
Por: Sergio Alberto Cortés Ronquillo
Hay dos formas de representar la muerte en las narrativas de ficción, una de ellas es enteramente apegada a lo que sucede en la realidad, mientras que la otra revela los deseos más profundos del hombre en torno a la misma. Una de ellas consiste en que, cuando un personaje dado muere, se queda así para lo que resta de la historia, y su memoria bien puede llegar a ser un “personaje” en consecuencia, pero el ente material se ha ido.
La otra es una forma de nuevo inicio por ser el final de un ciclo: el que muere, regresa de alguna u otra forma evolucionado en algo superior o mejor (por ejemplo, Gandalf en El Señor de los Anillos). Ahora, esto va en torno a cómo puede ser representada, pero lo que significa es algo mucho más rico que estas dos simples formas de ser mostrada.
Empero, antes de continuar, hay que dejar algo en claro. Hay algunos que creen que cuando nos malviajamos respecto a ciertos temas, en realidad podríamos considerar eso una especie de entrenamiento para cuando la realidad nos enfrenta con una situación del estilo. O sea que si yo me imagino la muerte de mis padres, de alguna forma me estaré preparando para este funesto hecho y que, cuando llegue, no sea tan abrumador o no me descomponga como podría pasar si no estuviera preparado.
Las narrativas de ficción podrían tener un poco de esta cualidad: no son el hecho en sí, pero sirven de alguna forma para que nosotros comprendamos o analicemos ciertos conceptos abstractos que de primera instancia bien podrían parecernos ajenos: celos, el amor, la diversidad; y obvio es, entre estos conceptos, la muerte.
Las narrativas de ficción no nos preparan enteramente para confrontar la muerte de un ser amado, no, pero nos ayudarán a sobrepasar el dolor de alguna forma u otra pues no nos será totalmente desconocido el hecho. Obviamente, y sería irresponsable confirmarlo así, no es igual la muerte de un personaje ficticio (por más añorado que sea) que la de una persona “real”, pero recordemos: es el conocimiento del concepto, no la vivencia en sí.
La muerte tiene una riqueza de connotaciones y denotaciones en las narrativas de ficción que sería imposible enumerarlas todas, sin embargo, se puede hablar de ciertos patrones muy generales al respecto.
La muerte no es justa, injusta ni justiciera; simplemente es. Muy común nos es pensar que la muerte puede ser la consecuencia de un acto: el bueno que pelea contra el villano, si el bueno gana y lo mata, es porque es lo justo. Si el villano gana y mata al bueno, es injusto; si uno se lo merece, es justa. Si uno está en la flor de la vida, es injusta; si uno se portó mal y muere, se lo merecía, entonces es justiciera.
La muerte es enteramente aleatoria. No se decanta ni por un lado ni por el otro (muchas veces hemos visto que el ebrio que da el borrachazo es el que sobrevive al accidente, mientras que el que no, perece). En realidad, cualquier muerte sería representativa de este ejemplo, pero usaré uno muy de la cultura pop que me parece muy adecuado: ¿Por qué la película de Infinity War es mejor que la de Endgame? Solamente porque la primera nos mostró la inevitabilidad de la muerte, y no sólo eso: su aleatoriedad. No elije, solamente sucede.
Es increíblemente dramática. La muerte siempre va a representar la pérdida de algo o alguien, porque no importa si es un ente con vida o no: todo enfrenta su final: desde el ser más simple como un mineral, hasta los más complejos como las plantas, animales, seres humanos, planetas, estrellas, galaxias… nada se salva de ese final. Y ese final siempre representa una carga emocional que llega a ser abrumadora.
Por ejemplo, caricaturas como las de Disney: El rey león o Bambi nos están demostrando esta cara de la moneda: la brutalidad de la muerte cuando a Mufasa se lo carga el payaso, o cuando a la mamá de Bambi se la lleva el carajo. Incluso para ser caricaturas, esta esencia de la muerte es presente y muy poderosa, porque todas las narrativas de ficción pueden tener la fuerza de hacernos vivir un poco de lo que es la vida real.
Incluso aquellas ficciones a las que no pudiéramos estar acostumbrados tienen una abrumadora carga a pesar de sus temas tan demenciales como Attack on Titan, un anime basado en un manga japonés, de estas criaturas enormes que comen gente como por venganza o diversión, deja en claro el dramatismo de la muerte: todo sólo puede ser peor conforme avanza.
La muerte, asimismo, es totalmente desconocida. Dependiendo de nuestra cultura, podemos llegar a darle un significado ya sea positivo o negativo. Hoy en día nos da miedo la muerte pareciera ser, pero al ganar en el juego de pelota, antes, el morir para honrar a los dioses, era lo que queríamos. Un alumno me dijo que eso era estúpido porque ¿para qué querrías ganar un juego y morirte? Bueno, por la misma razón que algún individuo con una enfermedad que afecta su calidad de vida con dolores increíbles, dijera “¿para qué quiero vivir, si sólo sufro?”.
Independientemente de esto, nos es desconocida la muerte porque aunque tenga un significado positivo o negativo, no sabemos qué hay más allá de la vida (a pesar de que algunos han muerto y regresado, que ven luces y cosas por el estilo). No sabemos qué es. Por ejemplo, el cuento de “El Wendigo” de Algernon Blackwood, nos enfrenta a una criatura increíblemente terrorífica y desconocida, verla solamente puede conllevar dolor, pesar y, al final, la muerte. Aunque seamos inconscientes o no sepamos que vamos a morir (como sucede en el texto). El Wendigo representa en cierta forma la muerte, aunque no es tal, pero sí mata; pues es algo que jamás conoceremos como tal, más que por sus terribles y ocultas causas y consecuencias.
Si bien, las narrativas no son una terapia psicológica ni una teoría filosófica que nos ayude a desnudar los secretos de la mente y la vida; tienen algo de ambas. No debemos olvidar que no son más que eso, ficción, pero la ficción nos puede llevar a replantearnos ciertas cuestiones de la verdad (como el hombre que lo sabía todo, el italiano, llegó a decirlo alguna vez). Confrontar la muerte en las narrativas de ficción conlleva un proceso de maduración del que adquiere dicha historia, una que no es comparable con la realidad, pero que es un camino a poder afrontarla de alguna u otra manera. La ficción no es la solución, pero funciona como una suerte de prevención. Sin embargo, la muerte no es prevenible, no, pero sí es, de alguna u otra forma, previsible a través de lo que contamos y nos cuentan.
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