Foto BEN SELWAY en Unsplash

LABERINTOS MENTALES / POR: ARANTXA DE HARO

Después de tres meses la sombra de algo desconocido se asoma después de la ausencia. Mi estómago da un vuelco, y una parte de mí quisiera saber lo sucedido… lo demás de mi consciencia me ruega ignore a quien me acecha. Es aquella curiosidad que me caracteriza, que hace le abra las puertas a ese lobo vestido de oveja. Ni las frases más cortantes, ni la barrera digital que nos divide, puede detener la embestida de emociones que me embarga tal tsunami que arrasa con todo aquello que se encuentra a su paso. No quedó ni un remanso de paz en el que pudiera escudarme, nada de lo que pudiera sostenerme. Mis lágrimas de culpa inducida se convirtieron en rabia. Aquellas no eran mis emociones, aquellas no eran mis circunstancias. No se pueden ignorar los hechos: pasó el tiempo, no me buscó y sólo regresa cuando se ha dado cuenta me ha perdido. Una vez que los niveles de aquel mar agitado regresan a la normalidad, cuando aquel sismo ha cedido, los hechos hablan por sí solos. La ausencia de alguien no se da por hechos inesperados como los comenta. Fueron calculados, deliberados… y siendo así para esta persona yo sólo fui un instrumento que alimentaba su ego. 

Cuando uno comprende hay quienes fingen bajarle la luna y las estrellas a sus presas, para disponer de sus víctimas como cualquiera, se vuelve cauto al observar lo que se presenta. El mecanismo de ataque tan curioso de este ser le hace ver incluso falso. Demasiado perfecto fingiendo empatía, se hace pasar por “aliade”, hasta “feministo”. Demasiado sumiso ante el público. Demasiado hábil para contactar por medios que no dejen rastro. No obstante, sus contactos en redes sociales parecen una galería de posibles objetos, trofeos. Colecciona cuentas de mujeres inteligentes, se siente un seductor… y como todos, tal vez lo sea. Sólo que, pensando bien este asunto, y este personaje terminó por romper ese hechizo bajo el que estaba. Aquel que me tenía en busca de aquello siniestro, que me arrojaba a las garras de esos peligros. Supongo que mi ansiedad nublaba mi juicio y me hacía vivir al límite. Mis adicciones nunca fueron físicas ni químicas. Gozaba de vivir en el filo de mis emociones.No obstante, la edad y la terapia me ha hecho recapacitar. Me alegra alejarme de eso. Como todo exceso, aquel de las emociones puede terminar de destrozar a quienes lo viven. Y en esta situación límite, he encontrado quien tome mi mano y comparta mi calma. A final, quien pide que rompas una palabra no puede ofrecer un cariño sincero, porque aquel amor que reclama nace entre esas mismas siniestras circunstancias.

Muy tarde fue, y me alegro.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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