
POR: GWENN AELLE
La nueva ley tiene que ser sencilla, concisa, sin dejar margen a ninguna crítica o posibilidad de cambios.
Esto venía rumiando el presidente camino a su junta de los jueves.
En breve se emitiría un decreto que cambiaría la realidad de las mujeres de su país y necesitaban, él y su gobierno, un texto sin fallas.
Un texto explícito, con lujo de detalles, lista de posibles situaciones con respuesta ya decidida y escrita para cada una de ellas.
Un texto que mostrara definitivo interés por la situación de las mujeres.
Un texto que no dejara lugar a interpretaciones tanto en contra como a favor, del que sencillamente no se pudiera comentar, de lo claro que sería.
Evidentemente él ya lo tenía redactado, no nada más en su mente, sino en archivo mandado días antes a sus asesores y estaba satisfecho con el resultado. Sin embargo ya imaginaba las preguntas y cuestionamientos de quienes no estaban tan adelantados como él en el manejo de leyes y de pueblo.
Entró a la sala de juntas, saludó de manera general y se sentó.
Enseguida se levantaron manos, señal de que había interés por trabajar pensó. O por molestar, claro, le dijo la vocecita que lo acompañaba en todas sus cavilaciones.
La primera pregunta fue constructiva:
Señor Presidente, esta ley entra como decreto. ¿Firmará usted el texto?
Después de esto, la situación se tornó un tanto confusa:
¿No cree usted que sería mejor recibida la ley si se manda como iniciativa en lugar de decreto? ¿Y si la iglesia se nos opone? ¿Qué hacemos si de pronto las asociaciones de padres de familia quieren intervenir? De alguna manera tenemos que hacer ver que lo que nos interesa es el bienestar de las mujeres, ¿será suficiente con esto? Recuerde las manifestaciones del año pasado, señor Presidente. ¡Pido la palabra! ¿No van a decir que otra vez estamos eligiendo nosotros en lugar de que lo haga cada mujer? ¿Será bueno poner eso del segundo embarazo, no deberíamos de poner al menos el tercero? ¡Señor Presidente! ¡Señor Presidente!
El presidente esperó. Ya conocía a sus colaboradores, les hacía bien expresarse.
Tomó un sorbo de agua y los miró:
“Con este texto, ya elaborado y bien redactado, no debe haber problemas. Las asociaciones ya fueron contactadas, la iglesia entiende que este es el mejor medio para terminar con abusos y con muertes de mujeres por malos cuidados. Los que podrían meternos el pie ya han sido acallados, no necesitamos preocuparnos. Ya pactamos con todas las partes importantes. Sabemos que las mujeres de todas maneras algo así pedían a gritos, aunque no lo supieran expresar. No estamos poniendo a ningún partido político en jaque, esta ley va para todas por igual. Se contempló además el hecho de que las personas con dinero podrían tratar de zafarse de la obligación que vamos a imponer, pero para ellas se ha establecido una multa muy alta —cuyo monto se ajustará año con año— que servirá por lo menos para pagar los gastos de las demás. Habrá más trabajo para doctores y orden en las intervenciones. Las familias vivirán más tranquilas, sin perder tiempo en elucubraciones sobre su futuro. Todo está calculado.”
No se preocupen, por ésta, dijo al besar sus dedos cruzados, por ésta que el problema ya se acabó.
Al mes siguiente, en todos los diarios de la nación y en primera plana, se podía leer el nombre de la nueva ley:
Ley Federal del Aborto Obligatorio, libertad para todas.

Gwenn-Aëlle Folange Téry escritora y pintora bretona y mexicana. Ha publicado varios libros, -prosa poética y novela-, y una colección de 11 libros para niños. Participa en múltiples publicaciones, revistas y exposiciones pictóricas y cada semana publica para Somosmass99 su columna “Último piso”. De repente le entra lo hippie, otras veces juega a que es medio intelectual. Activista de teclado, vive, respira, llora y ríe, así, un montón.
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