
Un gran tenor no solo es aquel que nace con una voz privilegiada, sino que ha trabajado exhaustivamente en su técnica para lograr la mejor de las sinfonías. Controlar su respiración para que, al hacerla pasar, alternadamente, por sus cuerdas vocales y nariz, le permita emitir un sonido que exprese y luzca todas las tonalidades vocales de las que es capaz, es el resultado de horas enteras de duro trabajo.
Al igual que al cantar, opinar objetiva y acertadamente, requiere conocerse a la perfección y practicar diariamente para evitar desentonar en algún momento. Así como un Gran Tenor, el buen crítico, conoce su tipo de voz. Está consciente de sus límites: tiene bien definida su nota más alta y también ha identificado la más baja; pero no solo las conoce, llega a ellas sin problema, las canta y, cuando así lo considera prudente, las rebasa. El buen opinador, no solo se queda en sus cómodas notas medias, siempre transgrede un poco sus límites para sorprendernos.
Me gusta rumiar a mis tres tenores favoritos. El primero, Torres quien, con su voz fuerte me recuerda al concertino, ese violín que, con su sonido, da pauta a los demás instrumentos para poder afinar. Como el tenor “concertino”, Torres orquesta y dirige de manera impresionante los instrumentos que se encuentran en su escenario. Sabe cómo ordenarlos y marcar el tiempo para poder instrumentar las melodías de una manera impresionante. El poder vocal de Torres es el de evocar los poderes de quienes le acompañan y dirigirlos con su fuerza vocal.
Por otra parte, está Zavala, cuyo poder vocal es manejar a la perfección su voz de cabeza. Con claridad pulcra, puede pasar de una nota a otra sin problema alguno. Zavala no solo coloca perfectamente bien las notas, sino que las sostiene y al dejarlas ir, las limpia y les coloca un pequeño adorno al final. Sin duda es un placer escucharlo interpretar su cantata “Cárteles” para deleitarse con el argumento colocado con insuperable técnica, concluyendo con un vibrato consistente, no flojo como si no le alcanzara el aire o se le hubieran acabado los razonamientos y, finalmente, soltarlo con un pequeño comentario melismático.
Al hablar de melismas, es imposible no remitirnos a Rodríguez, mi favorito. Este Gran Tenor ostenta una voz que no solo es clara y fuerte, sino que logra cambiar la altura musical de una sílaba mientras la canta. En su ópera “Ecos”, Rodríguez es capaz de mostrar todos los ángulos de un mismo acontecimiento sin desentonar en ninguna de las notas que toca, ya sean graves, medias o agudas. Este Gran Tenor es capaz de mostrarnos que esa voz con la que nació se ha magnificado con horas de práctica puliendo su técnica y años de experiencia.
Rodríguez es uno de los pocos tenores que, en la actualidad, puede realizar un glissando, colocar un buen argumento y pasar, rápidamente, de una tonalidad grave hasta una aguda, exponiendo todos los sonidos intermedios posibles. Incluso, lo he escuchado realizar apoyaturas perfectas, cuando el tema requiere de esta disonancia. Es un verdadero deleite contemplar su interpretación.
Cada vez que un escenario incluye a los tres, podemos estar seguros y seguras de que el despliegue de voces, argumentos, notas, palabras, tonos y lenguaje formarán una bellísima melodía, una imperdible, razonada, vocalizada, estudiada y, sobre todo, necesaria melodía.
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