HOSPITAL INCURABLE / POR: ADRIÁN LOBO

Un elemento infaltable en cualquier narrativa es nada más y nada menos que aquel que la adereza salpicando la trama, irónicamente, de sinsabores para el protagonista: Aquél, aquélla, incluso aquello, que el héroe debe superar en pos de un final feliz. Supongo que es más fácilmente reconocible cuando se trata de una persona, aunque no necesariamente tiene que serlo, a veces puede tratarse de algo, digamos, más poético y no tan claramente identificable, algo inmaterial que suele nombrarse genéricamente ante la inefabilidad, como un destino cruel. 

Otras veces, el antagonista es en realidad un grupo de ellos en donde puede haber o no un líder visible. El antagonista no es un simple rival, toda vez que, si bien se enfrentan y se oponen por igual, no están en la competencia por un mismo objetivo, sin embargo, podría darse el caso también. 

El objetivo del villano parece ser simplemente el de estorbar, de complicarlo todo, poner obstáculos para tratar de impedir que se alcance una meta. Pero otra vez estoy divagando, disculpe usted; este espacio que generosamente me brindan y que agradezco infinitamente me sirve como terapia, como desahogo y tengo además un problema de verbosidad, en fin. 

Por ahora solo agregaré al respecto que si acaso le ha resultado interesante lo planteado anteriormente, que cae en los terrenos de la ficción donde es ampliamente utilizado, recomiendo, si me lo permiten, acudir con los expertos del Colectivo Cuenteros con sede en Oaxaca. Estoy seguro que aceptarán gustosos comentar y compartir sus experiencias y conocimientos como lectores y escritores con otros lectores y escritores. Puede encontrarlos en redes sociales.

Ahora prosigo. En cualquier parte del entramado social en la vida cotidiana también puede uno hallar de estos villanos a montones: el vecino escandaloso, el gandalla de la calle, el conductor del colectivo, el policía de tránsito mordelón, el urbanero, la directora de la escuela, el jefe en el trabajo, la delincuencia, godzilla, en fin, usted nómbrelo.

Algo particular sucede en el trabajo. En una oficina de cualquier empresa, de tamaño medio en adelante, quienes ponen las piedras en el zapato son “los de sistemas”, los informáticos, los de T.I., según se quiera llamarles, da lo mismo, el caso es que suelen ser odiados o en general suelen ser poco apreciados y nada respetados. 

Son ampliamente conocidos por no responder el teléfono, no devolver las llamadas y postergar reiteradamente las fechas de entrega de cualquier información, proyecto, reporte o resultado de algún proceso. Se dice por ahí que no es conveniente que un informático lleve a sus hijos a la escuela ni que pase por ellos a la salida, porque, precisamente, nunca estará a tiempo.

De esto también tenemos, cómo no, en el hospital. De los villanos, quiero decir, porque un departamento propio de T.I. no tenemos y en general no estamos aprovechando bien los recursos informáticos. Y no, no se trata de las supervisoras de enfermería tampoco, aunque es un gran esfuerzo el que hacen frecuentemente por llegar a serlo.

Aquí nuestro villano favorito es el Departamento de Mantenimiento. ¡Ah, sí! Seguramente es uno involuntario pero tan insidioso como el que más. El mismo nombre suena ya tenebroso, ¿no es cierto? Podría ser como una amenaza: ellos se encargarán de que todo siga como está. ¿Y si no está bien? ¡No importa! Su trabajo es mantenerlo así, según el nombre del área. Bueno, qué se le va a hacer. Quizá una buena parte por donde empezar es un cambio de nombre: “Departamento de reparaciones”, se me ocurre ahora mismo como propuesta.

Así como se llama ahora, a mí me recuerda nombres como “El ministerio de la verdad”, “El ministerio de magia”, “Departamento de policía y tránsito del D. F.” y otros similares. Por supuesto que estoy bromeando, nuestros “villanos” por suerte no llegan a tanto. No obstante, sí es cierto que aquí son ellos los que no contestan las llamadas, nunca están disponibles, acuden muy tardíamente a los llamados y nunca están localizables cuando se les necesita. 

Según mis estadísticas personales, cuando se les busca en su área, porque vía telefónica es prácticamente imposible contactarlos, en el 60% de las ocasiones que se acude ahí no se encontrará a nadie o habrán cerrado la puerta simulando que no hay nadie mientras duermen un poco ahí adentro, en un 20% sólo estará la secretaria, porque tienen una secretaria, que tomará un recado que invariablemente se perderá y no llegará a su destino. 

Y a todo esto, ¿por qué tienen una secretaria? ¿Es muy necesario? No creo que haya mucho papeleo que llevar en el Departamento de Mantenimiento, ¿o sí? Bueno, esto es burocracia en todo su esplendor, así es que si realmente trabaja o no es lo que menos importa. Lo que realmente importa es que ahí hay un jefe y, como todo mundo sabe, donde hay uno debe haber también una secretaria. 

Otra que creo que está un poco… o bueno, no voy a mentir, creo que está un mucho fuera de lugar, es aquella compañera que está asignada al quirófano. He intentado imaginar qué es lo que hace ahí adentro, quizá sea algo así como:

— Señorita, por favor anote lo que le voy a dictar: Se inicia procedimiento de laparotomía exploratoria con incisión paramediana derecha… ¿ocurre algo señorita?

— ¡Ay, doctor, disculpe! ¿Incisión para quién? ¡Creí que la paciente se llamaba Mariana!

O bueno, no, quizá hay muchos memorandos por redactar ahí, muchos oficios y hay un gran archivo de notas que debe mantenerse perfectamente organizado. De cualquier forma me intriga saber si usa tacones con la pijama y las botas quirúrgicas que debe vestir para entrar ahí.

No importa, mejor prosigo. El 20% restante de las oportunidades ya mejor ni voy, es decir, que de 10 veces que me pidan ir hasta allá a buscar a alguien, aleatoriamente elegiré ni siquiera intentarlo en dos de ellas, lo siento mucho, pero así es. Y es que lo más seguro es que, aunque haya alguien ahí a quien hacer la solicitud, me dirá que irán más tarde a atenderla.

Evidentemente no es más que una broma de mi parte, los compañeros de mante-ni-miento tienen todo mi respeto. Su área es una muy complicada y delicada. Nada más están involucrados en TODO el hospital. Así, tan sencillo. Y lo peor no es eso, lo malo es que en realidad son pocos y se les acumula el trabajo. Así es que cada uno de ellos debe ser un factótum.

Porque vea usted, hay que encargarse de la fontanería, albañilería, electricidad y pintura, eso nada más para empezar. Claro que lo que ellos hacen generalmente son reparaciones algo menores, precisamente de mantenimiento, cuando se trata de una labor más grande lo que se suele hacer es contratar a una empresa que preste el servicio.

Tan solo las tuberías son todo un embrollo, no es únicamente el agua fría y caliente, por las entrañas del hospital corren quizá kilómetros de tubos que distribuyen oxígeno y aire medicinal a todos los servicios. Con esa instalación el mayor y más extendido problema son, lógicamente, las fugas. Y así hay un montón de otros asuntos, como el aire acondicionado. 

Es cierto que muchas veces la secretaría convoca, para que haya margen para los negocios, supongo, a contratistas que ejecutan algunas de esas instalaciones y seguramente también algunas labores especializadas de mantenimiento; no hay problema, que trabajo hay para dar y repartir. Está por ejemplo el mantenimiento de los autoclaves en donde se esteriliza instrumental, ropa y toda una variedad de materiales empleados en la atención a la salud. 

Aún antes de eso, para que aquellos funcionen se requiere vapor, mismo que se genera en las calderas que los compañeros de mante deben supervisar que estén funcionando en los horarios establecidos. Si hay un fallo en el inicio de esa cadena la atención de los pacientes se complica, hasta puede llegar a paralizarse; si no hubiera instrumental estéril no habría cirugías, por ejemplo. 

De hecho, eso está pasando ahora mismo: los autoclaves no están funcionando correctamente, creo que no dan más y el personal encargado de operarlos ha declarado un paro de labores en tanto no se cuente con lo necesario.

Así que su labor es fundamental, nada menos, ellos que tampoco estudiaron medicina (hay por ahí alguno que otro ingeniero, eso sí) ni enfermería, impactan también con su trabajo en la atención a la salud. Sería fácil confundirse y pensar que el Departamento de Mantenimiento nada tiene que ver con ese tema pero es en realidad algo muy distinto. De alguna manera están presentes en una cirugía, en la unidad del paciente en su servicio, en los materiales que emplean las enfermeras al realizar curaciones, en los lavabos donde el personal se asea. 

Esto es algo que me gusta del hospital, que hay una verdadera sinergia, de la buena, auténtica. Esta palabra ha sido largamente mancillada por el uso político a pesar de ser de un significado muy noble: fuerzas de origen diverso que convergen en un mismo sentido para conquistar una meta. 

A menudo me pongo a pensar, por ejemplo, cuántas personas han aportado su granito de arena para que una enfermera pueda poner una simple inyección: el personal administrativo que recibe jeringas, agujas, algodón y alcohol en el almacén, lo ingresa y luego lo distribuye por los servicios; el camillero que coloca y ordena ese material en el servicio (por cierto que desconozco por qué y creo que es por simple costumbre); el personal de farmacia que recibe, resguarda y surte los medicamentos; la enfermera que hace las requisiciones correspondientes a los almacenes, el médico que expide la receta necesaria… ¡Eso es trabajo en equipo, caramba!

Por eso también veo mi trabajo en el hospital como uno más satisfactorio que otros que he tenido: aquí el trabajo tiene un sentido más elevado, hasta una acción que en otro lugar podría verse como ínfima tiene una importante repercusión.

Aquí el fin que se persigue es más noble que enriquecer a un patrón ingrato que piensa que uno debe estar feliz con la bota en el cuello, que piensa que no tiene más obligación con el empleado que pagarle un sueldo miserable (¿verdad, don Ricardito Salinas?), un patrón que le escamotea a uno hasta las prestaciones más básicas, recurriendo para ese fin a marrullerías de la peor vileza. Y todavía lloriquean y se rasgan las vestiduras porque ahora el outsourcing está prohibido y por un mísero 15% de aumento en el salario mínimo.

Aquí la problemática por el tema económico es un poco diferente, ya ve usted la que se armó cuando le dijeron a los sindicalizados que sus “medidas de fin de año” (2020) se pagarían hasta febrero del 2021. Las huestes sindicales enardecidas exigieron el botín y la cabeza del responsable y el director de administración fue supuestamente removido de su cargo, o eso se dijo, porque aún semanas después su nombre seguía apareciendo en el directorio de los S.S.O. como titular de esa oficina. 

Adrián Lobo. 
adrian.lobo.om@gmail.com | hospital-incurable.blogspot.com | facebook.com/adrian.lobo.378199

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