POR: SERGIO ALBERTO CORTÉS RONQUILLO

Uno de los más grandes escritores que jamás pisaron la Tierra, quizás el más grande escritor latinoamericano de todos, Jorge Luis Borges (a quien un mentecato llamó “Borgues”, aquí en México), no se ganó el Nobel por sus malas amistades. Otro condenado a la horca de ser nominado pero no ganar (aunque, en este caso, sí hay motivo), es Haruki Murakami. El japonés podrá ser muy popular y todo, pero no tiene la narrativa necesaria para ganar lo que ganó, por ejemplo, Sartre. Aunque, claro, si el existencialista francés ganó, ¿por qué no ganaría el checo cuasidios de las letras, Milan Kundera?

Una de las principales características de Kundera es que su literatura es filosófica. Obviamente, su principal exponente es La insoportable levedad del ser, pero otros títulos como La inmortalidad o incluso La broma, también son filosóficos. Milan desarrolla una suerte de existencialismo muy interno y llevado al individuo… como todo existencialismo, en realidad. El escritor checo tiene pocos personajes en sus novelas, y bien es cierto que el contexto sociocultural y político los afectan, en sí, su campo de acción, por decir así, se reduce a unas cuantas relaciones interpersonales.

Cargado con un fuerte humor negro, La broma podría dejar atrás a varios escritores cínicos por su fineza al narrar. Esta novela en particular, es una crítica a un sistema comunista extremo que no permite para nada las bondades que según permite. Basado en una historia de su propia vida, narra las peripecias de Ludvik, quien se ve en problemas luego de un pequeño chascarrillo. Fue expulsado del partido comunista y tuvo que sobrevivir como paria por algunos años. Un enorme rencor se apodera de él hasta que encuentra su oportunidad de venganza: conoce a Helena, una mujer que no es su tipo, pero es pareja del que entonces era el presidente del partido y lo expulsara. Decide Ludvik enamorarla y usarla para vengarse de su excompañero.

Hay pocos personajes, y la broma es aquello que gira en torno a la vida de todos, porque cuando parece que las cosas van bien, en realidad la conclusión no es lo más conveniente para nadie. Por extraños azares del destino, el único que “hizo algo malo” es a quien todo le sale de maravilla, mientras que las víctimas son las que sufren las aciagas decisiones de Fortuna. Sin embargo, eso sería bajo una lectura superficial. En el caso de Ludvik, él no es el héroe. No hay héroes en la novela, pero villanos sí, y la cuestión es que todos los desarrollados profundamente como personajes, son villanos; mientras que los secundarios, en realidad son los buenos, las víctimas de esta novela. Los personajes secundarios incluso podrían ser considerados héroes por las reflexiones que desencadenan en el lector.

Tema no permitido para un redactor de mi género, pero que debo tocar con todo el respeto a la teoría feminista: a pesar de ser Milan Kundera hombre, desarrolla una reflexión feminista increíblemente profunda y hermosa a este mismo respecto. En realidad, la situación en la que se encuentran sus personajes femeninos es enteramente desafortunada, pero no es detrimento de su narrativa. El checo no está despreciando, sino que está palpando la realidad y el sufrimiento femenino, a veces de forma desgarradora. La broma proyecta una situación ficticia que es, por desgracia, más que real. No se puede demeritar su obra por tratar este tema siendo hombre, sería un gran error. Podríamos considerar que Milan desde los sesenta estaba en un proceso de deconstrucción: los villanos son los hombres por su ataque a la mujer, mientras que la mujer es la que genera la reflexión demoledora en el lector, no tanto el protagonista masculino.

Otra característica muy evidente en sus novelas es que tiene un sentimentalismo muy fuerte, muy marcado. Kundera tiene una maravillosa habilidad de desnudar al ser humano y mostrarlo desde su perspectiva sentimental sin por eso caer en clichés. La precisión suya para narrar del amor, odio, felicidad, tristeza, soledad; es demoledora, como de cirujano. Además, en su primera novela, la que estamos desarrollando un poco más aquí, a parte de ser increíblemente sentimental, también es cruel en ese sentido. No tiene reparos en su humor y en, prácticamente, burlarse de todos sus personajes en algún sentido.

Ahora, a pesar de ser profundo y muy trabajado en su narrativa respecto a los sentimientos, no cae en lo heroico ni en lo estereotípico. Habla de las cosas más sublimes sin por eso realzarlas de más. Habla de las cosas más rastreras sin por eso tirarse al drama, como diríamos en México. Su acidez, su fuerza en La broma radica también en que proyecta a la perfección el sentir de sus personajes, pero tan precisamente que no por eso los inmortaliza. Como todos los seres humanos, los sentimientos también dejan de existir, o incluso tienen consecuencias desafortunadas por más buenos que sean. Ese es un gran logro: es increíblemente exacto pero humano, y en esto mismo radica lo irónico del sentir.

Su narrativa es increíblemente humana, y a pesar de ser existencialista, es hermosa. La belleza del existencialismo del checo no radica en el golpe con la realidad, sino en las letras mismas, en su lírica novelesca. No solamente es capaz de generar reflexiones en el autor, reflexiones de vida, sino que es muy burlón. De repente, al menos en el caso de La broma, no sabes si lagrimeas de risa o de tristeza; increíblemente pareciera que por las dos razones al mismo tiempo. A pesar de su humor negro o de su filosofía, leerlo es bellísimo, es como la caricia o como la sonrisa de una madre. Es por eso que ya deberían darle el Nobel, si hay alguien que lo merece por ser una divinidad en el arte de la literatura, es él. Hay que regresarle el favor que él hizo a la humanidad al darnos sus letras. Ya denle el Nobel ahorita que todavía vive, por favor. 

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