Erwin Smith, Shingeki no Kyojin (Attack on titan), antihéroe

Evidentemente, todos hemos conocido a alguien que sabemos muy bien que no actúa de la forma… socialmente aceptada. Es decir, que se arriesga mucho con sus chistes, con su forma de vestir, que no hace lo que debería o lo hace a destiempo, no parece prestar la atención suficiente a la tarea en la que está, hace las cosas de forma alternativa, no piensa como la mayoría. A pesar de todo esto, nos cae a toda madre, nos es bienvenida dicha persona porque nos agrada. Bien podría meternos en un problema, pero nos agrada, nos cae bien porque, en el fondo, sabemos que es buena onda, que es buena gente. Esta es la idea básica de un antihéroe. Si no conoce usted a alguien con dichas características, bien podría ser usted esta persona.

Un antihéroe, básicamente, es alguien que alcanza un objetivo heroico sin que sus medios sean tales. Sus formas, sus métodos no son los que todos consideraríamos como aceptados. Sería, más bien, lo que conocemos como “maquiavélico” (claro que, sepa usted, Maurice Joly es quien inventó a ese Maquiavelo tan maquiavélico). De hecho, los antihéroes pueden ser violentos, antipáticos o físicamente incómodos… ya sabe, feos como pegarle a una madre.

Los antihéores, hoy por hoy, son tan importantes como los héroes tradicionales que conocemos. Se han desarrollado más en un contexto de desencanto, ya no buscamos lo mismo que antes. Ante la búsqueda de derrumbar los estereotipos, estos personajes nos caen como anillo al dedo. El antihéroe conserva la parte buen pedo, la heroica del héroe tradicional; pero no por eso es un ser perfecto. Lo remarcable es que no son dioses, sino, más bien, seres que yerran como todos los demás.

También rompen con un concepto complejo: el de la extrema bondad. No hay nadie en la vida real que sea enteramente villano o enteramente heroico. Por eso es que el antihéroe es mucho más atractivo en ese sentido: no se necesita ser dios para ser bondadoso. En sí, son el resultado de muchos factores, lo cual deja de lado con la predestinación que, en sí, no deja lugar para gran variedad de elementos discursivos.

Estos personajes suelen ser desarrollados en sus historias de vida con gran minuciosidad justamente para poder brindar motivaciones. Esta figura no se puede formar de la nada, necesitamos contexto. Alguien acomplejado pero que sigue persiguiendo un fin conveniente para quienes lo rodean, debe tener sus razones. La dualidad antiheroica no es la de matar al malo o no, sino la interna en la cabeza o alma del sujeto en cuestiĂłn. Toda esta construcciĂłn histĂłrica dentro de la historia, le da una gran riqueza a la narrativa.

Debemos tener cuidado: un antihéroe no es un cualquier mequetrefe o desgraciado que nos cae bien. Si su finalidad no ayuda a la sociedad en la que se desarrolla, entonces no puede ser clasificado como tal. En todo caso, hay que tener muy claro: un egoísta que no hace nada por nadie, excepto por él mismo, entonces sería más un villano; empero, si ese egoísta lleva a cabo algo que, aunque sea una finalidad personal, ayuda a alguien más, entonces ya podemos hablar de un antihéroe.

Para ejemplificar un poco más a lo que sí podría ser considerado un antihéroe y qué no, podemos remitirnos a Laura Restrepo. Esta escritora colombiana, en 1999, nos regaló “La novia oscura”. Trata, en líneas muy generales, de la explotación petrolera colombiana, de los abusos de los jefes, de la vida de los pueblos establecidos alrededor de las plantas extractoras. Hay una niña que desde muy joven decide volverse puta (usan esta palabra, no se me tome a mal) y no cualquiera, sino la mejor de todas.

Lo que hace esta niña es volverse a una leyenda a sí misma, se autodenomina “La Sayonara” justamente para sonar exótica. En la habitación donde recibe a sus amantes, tiene una luz morada. Se han descrito como “amantes” porque eso los volvía ella, no eran simples clientes: ellos la alababan como si estuviera en un pedestal. Además, a parte de la pobreza en la que vive, lo que la motiva de verdad es eso: volverse la mejor puta de todas, Entonces, lo que “La Sayonara” hace no solamente es trabajar, sino tomar el total control de su vida. Ella no es una trabajadora cualquiera porque no vive para sus clientes, sino que ellos viven para ella, trabajan para ella. Lo que ganan, se lo dan a ella como una ofrenda.

Otro ejemplo viene desde Japón, primero de un manga, luego convertido a anime: Shingeki no Kyojin, o “Titán de Ataque”, en español.

En esta historia, unos gigantes aparecen de la nada y casi aniquilan con la humanidad: los titanes, seres asexuados que comen humanos. Los titanes no dañan la naturaleza, no se interesan en nada que no sea comer humanos. El protagonista es Eren Jaeger que vive, como toda la humanidad, resguardado por murallas. Un día, la muralla externa, “María”, es atacada por el Titán Colosal, lo cual permite la entrada de titanes de menor tamaño y la carnicería de desata.

En esta narrativa, hay varios cuerpos de seguridad. El que se encarga de salir a investigar las debilidades de los titanes, es el Cuerpo de Exploración. Tienen mala fama, porque sólo salen a tener pérdidas humanas. Uno de los integrantes, que toma importancia, es Erwin Smith. Él se vuelve el líder y bajo su mando, varios grandes guerreros comienzan a tomar importancia además de tener una finalidad muy clara: eliminar a los titanes.

Conforme avanzamos, nos damos cuenta de la verdadera finalidad de Erwin. Si bien, todo lo que llegó a hacer ayudó a la humanidad, y de gran forma; fue enteramente egoísta. Bajo su mando, se obtienen las primeras victorias contra los titanes, batallas militares y se descubren más cosas sobre los enemigos. Cuando era menor, supuso que los libros de historia mentían, que algo había más allá, cosas que les tenían ocultas. Siempre se dejó guiar por sus ideales, enteramente cegado por ellos. Continuamente cometía sacrificios para lograr grandes cosas. Todo se valía por el bien de la humanidad… y para saber qué es lo que ocultaban. Su motivación principal era saber lo desconocido en la historia.

El antihéroe es una figura más que necesaria en las narrativas de ficción contemporáneas. No son solamente una alternativa a lo tradicional, sino que lo renuevan y lo adaptan de forma conveniente y afortunada. Nos sentimos más inclinados a esta figura porque nos muestra que con imperfecciones, se puede lograr lo que queramos. Son necesarios para saber nosotros que no ser completamente buenos como dios, no nos quita la bondad en nosotros. Acaba con la perfección tan romántica en la tradición de las narrativas de ficción, nos enseñan que a veces la realidad nos exige ensuciarnos las manos y, en especial, nos muestran que todos podemos lograr grandes cosas sin importar nuestros defectos físicos o de personalidad.

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