvenciones originalísimas de los súper héroes clásicos como en Batman: Year One de Frank Miller o en la mini serie The Man of Steel (El Hombre de Acero) de John Byrne, donde este dibujante y guionista relanzó a Superman.
Decía pues, que, quizá por razones generacionales, éste de Byrne es mi Superman predilecto. En una mini serie de 6 números, con la pasión del niño que leía cómics de Superman en la década de 1960 y escuchaba la radionovela de Superman en retransmisiones de la BBC, Byrne, curiosamente británico y no estadounidense, reinventó la mitología completa, incluido el villano principal. Logró modernizar y refrescar todo el elenco de Superman, inspirado en el gigantesco éxito hollywoodense de la película Superman en 1978, protagonizada por Christopher Reeve. Lex Luthor ya no sería un científico loco (probablemente retratado así en los viejos cómics en recuerdo de los malvados científicos y médicos nazis que experimentaban con prisioneros judíos en los campos de concentración) ni un súper villano con trajes especiales como en la caricatura setentera de los Súper Amigos. Byrne lo representaba como un exitosísimo magnate, un adinerado empresario, propietario de media Metrópolis (la ciudad donde ocurren las aventuras de Superman), con numerosos nexos legales y no tanto en la política y cualquier círculo de poder.
Luthor ahora sería un intelectual de primer orden, hombre refinado, políglota y cosmopolita, un casanova de gustos exquisitos en comida, bebida y bellas artes. Un estratega de los negocios, asesor y socio comercial lo mismo de líderes militares que estadistas. Rodeado siempre de celebridades del deporte, los espectáculos y las artes, Luthor era el auténtico súper hombre americano… hasta que aparece Superman. En el número 4 de The Man of Steel, el Luthor de Byrne contrata unos terroristas para enfrentar a Superman y evaluar las habilidades de su oponente. Luthor no se manchará las manos en un combate con el hombre de acero, lo vencerá utilizando sus prodigiosas capacidades mentales. Cuando se da cuenta de los alcances de Superman, quien logra derrotar a los terroristas, Luthor le ofrece un soborno. Quiere que trabaje para él a cambio de un sueldo desproporcionado. Superman desde luego se rehúsa y Luthor descubre que Lois Lane, la sagaz reportera del diario El Planeta, la única mujer a quien no ha podido conquistar, está enamorada de Superman.

Luthor tiene todo, menos súper poderes y a Lois Lane, de modo que desarrolla una envidia profunda contra el kriptoniano. La rivalidad entre ambos ya no era un asunto sin sentido como en las viejas caricaturas, sino que se vuelve un tema de complejos psicológicos con una explicación racional. Por eso, para mí, entre todas las adaptaciones radiofónicas, animadas, televisivas y cinematográficas, es el mejor Lex Luthor, por ser el más realista. Es menos una caricatura y más un retrato de los males y problemas de la década de 1980, cuando las nuevas doctrinas económicas del presidente Reagan en Estados Unidos le estaban dando un poder hasta entonces desconocido a los grandes empresarios en todos los terrenos de la vida pública. El nuevo Luthor es la imagen del poder del neoliberalismo, el hombre de dinero que reúne todos los bienes y privilegios, la representación misma del éxito integral pero que produce una desigualdad inusitada. En el caso de Luthor contra Clark Kent es la rivalidad entre el citadino sofisticado y supuestamente el provinciano bonachón. Si bien Luthor es el patrocinador de abundantes obras filantrópicas, es también el poder detrás del poder en Metropolis y en Estados Unidos. Es el intelecto superior de DC Comics, cuyo único rival en capacidades cerebrales es Bruce Wayne/Batman, curiosamente otro empresario multimillonario.
De ahí que, si bien ha tenido numerosos intérpretes de mucha calidad en la pantalla chica y en la grande, para mí el mejor Luthor que ha producido Hollywood es Michael Rosenbaum, el de la serie de tv Smallville. Ubicada en los años juveniles de Superman, el Luthor que observamos ahí es un joven de capacidades intelectuales fuera de serie, que quiere usar su maravilloso cerebro para el bien, pero a quien eventualmente la concentración de poder y la envidia contra Superman lo corrompen. Eso es un villano que tiene sentido, no un científico loco que en lugar de desarrollar inventos para ganar dinero o ayudar a la humanidad, emplea todo su tiempo, inexplicablemente, en tentativas de asesinato de Superman.
Otro villano muy importante de la mitología de Superman es Brainiac, una inteligencia artificial kriptoniana que almacena todo el conocimiento del universo y por razones inexplicables quiere destruir a Superman, pues se trata de “el último hijo de Kriptón.” En algunas versiones, Brainiac fue creado por Kal-El, el padre kriptoniano de Superman. La historia clásica de la creación que se vuelve contra su creador o adopta características inesperadas. En la caricatura de la década de 1990, Superman the Animated Series, Brainiac es incluso el verdadero responsable de la destrucción de Kriptón y recorre el universo buscando coleccionar el conocimiento de todos los planetas.
Nótese, Brainiac es la expresión utilizada en inglés para referirse despectivamente a los intelectuales, algo así como “cerebrito.” He escuchado (¿leído?) dos explicaciones diferentes para esto, no sé cuál sea la correcta o si se trata de una mezcla de ambas. La primera es que Brainiac es una especie de reinvención y homenaje al Frankestein de Mary Shelley. La segunda es que se trata de otra versión del rechazo de los migrantes en Estados Unidos contra los intelectuales de sus países de origen que apoyaron las dictaduras totalitarias y callaron ante sus excesos. El gran historiador Richard Hofstadter ganó en 1963 el premio Pulitzer por su libro Anti-intelectualismo en la vida estadounidense ofrecía una explicación muy profunda sobre este sentimiento contra los intelectuales entre los norteamericanos. En cualquier caso, resulta muy llamativo que los principales enemigos de Superman sean dos intelectuales. Hasta en eso, Superman es muy estadounidense.
Finalmente, aunque hay muchos otros, el último villano que me interesa destacar es el general Zod. Éste es un militar corrupto de Kriptón que detestaba a Jor-El, padre biológico de Superman. Zod deseaba asumir el control político de su planeta, pues gana poder conforme los kriptonianos le confían cada vez más tareas conforme se registran varias crisis. Zod hubiera conseguido el dominio total de no ser porque Jor-El lo impidió y terminó por desterrarlo a una especie de dimensión paralela llamada la Zona Fantasma, la cárcel de máxima seguridad de Kriptón. Como Zod está encarcelado ahí cuando Kriptón es destruido, logra escapar de la Zona Fantasma varios años más tarde y busca a Superman, para conseguir venganza contra Jor-El en su hijo Kal-El. Zod es una representación evidentísima y aterradora de cómo en todas las dictaduras europeas de la época, los generales van ganando poder hasta desplazar completamente a los civiles y establecer una autocracia.
El elenco de acompañamiento
Jimmy Olsen es un adolescente fotógrafo, tímido y un poco estúpido que acompaña a Lois Lane en todos sus reportajes del diario El Planeta. Él complementa los textos de Lane con buenas fotografías de los acontecimientos periodísticos. En numerosos comics y adaptaciones, Clark Kent desarrolla una amistad con Olsen que raya en la mentoría del adulto que alecciona al joven. Olsen solía ser durante varias décadas un personaje secundario bastante menor. Si bien era el mejor amigo humano de Superman, muchas veces no pasaba de ser una víctima necesitada de rescate en la trama de las aventuras del kriptoniano. En los últimos años, el personaje ganó profundidad y es más desenvuelto, con historias propias. Según la versión que nos guste, ha sido novio de Súper chica o ha llegado a ser él mismo un gran reportero. Creo que mi versión favorita de este personaje es precisamente la que aparece en la nueva serie de televisión de Supergirl.

En segundo lugar, Perry White. Una especie de periodista legendario entre los de su profesión, un reportero intrépido que persiguió las noticias de joven y logró grandes primicias denunciando la corrupción en Metropolis, su ciudad. Fue tal su prestigio que pasó de ser un gran reportero a director del periódico El Planeta. Ya en su vejez se vuelve un viejo un poco cascarrabias, pero de buen corazón. Definitivamente su mejor representación se dio en la serie de televisión noventera Lois and Clark: The New Adventures of Superman, donde lo interpretaba Lane Smith. Smith era un admirador apasionado de Elvis Presley, y relacionaba todo con la vida de “el rey” del rocanrol en sus diálogos de la serie. Tanto se identificó a Elvis Presley con ese Perry White, que después el Perry White de los cómics fue rediseñado para tener esa misma afición por Elvis.
En tercer lugar, los papás terrestres de Superman. En la versión de John Byrne y sucesivas, Jonathan y Martha Kent son dos granjeros generosos y muy bien intencionados de Kansas que fueron activistas del movimiento de derechos civiles en favor de la población afroamericana en los años 60 y como buenos hippies de la izquierda estadounidense añoraban adoptar un niño. Lo crían eso sí, en los valores típicamente americanos y con esa sencillez un poco ingenua del estadounidense sureño. Sirven de respaldo moral para Superman en las decisiones difíciles que debe tomar a lo largo de sus aventuras. Para mi gusto, Eddie Jones y K. Callan los interpretaron magistralmente en la serie Lois and Clark: The New Adventures of Superman en los años noventa.
Continuará…
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