Uno puede tener un objetivo muy claro al momento de sentarse a leer. Como la meditación, leer un momento personal de diálogo con uno mismo. Si bien, la lectura está tras un velo de muchos prejuicios (como que es aburrida o que te vuelve más inteligente, nomás porque sí), sigue siendo introspectiva. La motivación que podemos tener pude ser tan variada como desde la necesidad vocacional hasta la simple relajación, un pasatiempo. La lectura de placer es tan válida como cualquier otra, y el que “no te vuelva más inteligente”, no demerita a un texto. Así, pues, cada quien tendrá en consideración algunas lecturas como de placer, y entre estas, podríamos considerar a Antón Chéjov.

Lo primero que tenemos que hacer es quitarnos ese otro velo de que todos los escritores rusos son intensos. Cuando uno lee a Dostoyevsky o a Mijaíl Bulgákov, normal es que use encuentre con entrelazados soberbios. Mientras que el primero es uno de los más grandes escritores de toda la literatura universal, el segundo parece ser un canto feliz. En una opinión muy personal, si fueran música, la literatura de Dostoyevsky sería una obra de Tchaikovsky; mientras que “El maestro y Margarita” del segundo, sería más como “La traviata” de Verdi.

Y si queremos vernos más contemporáneos, Dostoievsky sería uno de esos metales que mezclan sinfónicas, tenores y sopranos, mientras que Bulgákov iría más a un estilo de Folk Metal.

Pero no todo tiene que ser intensamente complejo y coloridamente divertido. Es decir, no tienen por qué estas características previas ser las únicas notorias. Hay que recordar que en un solo libro puede que un género sea el que predomina, pero puede estar matizado por otro más. Hay, entre losrusos, uno más que no entraría ni siquiera en el género metal; o que su estilo clásico sería uno mucho más sutil. Es decir: leer a este ruso es como una suerte de soporífero que te tranquiliza, relaja, y te lleva a un estado de paz mental que te ayuda a descansar.

Antón Chéjov es considerado uno de los más grandes escritores de la literatura en cuanto a su género, que es el naturalismo. Quizá, como el mismo prólogo de la compilación de Ricardo San Vicente dice, que por ser doctor el autor, es que logró esa similitud entre sus relatos y la realidad. Es considerado un maestro del relato corto, que sus novelas parecen más relatos muy largos, y que es muy realista en sí. O sea que no vamos a esperar a ver ficciones radicales como el mismo Bulgákov que ya se mencionó. Chéjov es muy tranquilo.

Los cuentos y relatos de Antón no van a mostrarnos realidades alternas distópicas donde el extremismo es la metáfora del hombre, va a hacer todo lo contrario. Mientras que los otros dos autores rusos mencionados, son ricos en su fuerza, la de Chéjov lejos de ser un empuje, es tranquilidad. Lo que nos vamos a topar al leerlo no es justamente aquello que necesitamos luego de un día ajetreado. No se me malinterprete, no es literatura barata ni lo que podríamos considerar basura; muy al contrario, en su maestría radica su tranquilidad.

Sus relatos ahondan en las emociones humanas, específicamente en las de sus protagonistas, todos ellos muy normales. No hay monstruos, fantasmas ni diálogos dignos de cátedra universitaria. Hay seres humanos que muestran sus debilidades y fortalezas en muy distintos ámbitos. Lo que nos regala este ruso son narrativas de pobreza, riqueza, amor y desazón, todas ellas bajo un manto de existencialismo. Ciertamente es vacío el sentimiento que nos deja, no depresivo, pues no son lo mismo. Y aunque el relato tenga un “final feliz”, sigue teniendo este vacío en sí.

Ahora, no es que el existencialismo signifique depresión y muerte. Ni siquiera lo absurdo de Camus iba dirigido a quererse morir para siempre, pues en su literatura vemos una evolución. De todos modos, es en lo absurdo donde no tiene sentido la vida y que la existencia no tiene sentido para el universo. Es por eso que el existencialismo se enfoca en el hombre (humano, no hablamos de género aquí) en particular. Cada quien le da sentido independientemente de si lo hay o no para el universo.

También eso de estar condenados a ser libres de Sartre, a pesar de que parece una condena sistemática a todo lo que vivimos, en un análisis menos dramático, no es así. El hombre puede elegir lo que quiera, porque es capaz de hacerlo, sin embargo, debe elegir dentro del marco de la existencia humana. Entonces, es libre de hacerlo pero dentro de los límites de ser hombre.

Todo esto es el tinte de los relatos de Chéjov. Hay que mencionar que no es existencialista, no es un representante de esta corriente filosófica. Ni siquiera se consideraba él mismo como tal. Podría ser que su complicada niñez nos diera pauta para pensar que debió haber hecho literatura radical, pero no fue así. Dentro de su realidad, él eligió su forma literaria. Asimismo, todos sus personajes, a pesar de estar atados a su realidad y normalidad, a las reglas externas; pareciera ser que las consecuencias de sus acciones son todas fruto de sus propias elecciones.

Sus personajes están en la constante disyuntiva, la de todos, de cómo ser felices y cómo lograrlo. Parecen estar en un constante revuelo por lo que hacen y no pueden hacer, asimismo, en torno a lo que se ven obligados a hacer. Ya sabe usted, #TeamSinPauta, no les queda de otra. Entonces, cada relato es una especie de viaje a la realidad de uno mismo, la que nos rodea, la que nos acompaña en la vida.

Leer a Chéjov no es deprimente, y en eso hay que tener mucho cuidado; tampoco expone teoría existencialista, aunque sus relatos estén entintados con la misma. Son escritos varios en los que, en pocas palabras, proyecta el ruso lo que una persona es. Están llenos sus textos de emociones varias, no enteramente enfocados en los claroscuros del hombre, sino en el ser humano per se.

No podemos esperar de Antón, o al menos de este libro (Los mejores cuentos de Antón Chéjov, selección de Ricardo San Vicente) una tensión poderosa ni escenas muy jocosas e intensas. Es una lectura muy calmada, muy tenue, relajada, como una brisa en un día caluroso. A pesar del ritmo tranquilo, su belleza literaria no es de menoscabarse. La lectura de estos cuentos es como la contemplación de una pintura: son preciosos para leer luego de un día ajetreado o cuando buscamos relajarnos antes de dormir.

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