Foto Prateek Katyal en Unsplash

Si usted, amable lector/a, topara conmigo en redes sociales, notaría que en mi bio de Twitter declaro: “Vivo de las redes sociales y la redacción”. Es mi forma, no tan literal, de decir que trabajo en publicidad digital. Eso implica que estoy conectada por horas a diversas aplicaciones como son Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, similares y conexos. Eso también significa que me la paso tratando de desentrañar cómo funcionan y cuál es la mejor forma de manipular a la gente para lograr mi cometido o, siendo más pragmática, el de las marcas que dirijo en mi agencia. Por lo mismo, conozco cuál es la mayor mentira contemporánea.

Si estuviéramos en Instagram haría una encuesta para ver cuál creen que es: ¿te amo? ¿ya todo se acabó, estoy con ella por nuestros hijos? ¿mañana empiezo la dieta? En realidad, ninguna de las anteriores. La mayor mentira actual es “He leído y acepto términos y condiciones”. 

En la época de la hiperconectividad, donde lo que más importa es la inmediatez y llegar antes que nadie, la desesperación nos lleva a decir “sí, sí, lo que sea, ya” con tal de abrir una aplicación y tener una cuenta. Eso significa que muchas veces decimos sí a quién sabe qué. Quizá porque sé eso me da un poco de risa cada vez que veo movimientos como los posteos de Facebook diciéndole a Don Zuckerberg que no puede utilizar la información del perfil de quien escribe el posteo en cuestión para nada, porque las fotos no son de Facebook. Temo decirles que si leyeran términos y condiciones verían que en realidad, ustedes ya aceptaron que todo lo que suben es de Facebook. O de Instagram. O de la red de la que hablemos. 

El 2021 inició con una debacle sobre qué diablos pretendía WhatsApp con sus nuevos términos y condiciones. Lo curioso es que más que “nuevos” en realidad son más bien “explícitos”.  Los términos y condiciones de WhatsApp, el titán de la mensajería dejaba claro lo que los que vivimos de las redes ya olíamos desde hace años: la info de WhatsApp, al ser parte de Facebook (uno de los dos grandes monopolios virtuales de hoy) compartía la información entre las otras plataformas de la familia para poder mejorar la experiencia del usuario. Ojo. Experiencia de usuario en la visión de Facebook es cómo mostrar publicidad más afín a tus gustos y no tanto cómo puede ser una mejor herramienta comunicativa, ojo ahí.

La transferencia de información entre los cuatro grandes (que no únicos) componentes del monstruo que es Facebook –Instagram, WhatsApp y Messenger unidos al feed del “cara Libro”—ha ocurrido desde hace tiempo y se han dado pistas de formas sencillas: el botón de “mandar Whats” en las páginas de Facebook. La integración del servicio de mensajería para que se conecten los inboxes de Instagram y de Messenger. Pequeños pero definitivos pasos a lo ya inevitable, compartir toda la información de los usuarios para mejorar las publicaciones de publicidad. En un trabajo casi detectivesco de unión de información, se triangula lo que se publica en diversas plataformas para poder mantener a los usuarios enganchados. Aunque si bien la publicidad digital ya es un poco como los espectaculares en la ciudad, casi nadie voltea a ver los anuncios, eso no significa que las grandes plataformas como son Facebook y Google dejen de explotar la Big Data que generamos.

Volviendo a inicios de este año: cuando WhatsApp anunció sus términos y condiciones, la gente clamó enfurecida que era un atropello a la privacidad y buscó a dónde migrar. Telegram, plataforma que lleva años funcionando, nunca había visto una migración tan grande a sus lares: en 72 horas alcanzó los 500 millones de usuarios, de los cuales únicamente 25 millones habían llegado en dichos tres días. Eso es un gran hito.

¿Telegram cuida más la privacidad de sus usuarios? Depende qué tomemos por “privacidad”. Una de las ventajas que tiene la plataforma es que puedes tener un usuario y así no es necesario que las personas tengan tu número de celular para dar contigo, por ejemplo. También da la opción de configurar el que sólo personas de confianza te contacten, cosa que WhatsApp no te permite. Aunque bueno, si hablamos de pros y contras de cada plataforma amerita un texto entero. Sin embargo, usar una plataforma siempre implica que renuncias a un poco de tu privacidad.

Claro, Telegram no conecta lo que haces en su plataforma para mandarte anuncios. Así que si consideramos “privacidad” como “no me van a bombardear de publicidad por decir que quiero vacaciones”, sí, Telegram te da más privacidad. 

WhatsApp, tras el gran movimiento que hubo, ha prorrogado lo de sus términos y condiciones hasta el 15 de mayo. Me imagino a un montón de personas buscando cómo frasear mejor las intenciones para que no suenen tan diabólicas y la gente no proteste. Pero dudo mucho que vayan a cambiar sus intenciones de uso de la información personal. Un punto donde “privacidad” quede aún más en el limbo de lo que ya está y pueda dejar zonas grises para propósitos económicos.

Sin embargo, si nos referimos a que no recolecten nuestra información y generen un perfil para que nos cataloguen en internet, la única forma de mantener la privacidad es no teniendo perfiles en redes sociales. Cada pieza de información que generamos, ya sea en búsquedas en Google o creando contenido que subimos a las redes sociales, alimenta la gran máquina del Big Data que es hoy por hoy, el nuevo petróleo.

¿Qué podemos hacer en pos de la privacidad, la de “no venta de mi información para fines lucrativos de terceros”? Distintas cosas:

  • No usar la misma contraseña en todas las plataformas. Es una lata, lo sé, pero es una forma de cuidar tu seguridad.
  • Tener doble verificación para iniciar sesión en cualquier plataforma. De nuevo, es un paso que nos da flojera por esta sed de inmediatez que permea. Pero es necesario.
  • Leer términos y condiciones. Si no quieres leerlos completos, aquí están (en inglés) resumidos los puntos más relevantes de las plataformas más utilizadas.
  • No publicar con tanta frecuencia, particularmente cosas personales como fotos, gustos, deseos. Están alimentando al monstruo.
  • Ver el documental The social dilemma en Netflix

Es muy poco probable que desaparezcamos de las redes sociales, y más en la situación pandémica actual. Lo que podemos hacer es ser más conscientes sobre qué y cómo compartimos en internet. Mi intención en este espacio es irles contando diferentes cosas para desmenuzar diversos problemas actuales y poder navegar con mayor conciencia. Particularmente porque nadie nos enseñó a ser ciudadanos digitales. Pero nunca es tarde para aprender. Nos leemos la próxima semana.

Por Vanessa Puga

"Hummingbird girl, running on caffeine." | Vivo del lenguaje, la redacción y las redes sociales | social media manager y profesora | bruja bibliófila | geek

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