DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro

El pasado 16 de diciembre, la plataforma digital Netflix estrenó una serie documental titulada Rompan Todo: La historia del Rock en América Latina.

La serie consta  de seis capítulos de aproximadamente una hora de duración cada uno, y fue creada a partir de una idea del cineasta y productor argentino Nicolás  Entel, bajo la dirección de Picky Talarico, un creador con una vasta reputación como realizador de videos musicales que ha trabajado  para artistas como Gustavo Cerati, Juanes, Julieta Venegas y Bajofondo, entre muchos otros. Una importante parte de las entrevistas y testimoniales que presenta, fueron realizadas y recabadas por el músico y productor argentino Gustavo Santaolalla, quien además funge como co-productor de la serie.

Desde su aparición, éste rockumental generó opiniones divididas entre la crítica especializada y el medio musical: desde quienes lo consideran un justo homenaje a un movimiento no del todo bien reconocido; hasta quienes han criticado que su contenido es demasiado selectivo, restando espacio e importancia a bandas, artistas y movimientos que fueron relevantes en cada uno de los países a los que se hace referencia en su contenido.

Probablemente, el origen de la controversia proviene de entrada en el ambicioso subtítulo del proyecto, que se nos vende como “LA Historia del Rock en América Latina”, sin reparar en la variedad de referencias, contextos y realidades socioculturales a considerar para abordar un concepto de tal amplitud. Pero bueno, es muy conocido el afán de nuestros amigos del cono sur de asumirse como epicentro del Universo.

Se ha cuestionado, tal vez con cierta razón, el que Gustavo Santaolalla asumió un rol protagónico en la construcción de ésta pieza y que por ello, su contenido otorga un mayor peso argumental a las bandas y artistas con las que éste personaje ha colaborado o mantiene relación cercana; y que de paso su enfoque tenga particular énfasis en Argentina y México, por ser los países donde Santaolalla ha desarrollado la mayor parte de su carrera como músico y productor. Pero también es cierto que no se le puede exigir a nadie relatar más allá de lo que le consta: muchos de los movimientos musicales y culturales independientes de nuestros países latinoamericanos fueron escasamente difundidos por los medios masivos, y en consecuencia, están muy pobremente documentados.

A ello habría que agregar el hecho de que por su diversidad de subgéneros y corrientes, el rock en sí mismo es difícil de explicar y exponer linealmente, como una expresión cultural y musical homogénea. En las redes sociales el debate se incendió por el hecho de haber incluido a grupos como Maná dentro del documental, bajo el consabido argumento de que su música “no es rock”… pero tampoco se puede soslayar el éxito de dicho grupo jalisciense más allá del mercado hispanoparlante. O también se puede cuestionar la ausencia casi total de bandas y artistas de las corrientes más duras del rock, como el metal, el hardcore y el punk; aunque sus propios exponentes reniegan de la posibilidad de ser parte de una industria manipulada e impulsora de artistas plásticos y prefabricados, y han preferido mantenerse como expresiones de underground. Probablemente la única excepción sería el caso de la banda brasileña Sepultura, que ha tenido éxito mundial y ha gozado del respaldo de trasnacionales, aunque también habría que señalar que se trata de una banda que siempre ha cantado en inglés y que Brasil fue un país prácticamente ignorado en el documental. 

Controversias aparte, creo qué hay que dejar de lado el drama. Es plausible que una plataforma como Netflix, que ha dado bastante poco espacio a la música en sus contenidos -evidentemente por el galimatías legal y financiero que implica el tema de las regalías y derechos de autor-, haya apostado por un producto vinculado al rock en un momento en el que la industria musical se encuentra prácticamente acaparada por otros géneros. Una rápida ojeada a los charts – no sólo en Latinoamérica, sino a nivel mundial- nos recordará de manera contundente que el rock y sus artistas no se encuentran precisamente en su mejor momento de popularidad y ventas.

A ello habría que agregar la dramática transformación que la industria de la música ha enfrentado en la última década, ante el entronizamiento de las plataformas digitales y el innegable rol de las redes sociales como herramienta de difusión, mercadotecnia y promoción. Las grandes disqueras dejaron de apostarle al rock, y muchos artistas han encontrado en la producción independiente y la autogestión la mejor alternativa para su subsistencia. Lamentablemente, la actual crisis internacional desatada por la pandemia del COVID19 ha golpeado fuertemente a un movimiento que ha tenido a los conciertos y festivales masivos como pieza clave para su expansión y sobrevivencia.

Más allá de la natural tendencia  de los seguidores del rock a la competitividad (siempre persiste el espíritu de ser autoridad en algún sentido: la banda más popular, la más ruidosa, los músicos más virtuosos, la propuesta visual más atrevida, etc), sería muy deseable que la aparición de “Rompan todo” sirva como un acicate para que otros creadores y los miembros de otros movimientos se animen a contarnos su propia historia, y que ello motive al público a demandar a las plataformas y medios “tradicionales” a voltear la mirada a esos contenidos.  Es espantoso que a nivel mundial, la repetición de formatos como los concursos de canto como “La Voz” o “The X Factor” hayan acaparado prácticamente por completo la escena musical. La repetición de lugares comunes en dicho formato llega a niveles de auténtica náusea.

Es obvio que requeriría demasiado tiempo y recursos compilar la historia “definitiva” del rock en Latinoamérica; por ello es mejor que quien quiera conocer o recordar el tema recurra al mayor número de fuentes posibles. En el caso particular del rock mexicano, por ejemplo, existen una importante cantidad de proyectos independientes que pueden proporcionar a la audiencia una visión más amplia de las distintas etapas de este movimiento. Me atrevo a mencionar sólo algunos ejemplos:

  • En mayo de 2020 se estrenó el documental Aquí no pasaba nada, dirigido por Pilar Ortega, que relata la historia de Dangerous Rhythm, banda seminal de movimiento punk-new age en México.  La pieza retrata de manera magistral el ambiente del underground mexicano desde finales de los 70’s, y hace referencia a otras bandas como Size, María Bonita y Casino Shangai. Su lanzamiento fue exclusivamente a través de Facebook, pero ya se han anunciado nuevas formas de distribución.
  • Otro proyecto importante es Rupestre, El Documental, dirigido por Alberto Zúñiga y lanzado en 2014. Ésta película de 97 minutos relata la historia de un grupo de músicos que generaron un movimiento que dio un nuevo rostro a la música urbana en el Distrito Federal. Cuenta con testimonios y música de Rafael Catana, Eblen Macari, Nina Galindo y Rodrigo González, entre muchos otros. Este material forma parte de acervo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA).
  • También es ampliamente recomendable el podcast La Edad Media, de Convoy Network, compuesto por una serie de entrevistas realizadas por Raúl David Vázquez (Rulo) a artistas y personalidades del mundo del entretenimiento y la cultura que han tenido momentos relevantes de la década de los 80 a la fecha. En estas charlas se revelan muchas facetas poco conocidas de su trabajo y cómo han afrontado la madurez.  Entre los entrevistados sobresalen nombres como Alejandro Marcovich, Cecilia Toussaint, Clauzzen Hernández y Armando Vega-Gil, entre muchas otros invitados.
  • Atrapado en el Metal es un documental independiente de 2017, realizado por Mario Valencia; un retrato emotivo y honesto sobre la escena del metal en México. En el filme aparecen bandas como Transmetal, Luzbel, Strike Master, Ágora, Black Overdrive, Anna Fiori y S7N, entre otras. Está disponible de manera gratuita en YouTube.

A manera de conclusión, la única recomendación es que, al igual que con la historia o con la política, al tratar de informarnos sobre un género musical, no podemos conformarnos con una sola fuente y tomarla como dogma: entre mayor variedad, más conocimiento y disfrute. Así que ya lo saben, hagan lo suyo y busquen lo que les llene de mejor manera el ojo, el oído y el espíritu. Muy seguramente en el camino la pasarán de lujo. 

No rompan. Mejor… ¡junten todo!

Twitter: @miguelisidro

SOUNDTRACK PARA LA LECTURA:

En ésta ocasión no nos quisimos quedar con sólo una selección de cuatro temas , así que les compartiré la liga a una playlist titulada #RockEnEspañol, con más de 12 horas de música en la lengua de Cervantes, y que está disponible en Spotify. Aquí no se vale atacar a Santaolalla: su servidor es el único culpable de su contenido. Tiene casi de todo y de muchos lados. Espero que la disfruten:


Por miguelaisidro

Periodista independiente radicado en EEUU. Más de 25 años de trayectoria en medios escritos, electrónicos; actividades académicas y servicio público. Busco transformar la Era de la Información en la Era de los Ciudadanos; toda ayuda para éste propósito siempre será bienvenida....

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