
Por: Adrián Lobo / Hospital incurable
Un anuncio hecho por el presidente de la República me causó una emoción que no recuerdo haber experimentado ante un suceso así. Se trata de la llamada federalización de los servicios de salud. Me emocionó por todo lo que significa y porque es el emprendimiento de una acción de enormes proporciones cuyos resultados pueden tener grandes alcances en lo político, en lo económico y en lo social. Como sucede con todos los grandes cambios, se enfrentan ahora grandes resistencias, y no tiene nada que ver con política, sino con la física: se conoce como inercia. Esas resistencias son de la misma clase de los posibles beneficios, esto es, que hay intereses políticos, económicos y quizá sociales (tal vez los menos, pero creo que sí los hay) que se oponen. Esto es, que son iguales pero de sentido contrario.
Para mí todo parece indicar que la cosa va marchando, y bien encaminada. Aunque con una lentitud desesperante que es comprensible porque es mucho lo que hay que arreglar en el gobierno. Básicamente todo. A mi parecer los pasos dados han sido firmes, y pongo como ejemplo la desaparición del Seguro Popular en favor del INSABI a partir del 1° de enero del 2020. Aunque al menos aquí en Oaxaca se oficializó con la firma del acuerdo correspondiente apenas en agosto pasado.
Hace casi un año, en noviembre del 2019, ocurrió algo que fue muy bien recibido por los trabajadores de la salud: un aumento de sueldo. Fue percibido como bien merecido. Uno más se anunció para hacerse efectivo en esta segunda quincena de octubre con carácter retroactivo a enero, derivado de la instrucción del nuevo instituto en el sentido de recalcular los tabuladores salariales vigentes. Así es que vamos bien de alguna manera. Aunque del primer aumento los eventuales no percibimos nada y del segundo seguramente tampoco nos beneficiaremos, así como no nos tomaron en cuenta para el llamado “Bono COVID”. De todo eso no nos ha tocado un centavo. Siento algo de envidia, no lo niego, pero no puedo dejar de alegrarme por mis compañeros.
Pero no se puede tener todo en ésta vida, ya lo sabemos, nada es perfecto. En el H.G.D.A.V. había una pequeña oficina, un cubículo en realidad, llamado “Gestoría médica”. Ahí la encomienda era la realización de tareas administrativas relacionadas con la atención a los afiliados al seguro popular, como autorizar la compra de medicamentos o la realización de diversos estudios. Pero como justo el día primero del año dicha institución desapareció en favor del flamante INSABI, ¡pues adiós Gestoría médica!
¡Qué mal! Allí trabajaba una joven médica, chaparrita y delgada, de cabello negro, largo y rizado, tan competente, eficiente y comprometida con su trabajo que hasta daba gusto acudir a ella para resolver algún asunto. No era de esas personas que con fastidio te envían a otro lado, a dar vueltas para continuar con el trámite, sino que es de las que no temen abandonar su asiento para acompañarte a donde sea y pelearse con quien se tenga que pelear con tal de resolver favorablemente la cuestión. Su trato a los usuarios y compañeros de trabajo siempre fue el mejor. A donde sea que haya ido le deseo solamente lo mejor. Y es que no menos de 300 compañeros, supongo que con la categoría de “eventuales”, que laboraban en cuestiones relacionadas con el extinto Seguro Popular, lamentablemente perdieron su trabajo, con la excusa de siempre: “limitantes presupuestales”.
Las primeras semanas del año hubo confusión, nadie sabía nada, había procedimientos que no estaban claros, como por ejemplo el asunto de la famosa póliza del seguro popular, la cual había sido un requisito presentar al momento de solicitar la atención. Parecía lógico pensar que con el cambio de régimen dicho documento se hacía innecesario y obsoleto pero en muchos casos se seguía solicitando a los usuarios, lo que dio pie a que a algunos los enviaran a una especie de limbo:
—Mire, tiene que ir al módulo de gestoría médica —interviene un subalterno, en voz baja.
—Ejem… ¡gestoría médica desapareció!
—¿Qué? ¿Que quién no se bañó? —Subalterno, alzando la voz exasperado.
—¡Que gestoría médica desapareció!
—¡Ah, bueno! Pero no te enojes… ¿Y luego…?
—¡No sé! Que pase a la caja…
Y es que bueno, si no la casa pierde… todo cuesta y aunque el INSABI tiene un presupuesto de sepetecientos miles de millones de pesos parece que aquí no se había visto un centavo. Así es que primero cobro y después averiguo, ¡qué caray! Pero eso no es nuevo, con seguro popular o sin él los cobros se han aplicado, creo que siempre. Puedo decir que hasta hace algún tiempo en lo personal sentía cierto orgullo de ver en la entrada del servicio de valoración crítica un letrero que decía más o menos así:
“Toda atención a mujeres embarazadas se brinda sin costo.”
Palabras más, palabras menos. Pero en algún momento ese cartel desapareció. Y desde entonces no lo he vuelto a ver. Noté su pérdida un día en que la representante de la R.O.M. (Red Obstétrica Metropolitana) le indicó a una señora que llegó a solicitar la atención, que debía primero pasar a la caja. Recuerdo que utilizó un eufemismo: “pida un recibo”, le dijo, cuando en realidad el mensaje fue “primero pague la consulta”. En ese momento recordé que había visto el letrero del que hablaba antes, pero por más que lo busqué no pude dar con él. Y eso ocurrió mucho antes de que se anunciara la creación del nuevo instituto, cuando el Seguro Popular estaba en pleno.
Todo se vuelve más personal para mí con el tema de la situación laboral de los trabajadores eventuales. Si bien el presidente dijo que es una anomalía que debe corregirse, desafortunadamente no ha dicho todavía exactamente cuándo y cómo. Y, mucho ojo, no ha dicho nada sobre formalizados y regularizados. Hasta me pregunto si tiene conocimiento de que existen esas categorías.

En el sindicato (el S.N.T.S.A.), al menos en lo que corresponde a Oaxaca, dicen que contrariamente a lo que entendimos o creemos (¡y queremos!) entender los trabajadores eventuales, la federalización de los servicios de salud no implica necesariamente el otorgamiento de plazas de base para nosotros.
Y en este punto se desatan un sinfín de especulaciones, rumores, temores y la paranoia, porque algunos trabajadores creemos, con fundadas razones, que lo que se está gestando al interior de los servicios de salud de Oaxaca en contubernio con la sección 35 del S.N.T.S.A. (quizá sólo sea cosa del sindicato) es ni más ni menos que una celada para cometer un despojo subrepticio (o no tanto) de esas supuestas plazas con la finalidad de beneficiar al personal sindicalizado que actualmente tiene estatus de “formalizado” y “regularizado”, lo cual sería una injusticia monumental. Y además lo han puesto por escrito.
¿Con qué argumentos pretenden quedarse con esas supuestas bases? Pues el principal es que ellos tienen más antigüedad y de alguna manera retorcida les corresponden, usted sabe, por el bendito escalafón. Dicen además que las denominaciones “Formalizado” y “Regularizado”, que supuestamente se inventó la Secretaría de Salud estatal para —según ellos— diferenciar el origen de los recursos con los que se cubre su sueldo, no están reconocidas a nivel federal y técnicamente serían “eventuales” de mayor antigüedad. Así es que se escudan en una cuestión puramente semántica o técnica para beneficiarse.
No son más que falacias, porque ellos tienen un nombramiento, cosa que los verdaderos eventuales carecemos. Y además el contrato que tienen es por tiempo indefinido (el del personal de base supongo que es permanente o quizá de duración indefinida). Lo cual es contrario a un contrato por un periodo determinado como el que tenemos aquellos que de verdad somos eventuales. Así es que en resumidas cuentas no lo son.
Para mí eso es un jaque mate y cualquier artimaña con la que pretendan pasar sobre ese argumento no podría ser más que una canallada ya que sus alegatos carecen de sustento y el derecho que creen tener no existe. Deberían aceptar que a ellos en su momento y en su circunstancia les tocó cierto trato y ahora a nosotros nos ha tocado uno diferente porque es otro momento y otra circunstancia, es simple.
Creo además que en el proceso de modificar el estatus laboral de los eventuales no debería meter sus narices ningún sindicato toda vez que no somos sindicalizados.Es un asunto entre el patrón y el trabajador que no compete a nadie más. Además, en el S.T.N.S.A. nunca nos han querido, han dicho que nos apoyan, pero ha sido solamente eso: dichos. Estoy seguro de que si tuvieran que elegir entre apoyarnos y tener contentos a sus afiliados, nos harían a un lado y tomarían la segunda alternativa. En el caso del F.N.T.S.R.M., sí aceptan afiliar a personal eventual, de honorarios y de confianza, pero desconozco cuál es su alcance real, qué tanta fuerza tienen y si de alguna manera se verían en el mismo dilema que el S.N.T.S.A.
De cualquier manera espero que desde la presidencia de la república se dé la instrucción de que así se haga, sin intermediarios. Me parece que AMLO no es partidario de que intervengan terceras personas en asuntos como ese sino que se trabaje en forma directa con los beneficiarios. Sin duda es lo mejor.
Quizá lo que se requiere en esta situación es una decisión salomónica. Quizá lo ideal, no estoy seguro si lo más viable, sería recurrir al subterfugio de otorgar base a todos, para que no se arme una melé. Aunque sorprendentemente hay compañeros trabajadores eventuales que están muy resignados y le conceden la razón a aquellos que claman sus supuestos derechos sobre algo que no les pertenece.
Quisiera que hubiese una definición antes de terminar el año, porque ocurre que tengo la posibilidad de acceder a un cambio en mi estatus laboral para dejar de ser “eventual” y pasar a ser “regularizado”. Por cuestiones políticas una base queda fuera de mi alcance por el momento.
Veo la posibilidad de que entrando el próximo año se venga con todo la federalización y se decrete la basificación de los eventuales. Recuerdo entonces el caso de un apreciado médico que estaba también en condición de eventual y de pronto le llegó la formalización.
Cuando el presidente anunció que la situación de los eventuales debería corregirse empezó a darse de topes en la pared, y hasta el momento lo sigue haciendo, cada vez que se acuerda de que probablemente perdió la oportunidad de “ser de base”. Y es que no es cualquier cosa, entre los burócratas es como encontrar “El Dorado”.
Posiblemente mi dilema ni siquiera existe, ya sabe usted, por aquello de “más vale pájaro en mano…” Además prácticamente el personal de base, formalizados y regularizados tienen las mismas prestaciones, excepto que no perciben en realidad los mismos montos. Que van de más a menos, desde lo alto de la pirámide donde se encuentran los de base, seguidos de los formalizados y regularizados, hasta llegar abajo donde nos encontramos los eventuales. Sin prestaciones ni más derechos que guardar silencio y trabajar.

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