
A diferencia de los tres cuentos que anteriormente he reseƱado sobre el inagotable Jorge Luis Borges, La casa de Asterión es uno de sus textos mĆ”s conocidos, estudiados y analizados por la crĆtica. Se le ha atribuido incontables intertextualides, se han escrito pĆ”ginas y pĆ”ginas sobre el simbolismo que representan los elementos situados en el texto y a las intenciones del argentino, al escribir algo asĆ. Es por lo que sĆ© lo humilde y escueto que puede llegar a ser el presente ensayo, sin embargo, La casa de Asterión es el primer cuento borgiano que llega a mis manos y a travĆ©s del cual me enamoro del autor. PerdonarĆ”n ustedes lo emocional de mi narrativa y la exaltada hipĆ©rbole que acompaƱa mis palabras, pero cuando se lee a Borges, ĀæquiĆ©n pude no amar al Minotauro?
Con anterioridad he hablado acerca de particularidades que caracterizan la prosa de Borges tales como su escrupulosa ambigüedad sĆ”tira, el increĆble bagaje cultural con el que sus textos son construidos, esa forma Ćŗnica de volver al lector una parte fundamental de la trama, su atinada predicción sobre la conducta humana y su incansable intento por mostrar que toda situación tiene, cuando menos, dos caras. Dicho esto, quiero centralizar mis esfuerzos en evidenciar la belleza con la que Borges escribe este cuento que, sin duda alguna, reĆŗne las singularidades antes mencionadas y las vierte en el personaje de Asterión para exponer al lector, mĆ”s acertadamente que cualquier concepto o libro de teorĆa, la noción de otredad.
La casa de Asterión es un cuento cuyo objetivo es desterritorializar el mito del Minotauro porque Borges tiene la clara visión de que todos somo como el Minotauro, pero Āæpor quĆ© no titula el cuento La casa del Minotauro? SerĆa mucho mĆ”s sencillo si lo hiciera, todos sabrĆamos bajo quĆ© contexto deberĆamos estar situando la historia y es quizĆ”s por eso que Borges elige otro nombre. El autor nos ofrece un giro copernicano, un cambio de perspectiva acerca del monstruo y lo llama Asterión, para que la percepción del lector comience de cero y no tras el velo del mito que se ha contado desde los griegos.
Como sabemos, Borges es un detective increĆble y sabe elegir las pistas correctas y los lugares adecuados dónde colocarlas dentro de la escena. El mismo nombre Asterión, es ya un indicio que nos lleva a la historia del Minotauro. Asterión es nieto de Helio, quien personifica al astro rey. Borges se encargarĆ” de hacĆ©rselo saber al lector, pĆ”rrafos mĆ”s adelante: ā[ā¦] pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: el intrincado sol; abajo, Asteriónā (Borges, 2014). Muestra a Asterión como el reflejo de su abuelo, Helio. Otra pista que nos ofrece es el epĆgrafe, que tiene dos objetivos: hacernos saber el contexto en el cual se encuentra encerrado el relato y, mĆ”s adelante, ayudarĆ” al protagonista a conformarse como el Otro, pero ĀæquiĆ©n es el Otro?
Existen dos concepciones dentro de la otredad que, paradójicamente, se contraponen al mismo tiempo que se dan sentido. En la primera concepción, el Otro es el medio por el que me identifico, es decir, sĆ© que soy un ser humano a travĆ©s de mi espejo inmediato que es otro ser humano. En un ejemplo muy prĆ”ctico: TarzĆ”n se sabe diferente de los gorilas, porque su aspecto, capacidades fĆsicas e intelectuales son diferentes de las que ostentan los gorilas, sin embargo, no es hasta el momento en el que conoce a Jane, que se reconoce humano. Asterión, no puede reconocerse en nadie mĆ”s: āEl hecho es que soy Ćŗnicoā (Borges, 2014). CuĆ”nta soledad encierra Borges en esta corta frase, no existe en el mundo nadie como Asterión, esta solo en esta vida.
Desde este primer enfoque Borges comienza a trazar las similitudes entre Asterión y cualquier ser humano, todos nos hemos sentido solos e incomprendidos, es bajo la sombra de este sentimiento que el vocablo āĆŗnicoā es utilizado no sólo para nombra lo extraordinario, sino lo que estĆ” fuera de lo comĆŗn. Y este āfuera de lo comĆŗnā nos lleva a la segunda concepción de la Otredad, en la cual, esta noción se usa para definir lo que es diferente del resto, diferente de lo comĆŗn y, aunque no es una regla, generalmente se utiliza para discriminar y seƱalar todo aquello que es āanormalā.
Es asĆ como las primeras lĆneas del texto: āSĆ© que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropĆa, y tal vez de locuraā (Borges, 2014), es el mismo Asterión el que se conforma como el Otro, el diferente. Este inicio encierra, en sĆ mismo, una encrucijada. Primeramente, es Asterión quiĆ©n se sabe diferente es decir soberbio, misĆ”ntropo y loco, caracterĆsticas apremiantes del Otro, del anormal y usa una negación de la afirmación para dar fe de esto que Ć©l sabe: āNo en vano fue una reina mi madre, no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quieraā (Borges, 2014). Es en este punto donde podemos ver cómo se une el epĆgrafe al hilo de la historia y a la autoafirmación de Asterión como aquel que ha nacido diferente.
Borges esboza nuevamente uno de los grandes males de la humanidad el hecho de pensarnos, sentirnos y sabernos diferentes del resto es lo que ha construido brechas sociales que hoy parecen insalvables. El autor retoma esta percepción cultural de lo āanormalā al hablar de ese miedo que Asterión, el hijo de una reina, sentĆa por el ser humano: ā[ā¦] algĆŗn atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volvĆ, lo hice por el temor que me infunden las caras de la plebe, caras desconocidas y aplanadas como la mano abiertaā (Borges, 2014). Ese temor que siente Asterión no estĆ” fundado en el daƱo que le puedan infringir, fĆsicamente, los seres humanos, sino que, reconoce en ellos la maldad, la crueldad y lo inhumano de lo que sólo el ser humano es capaz. Por otra parte, Borges logra realizar un ejercicio prĆ”ctico de la noción de otredad, al referirse a la ācaras aplanadasā nos esta ofreciendo la oportunidad de hacernos una idea de la apariencia fĆsica del Asterión a travĆ©s de aquello que no es, es decir, el no tiene una cara plana y por eso le causa horror. A veces la literatura nos acerca mĆ”s al entendimiento de algunos conceptos que la teorĆa; la literatura es una forma de experimentar el mundo, es una forma de āserā en el mundo.
En La casa de Asterión, Borges plasma una frase que me parece, es tambiĆ©n una idea recurrente en sus textos y es la del sentimiento de insuficiencia del lenguaje. Borges expresa en mĆ”s de un cuento que el lenguaje no alcanza para aterrizar, para comprender y aprehender ciertas cosas: āNo me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escrituraā (Borges, 2014). Algo similar escribe en el cuento El Aleph, respecto al tema, pero no nos detendremos en este aspecto, por ahora, porque este ensayo se volverĆa una tesis.
Como todos los seres humanos, Asterión trata de evadirse de la realidad que lo desborda y lo consume, inventa juegos para no pensar en su situación y con una hermosa prosa Borges nos plantea la mĆ”s triste de las soledades: āPero de tantos juegos, el que prefiero es el del otro Asteriónā (Borges, 2014). Asterión inventa a otro como Ć©l, a su imagen y semejanza, construye a otro partiendo de sĆ mismo, porque asĆ ya no estĆ” solo, porque hay otro como Ć©l, otro que lo acompaƱa. Tal vez, Borges trata de plasmar y al mismo tiempo desmitificar una de las principales causas de la creación de los colectivos en las sociedades humanas. Aquellos que se sienten diferentes buscan a su Otro, en un sentido de espejo, buscan poder verse reflejados y dejar de sentirse solos, diferentes, Ćŗnicos.
Casi para concluir el cuento, Asterión nos muestra un panorama de su casa:
Todas las partes de la casa estƔn muchas veces, cualquier lugar es otro lugar.
No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre: son catorce (son infinitos) los pesebres, los abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaƱo del mundo; mejor dicho, es el mundo. (Borges, 2014)
A travĆ©s de la descripción de la casa, Borges trae a cuenta la figura del laberinto que da esa sensación del infinito y repetición, particularidades que son una constante en su estilo. Esa repetición de las infinitas galerĆas da lugar a la desorientación, tal parece que ese laberinto simboliza la vida humana, la psique humana esa que Sigmund Freud siempre metaforizó como una casa llena de habitaciones en las que nos sentimos perdidos.
Por otra parte, la casa parece confirmar la condición de otredad de Asterión al ser descrita como Ćŗnica en el mundo: āAsĆ mismo hallarĆ” una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida)ā (Borges, 2014). TambiĆ©n, a travĆ©s de la casa, se exalta la soledad en que vivĆa Asterión, es una casa cuyo nĆŗmero de puertas es infinito y siempre āestĆ”n abiertas dĆa y noche a los hombres y tambiĆ©n a los animalesā (Borges, 2014). EstĆ”n abiertas, es cierto, pero nadie quiere entrar y Asterión no quiere salir, no es exagerado decir que la casa es tambiĆ©n una tumba. Esta idea se refuerza cuando Asterión relata que cada nueve aƱos, nueve hombres entraban a la casa e intentaban matarlo y terminaban muertos. Conocemos el final del Minotauro, asĆ que la casa es una tumba gigante en donde caben esos nueve hombres y tambiĆ©n Asterión.
Con respecto a la concepción que Asterión tiene acerca de la vida y la muerte, puede decirse que Borges ofrece una resignificación de conceptos, cuando Asterión dice, al respecto de la visita de estos nueve hombres: ā[ā¦] para que yo los libere de todo malā (Borges, 2014). El autor trata de invertir los papeles de la dicotomĆa vida-muerte y considera a la vida un mal y la muerte su remedio. Esto nos lleva a la parte final del texto en la cual Asterión sabe, por boca de uno de los nueve muertos, que hay una profecĆa que asegura que existe alguien que va a matarlo, ese alguien es a quien Asterión llama su āredentorā, porque lo liberarĆ” de ese terrible mal que es la vida; āDesde entonces no me duele la soledad, por que sĆ© que vive mi redentor [ā¦]ā (Borges, 2014). PodrĆa considerarse a la muerte como redentora de todas aquellas personas que se sienten solas, Ćŗnicas en el mundo, sin la empatĆa de sus semejantes, Borges describe un episodio increĆblemente melancólico que bien podrĆa interpelar a todos y cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta.
La voz de Asterión se levanta en una sĆŗplica para su creador, muy al estilo católico: āOjalĆ” me lleve a un lugar con menos galerĆas y menos puertasā dice al pensar en su propia muerte. Tal vez espera el paraĆso prometido, ese que estĆ” lejos de la soledad, de la angustia, del dolor y del miedo. Finalmente, Asterión se pregunta si su redentor vendrĆ” a salvarlo incluso de su propia otredad: āĀæCómo serĆ” mi redentor?, me pregunto. ĀæSerĆ” un toro o un hombre? ĀæSerĆ” tal vez un toro con cara de hombre? ĀæO serĆ” como yo?ā (Borges, 2014). Este en este momento de la historia y no antes que Borges le dice explĆcitamente al lector que Asterión no es otro que el Minotauro, ese monstruo que como muchos de nosotros estĆ” buscando a otro igual a Ć©l, para dejar de ser Ćŗnico.
La frase con la que concluye el cuento es mĆ”s que elocuente, guarda en sus palabras el sentir del melancólico, del depresivo, del suicida, de todas esas personas que han sido duramente juzgadas por los ānormalesā, de aquellas y aquellos que ya no se defienden de la vida, de las otras personas, de nada, de nadie: ā-ĀæLo creerĆ”s, Ariadna?- dijo Teseo-. El Minotauro apenas se defendió.ā (Borges, 2014).
Es tal vez esta lectura la que nos permite ver con otros ojos a cada monstruo que la vida nos presenta, escuchar al Otro, ver la Otro, sabernos el Otro y comprender que, si alguien sufre como yo, llora como yo, entonces no estamos tan solos en este agotador laberinto que es la vida. Basta dejar de estar ensimismados en nuestra propia casa infinita buscando con cada acto a la muerte redentora y voltear a ver al Otro para sentirnos comunidad, una vez mÔs. Este el es hermoso llamado de Borges a ser empÔticos con nuestros prójimos, con aquellos que al igual que yo, son Asteriones.
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