POR: ANTONIO REYES POMPEYO

Sentado, hombros escurridos, cabeza gacha, piernas abiertas (no se vaya a maliciar la falta de huevaje), buquet en mano y la intercambiable mancuerna con el osito de peluche, el ramillete de globos o alguna otra chinería cursi de ocasión. El valentinazo en México nos regala siempre maravillosas postales como la de este individuo maleducado y disfuncional. Maleducado en el amor, disfuncional en el amor; maleducado y disfuncional tal vez en todo. Tal vez.

La siempre torcida estructura chapoteando en el lodo de nuestra infancia. Las agresiones se esconden en las sonrisas y en las intenciones de doble fondo. Las agresiones se revelan en lo mĆ”s inmediato, en las palabras: ā€œcon esto ni modo que no caigaā€ escuchan los adentros mientras un arsenal tĆ”ctico se prepara. El argot de la guerra se dispara y se vuelve acto, la emboscada imperfecta con una cartulina de diez varos o una cena de cuatro dĆ­gitos y la presión social que hace las veces de tribunal expedito, aquĆ­ asĆ­ se juzga, en calor, pinche vieja.

#ElSoldadoCaído es, por supuesto, una atinada figura establecida por el mismo ejército que ignora las trampas del amor pendejo; amor romÔntico le llaman, confundiendo a Rimbaud con José José y a éste con el Cid. Amor que produce basura, recitales de Benedetti, agresiones veladas, violencias anheladas. Amor que no es vínculo, sino mera conexión. TrÔeme un amor, Siri, llora #ElSoldadoCaído sentado en la banqueta, hombros escurridos, cabeza gacha y piernas bien abiertas. No se vaya a maliciar la falta de huevaje.

Por Antonio Reyes Pompeyo

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