Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges
Una voz grita en el desierto:
preparen el camino del Señor[...]
Evangelio de San Marcos.

La parodia, la sátira y el sarcasmo son particularidades que siempre podemos atribuir a la prosa de distintos escritores, pero que además esa diatriba este escondida detrás de un bagaje cultural y una enorme belleza literaria tan finamente hiladas que difícilmente podríamos localizarlas dentro del texto, es algo que pocos escritores pueden lograr. Jorge Luis Borges me parece, no uno de los escritores, sino EL escritor que consolidó este estilo literario, por lo menos, en la época contemporánea. Acaso ¿es Borges el primer standupero que, valiéndose de su pertrecho cultural y manejo del lenguaje, ironiza la vida de la sociedad de su época? Incluso más allá, pues sus textos reflejan las carencias de nuestras sociedades actuales.

Es en El Evangelio según Marcos[1] en donde Borges pone de manifiesto el retroceso social al que se incurre con los fanatismos; en el caso concreto del cuento, el fanatismo religioso. En este texto, Borges representa la evolución social a través de dos líneas del tiempo que caminan en sentido opuesto hasta encontrarse en un punto. Por una parte, tenemos a Baltasar Espinosa, estudiante de medicina de treinta y tres años, poseído de una bondad casi ilimitada, un desprendimiento mundano casi inhumano, instruido en ciencias y librepensador, pero al mismo tiempo comprometido con sus rutinas religiosas. Espinosa es invitado por su primo a veranear en Los Álamos y ahí conoce a los Gutres. Los Gutres eran los sirvientes de la casa grande y eran tres: El padre, quien era el capataz de la estancia, un hijo y una hija,

Según los describe el texto, los Gutres parecían de facciones hoscas e incluso, me atrevo a decir, un poco cavernícolas. El narrador hace hincapié en que “casi no hablaban”[2]. Enmarca esta situación porque una de las características que diferencia al ser humano de otras especies es la creación de un sistema de lenguaje. Cuando el narrador se refiere a los Gutres, los describe como personas que han aprendido de la naturaleza, como cualquier especie salvaje que aprende a guiarse con su entorno.

Después de algunos días de haber llegado a Los Álamos, el primo de Espinosa debe ausentarse, en la estancia se queda Espinosa con los tres Gutres. Por esos días comienzan las fuertes lluvias, lluvias diluviales en la región que terminan con los aposentos de los Gutres, así que, Espinosa termina por asignarles un cuarto dentro de la casa grande, pues, en su infinita bondad, no podía permitir que esas tres personas vivieran a la intemperie.

El narrador relata como en poco tiempo, las cuatro personas que habitaban temporalmente la casa comenzaron a acercarse al grado comer juntos en el comedor principal, aunque, generalmente no había diálogo entre ellos ya que los Gutres, a pesar de estar instruidos en los quehaceres del campo y la sobrevivencia en el mismo, no eran capaces de explicar ni compartir este conocimiento. Tal como bestias salvajes, así los describe el narrador: “Los gauchos suelen ignorar por igual el año en el que nacieron y el nombre de quien los engendró”[3].

Para entonces Espinosa ya lucía una crecida y abundante barba y como en una premonición, comienza a sentir nostalgia de los lugares a los nunca iría, así es como el narrador lo describe, pero ¿por qué no iría él a esos lugares? ¿Acaso, el protagonista, hombre pensante y razonante, en extremo bondadoso, de treinta y tres años y barba crecida ahora también era profeta?

Cierto día, Espinosa encuentra una Biblia en cuyas páginas finales aparecía el nombre de los antiguos dueños, los Guthrie, el nombre genuino de los Gutres. En la biblia se encontraba escrita de las misteriosas personas que ahora le servían. Al parecer provenían de Inverness y se habían instalado en ese lugar como peones y comenzaron a extender su estirpe con los indios. Al parecer en algún proceso de involución, las generaciones siguientes habían olvidado el inglés y hasta el castellano, pero no el fanatismo propio de el entorno en el que crecieron.

Espinosa, ahora predicador, se dispuso a leerles la Biblia. Comenzó con el Evangelio según Marcos. Los Gutres a quienes nada de la ciencia les interesó, empezaron a poner especial atención en aquel relato casi metafísico, al grado de pedirle que lo releyera a la noche siguiente y a la siguiente. Parecía haber, en esas palabras místicas algo que les atraía. Los Gutres comenzaron a seguir a Espinosa como fieles súbditos, hablaban bien de él, parecía que era su redentor.

Pronto los Gutres comenzaron a cuestionar sobre el Evangelio que les había leído. Preguntaban qué era el infierno, si Jesús murió para salvarlos a todos y si también había salvado y perdonado a los romanos que lo habían crucificado. Espinosa contestó diligentemente sus preguntas sin saber que así estaba sellando su destino y cumpliendo su nostálgica premonición. En su fanatismo, los Gutres, habían otorgado a Espinosa el papel de Jesús el nazareno y en su imaginación debían reconstruir la historia del Evangelio y sólo así serían salvados, perdonados e irían al paraíso.

Los Gutres, arrancaron las vigas del galpón y armaron una cruz; Borges describe la escena como el concilio de la criucifixión: “Los tres lo había seguido. Hincados en el piso de piedra le pidieron la bendición. Después lo maldijeron, lo escupieron y lo empujaron hasta el fondo. La muchacha lloraba. […] El galpón estaba sin techo; había arrancado las vigas para construir la Cruz”[4]

Borges nos muestra a través de estas dos líneas del tiempo, la evolución que sigue su curso hacia adelante, representada por quien pareciera el homónimo del nazareno. Por otra parte, la involución cuyo curso de acción es en sentido contrario al de la evolución, representado por los Gutres, quienes parecen haber involucionado al homo erectus. Así mismo nos evidencia cómo la involución termina por exterminar a la evolución. Es quizás la más clara explicación de cómo pasamos de la erudición en las artes y la ciencia que propinaban los griegos a la época del oscurantismo en el que nos sumimos durante la edad media.

Finalmente, Borges nos ofrece una advertencia al respecto: “También se le ocurrió que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota”[5]. A manera de hechizo, el autor nos augura, nuevamente, el eterno retorno de lo idéntico nietzscheano. La repetición infinita de los mismos actos en la historia de la humanidad.


[1] Borges, Jorge Luis. (2012). El informe Brodie. DEBOLSILLO. México.

[2] Ídem. Pág. 145

[3] Ídem. Pág. 147

[4]Ídem. Pág. 153

[5] Ídem. Pág. 150

Por Paola Licea

Soy amante de las letras y de los pensamientos. Licenciada en APOU Candidata a Mtra. En Humanidades

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