
HOSPITAL INCURABLE / POR: ADRIÁN LOBO
Por lo que yo considero una necesidad operativa, ya que como he mencionado con anterioridad hay muchos médicos, sobre todo internos y residentes, que pasan muchas más horas ahí que en su casa, hay en el hospital servicio de comedor. Pero la prestación no se limita a ellos, todos los demás tenemos derecho a un desayuno, comida o cena. Supuestamente es así, solo uno de dichos alimentos, pero como no hay nadie que esté vigilando, en ocasiones alguien se puede colar y tomar dos. No pasa nada.
Desafortunadamente el comedor del H.G.D.A.V. no es ni de cerca “lo que debería de ser todo comedor institucional”, según la directora del Conacyt, donde ahora sabemos que hasta 15 millones de pesos se gastan en un menú gourmet y los encargados del servicio tienen específicamente prohibido reutilizar los sobrantes para preparar otros platillos y tampoco pueden repetir un menú por lo menos en dos meses. Y como no podía ser de otra manera en un comedor de esa clase, la comida es en tres tiempos ¡faltaba más! Lo que más coraje me da es enterarme que de postre estos insignes funcionarios se pueden dar el gusto de saborear “flan napolitano, crepas, fresas con crema, nieve, arroz con leche de almendras, pay de frutos rojos, pastel de elote y de zanahoria”. ¿Sabe usted qué nos ofrecen de postre en el hospital? Pues solo una fruta, comúnmente plátano, manzana, pera, guayaba o mandarina. No está mal, pero ¿se conformarían aquellos con eso?
Las especificaciones, exigencias para mí, de esos ejemplares comedores institucionales llegan al ridículo de dedicar un capítulo completo del manual (porque tienen uno) a mobiliario y equipo donde se consignan las medidas, el material y el estilo de las mesas así como el número de sillas para cada una y que los utensilios no deben ser de material plástico, sino loza de porcelana o material equivalente, blanca o de color claro. ¡Y pensar que en el hospital nos sirven en charolas de plástico rígido y además cada quien debe llevar su juego de cubiertos o por lo menos una cuchara, así como una taza o un vaso!
En el hospital la comida de los empleados se prepara en el mismo lugar y por las mismas personas que cocinan para los pacientes y, como no podía ser de otra manera, hay muchos puntos qué comentar.
La primera curiosidad, que no me consta en realidad, es lo que yo llamo “preparación diferida” de los alimentos, que consiste en que, debido a la incompatibilidad de horarios entre las jornadas laborales y las horas de comida, el desayuno es preparado por los compañeros del turno de la noche, la comida por los del turno matutino y la cena por los del vespertino. Suena lógico, pero alguna vez pensé que era diferente, además no lo puedo asegurar, eso me han dicho.
Mis quejas no son sobre los compañeros de la cocina y su trabajo, o al menos no completamente, ya que están en la misma situación en la que todos nos encontramos: hacen lo que pueden con lo que les proporcionan. Pero en honor a la verdad, a mí me daría vergüenza ser el responsable de algunas comidas que se sirven: con mal aspecto, excesivamente condimentada, con defectos en la cocción, etc.
Y lo primero que habría que comentar es la poca variedad que hay en lo que se sirve. Últimamente nos hemos enterado de los banquetes que disfrutan los altos funcionarios, se gasta mucho dinero en este país para los alimentos de gente que en realidad es poco productiva y que sin embargo está convencida que merece degustar suculentos cortes de carne, jamón serrano, lomo de atún, variedad de quesos, frutos exóticos y desde luego agua embotellada de las marcas más caras y otras finas bebidas, todo ello de la mejor calidad y del peor precio porque usualmente son adquiridos a uno mayor del promedio. Dudo que realmente sea necesario tener un comedor en esas instituciones, nadie va a morir si aquellos tipos se toman un par de horas para ir a comer a su casa o a donde prefieran, siempre y cuando no sea con cargo al erario, por favor. Y aquí los médicos, básicamente internos y residentes ya que los adscritos por lo regular no se paran por ahí, el día que les va bien se comprarán una pizza o una buena torta y la respectiva Coca Cola. ¡Qué mal!
En una ocasión fui testigo de la actuación de un residente de cirugía mientras atendía a un paciente. De pronto, mientras lo revisaban cayó en paro y aquel médico rápidamente se subió a la cama, se colocó a horcajadas sobre él e inició las maniobras de reanimación cardio pulmonar (RCP) que, como seguramente usted sabe, se trata de un masaje vigoroso que para ser efectivo en adultos requiere aplicar compresiones sobre el esternón con la fuerza suficiente para hundirlo entre 5 y 6 centímetros a un ritmo de entre 100 y 120 por minuto. Cada minuto en la demora del inicio de la aplicación de la maniobra, una vez que se ha detectado el paro, se reducen las probabilidades de supervivencia del paciente en un 10% y debe hacerse hasta que se compruebe que el paciente tiene pulso y respira espontáneamente. Es una maniobra agotadora y también una a la que se debe el haber podido salvar muchas vidas en todo el mundo. Una vez que estabilizaron al paciente, este joven médico entró con él al quirófano para practicarle una cirugía y hasta donde tuve conocimiento las expectativas de su recuperación eran positivas tras su realización.
Recuerdo que ese día en que el joven médico fue para mí el héroe del día prefirió salir a degustar unos tacos en uno de los negocios cercanos al hospital en vez de bajar al comedor a tomar sus alimentos, porque alguien le comentó que el platillo del día no era muy bueno. No entiendo cómo es posible que a personas así no podamos ofrecerle una comida decente en el H.G.D.A.V. Si el paciente fuera familiar de usted y fuera también usted el encargado de preparar la comida de estos médicos no dudo que con esmero prepararía el mejor banquete que pudiera, vamos, que incluso si no fuera familiar suyo tan solo con saber dónde estuvieron los médicos toda la mañana y qué estuvieron haciendo, ¿no le movería la simpatía a esforzarse también en procurar tener una oferta ya no digamos suculenta sino cuando menos buena a secas? Pero parece que hay personas inconmovibles a cargo de estos quehaceres no sólo en el H.G.D.A.V., sino en los S.S.O. En lo que a mí respecta podrían olvidarse de todos los demás trabajadores, empezando por mí mismo, no me molestaría que no estuviera disponible el servicio de comedor para nadie más que los internos y residentes siempre y cuando se les proporcionara un servicio de calidad.
Acá cuando nos toca atún es del de lata, de ese que es mitad soya y mitad vaya usted a saber qué, el queso no es de cabra ni gruyere, ni en sueños, sino simplemente queso (como María). ¿Salmón? ni pensarlo, ni siquiera del enlatado. Quienes deseen agua mineral deben comprarla de su propio dinero, de esa que tiene arsénico (pero tranquilos, que no nos matará… al menos no ahora… porque esa cosa se acumula en el organismo y luego… bueno.)
La oferta principal aquí es el pollo. Tanto así que medio en broma y medio en serio entre los trabajadores es común preguntar: “¿Ya fuiste por tu pollo?”, en vez de “¿Ya fuiste a comer?”, y no se hace sin fundamento, yo creo que al menos 4 de los días de la semana es el platillo principal. Aunque tratan de presentarlo de la mejor manera no siempre tienen éxito. Lo usual es servirlo medio asado, a veces medio crudo y a veces medio en mal estado. Supuestamente en gran medida se debe, como siempre, a problemas económicos. La Secretaría de Salud debe mucho dinero a proveedores que ante la falta de pago han optado por no surtir más de sus productos, pero según se dice, el único que no ha dejado de tener tratos con la secretaría es aquel que vende pollo, de modo que pollo comemos. Pero al menos “es gratis”, y uso las comillas porque seguramente de alguna manera parte del costo lo cubrimos con alguna deducción en nuestro pago quincenal.
Entre el personal las opiniones se dividen, algunos simplemente van, comen y ya, no se quejan nunca y agradecen lo que les den, al menos por un tiempo. Hay usuarios que nada más quisieran quejarse y otros que sí se quejan. Ha habido intentos de mejorar pero no se han logrado grandes cambios. Y después de todo se tiene la opción de renunciar a este beneficio a cambio de una reducción de media hora en la jornada diaria, al menos para el personal de base, desconozco si es igual para los formalizados, regularizados y eventuales. Seguramente la excepción somos, como siempre, los eventuales.
El desayuno y la cena suelen ser mejores que la comida, notablemente mejor los días sábado y domingo. En las mañanas hay café y té, con azúcar y sin azúcar. A mi parecer sería mejor que todo lo hicieran sin azúcar y poner por ahí algunos sobrecitos para quien desee endulzar su bebida. En la comida hay agua de sabor y en la cena café.
El tema puede ser causa de un interesante debate, según yo. ¿Es un derecho que tenemos o es un favor que nos hacen? Si es un derecho, ¿cómo se justifica? ¿debería ser para todos? El caso de los residentes e internos es especial, ya que por norma se tiene la obligación de proporcionarles sus alimentos cuando estén de guardia porque deben permanecer en el hospital. Por el horario al que están sujetos, pueden llegar a pasar días enteros ahí adentro y los médicos residentes tienen un espacio donde quedarse a descansar (¡ah!, ¿por eso se les llama ”residentes”?), no lo puedo asegurar pero seguramente cuentan también con instalaciones sanitarias, hay además casilleros donde guardar algunas pertenencias y, de hecho, hay a un lado de los servicios sanitarios generales regaderas disponibles para el personal que desee hacer uso de ellas, pero no se garantiza que siempre haya agua caliente.
El caso es que el resto del personal tiene una jornada laboral de 8 horas, la cual no justifica plenamente el que reciban alimentos. Después de todo, ¿cuántas empresas y dependencias de gobierno cuentan con servicio de comedor? Bueno, al parecer, más de las que deberían y no precisamente en la forma en que deberían.
Sobre el comedor hay algo más que me resulta incómodo, que me molesta. Sucede que nuestros compañeros encargados de realizar el aseo, como no son empleados directos de los S.S.O. no tienen derecho al servicio. Sin embargo, lo más digno para cualquier trabajador es poder usar una mesa y sentarse a tomar sus alimentos tranquilamente toda vez que el lugar está disponible, eso sí se les permite (nada más eso faltaba, que ni siquiera les dejaran usar las instalaciones para consumir los alimentos que ellos mismos tienen que llevar). Hay ocasiones, casi siempre en realidad, en que hay excedentes, antes de desecharlos los compañeros de cocina los ofrecen a los compañeros de SEGLIM, ya sea para que los consuman ahí mismo o los lleven a sus casas, pero eso nunca sucede antes de que el resto de los trabajadores haya ido a comer, de hecho, ellos acostumbran, o quizá esa indicación reciben, ir a comer después de las cuatro de la tarde o a desayunar después de las nueve, una vez que se supone que todos los demás ya fueron y el lugar está desocupado. Varias veces me he topado con un grupo de compañeros de limpieza, porque no todos lo usan en realidad, aunque sí la mayoría, y he podido ver cómo las más son mujeres, una buena parte mayores. Una parte de esas compañeras doblan turno para poder obtener un sueldo un poco mejor, porque con el de una sola jornada no alcanza. Así es que están en el hospital de 7 a.m. a 9 p.m. con un día de descanso o bien un día de la semana tienen descanso en la mañana y otro por la tarde.
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