Ernesto Palma F.

El “movimiento” que llevó a Amlo al poder sólo fue una fachada a la que quiso otorgarle el carácter de una corriente ideológica, similar a lo que hizo Chávez en Venezuela al invocar los ideales y principios bolivarianos, con los resultados que todos conocemos.

Por una parte, Amlo y su camarilla inventaron la “cuarta transformación” para insertar su engendro político en la historia nacional y justificar las barbaridades que a dos años y medio de gobierno, han deshecho la vida institucional del país. Pretenden incrustar en el imaginario colectivo, la figura de Amlo a la par de los héroes nacionales. De ahí que López Obrador machaca la idea de que existe una guerra intestina entre conservadores y liberales. Se sobrentiende que Amlo se autodefine como “liberal” por oposición a sus enemigos los “conservadores”, tal como acontecía en el siglo XIX. Si fuera así, surgen algunas preguntas: ¿Amlo es realmente liberal?, ¿los integrantes de su “movimiento” son liberales?, ¿Bartlet es liberal?, ¿Los Monreal son liberales? ¿Napoleón Gómez Urrutia es liberal?, en síntesis: ¿Los diputados, senadores, gobernadores, alcaldes y candidatos de Morena, son liberales?.

Para responder es necesario revisar un poco de antecedentes históricos del movimiento liberal en nuestro país.

El antecedente más próximo del movimiento liberal fue la fundación del Partido Liberal Mexicano, por parte de Ricardo Flores Magón en 1905. El Programa del Partido Liberal Mexicano se convirtió en un documento precursor fundamental para la revolución mexicana. Ahí se establece que “…el partido luchará contra el despotismo reinante en México, y que, seguro  de triunfar al fin sobre la dictadura, declara los anhelos que se propone realizar.” Destaca que los puntos en el programa no son otra cosa sino las bases generales para la implantación de un gobierno verdaderamente democrático.

Entre los principales puntos del programa liberal están los siguientes:

Reducción del período presidencial a cuatro años; supresión de la reelección para el Presidente y los Gobernadores de los Estados, reforma a los artículos constitucionales 6° y 7° constitucionales suprimiendo las restricciones que la vida privada y la paz pública imponen a las libertades de palabra y de prensa; abolición de la pena de muerte, excepto para los traidores a la Patria; agravar la responsabilidad de los funcionarios públicos, imponiendo severas penas de prisión para los delincuentes.

En cuanto a la instrucción: multiplicación de las escuelas primarias; obligación de impartir enseñanza netamente laica en todas las escuelas de la República; declarar obligatoria la instrucción hasta la edad de catorce años; pagar buenos sueldos a los maestros de instrucción primaria, y hacer obligatoria la enseñanza de rudimentos de artes y oficios.

Respecto al clero católico: los templos se consideran como negocios mercantiles, quedando obligados a llevar contabilidad y pagar las contribuciones correspondientes; nacionalización de los bienes raíces que tienen en poder de testaferros, así como la supresión de sus escuelas.

Entre los puntos generales se encuentran los siguientes: hacer práctico el juicio de amparo, simplificando los procedimientos; restitución de la zona libre; establecer la igualdad civil para todos los hijos de un mismo padre; supresión de los jefes políticos; medidas para suprimir o restringir el agio, el pauperismo y la carestía de los artículos de primera necesidad; protección a la raza indígena; establecer lazos de unión con los países latinoamericanos, confiscar los bienes de los funcionarios enriquecidos bajo la dictadura, anular las reformas hechas a la Carta Magna por el gobierno de Porfirio Díaz y adecuarla lo necesario para poner en vigor el programa.

Un dato muy revelador de la manipulación histórica que amuebla los frecuentes desvaríos presidenciales y que seguramente se desconoce o se oculta, es que el Partido Liberal Mexicano marcó su distancia con Francisco I. Madero, a quien tildaron de traidor a la causa de la libertad.

Como se aprecia, la supuesta transformación de Amlo y Morena es una vil farsa, ya que no está sustentada en ninguna ideología, ni precedente histórico. La excusa que ya se escucha en los muros de palacio nacional, es que la pandemia frenó las intenciones de crecimiento económico y desarrollo del país. La realidad señala que antes de la pandemia la economía no mostraba signos de crecimiento y que el gobierno no tenía idea de cómo lograr un crecimiento anual superior al 6%, como lo prometió el régimen obradorista.

Un indicador infalible de auténtica transformación se mide en el sector educativo. Para ilustrar este caso, baste recordar la obra de Vasconcelos. Fruto de la Revolución, se nutrió de ella, concibiendo la educación como viva participación. Durante su gestión como Secretario de Educación Pública se fundaron escuelas, se editaron silabarios y clásicos, se crearon institutos y se enviaron misiones culturales a los rincones más apartados. En esta titánica y transformadora tarea participaron poetas, pintores, prosistas, maestros, arquitectos, músicos. Toda o casi toda la “inteligencia” mexicana. Fue una obra social que exigió la presencia de un espíritu capaz de encenderse y de encender a los demás.

Aquí surgen dos preguntas obligada: ¿Dónde está hoy esa “inteligencia” mexicana?.

¿Dónde están los verdaderos liberales? 

No es posible hablar de una transformación auténtica del país, sin la participación de sus intelectuales, artistas, científicos, escritores, médicos, ingenieros, maestros y personas que en general integran la “inteligencia” que puede hacer posible la movilización de talentos y recursos para impulsar los cambios que tanto requiere nuestra Nación.

No hay punto de comparación histórica con lo que Amlo y Morena pretenden vendernos como cuarta transformación. No existe tal movimiento. Es una farsa más con la que engañan a los mexicanos que ignoran los alcances reales de un auténtico cambio transformador en todos los ámbitos de la vida nacional y que para eso se requiere la  participación de los mexicanos más brillantes y talentosos y no al revés. Ya es tiempo de reconocer que Amlo y Morena no son producto de una verdadera lucha social. La situación actual del país, confirma que sólo son una camarilla de oportunistas ignorantes que no saben cómo gobernar. A dos años y medio de desgobierno, la historia ya les reserva un ominoso lugar entre los más mediocres, decepcionantes y corruptos gobiernos que haya padecido México.

Aunque hay pocas esperanzas de que algo cambie los próximos 4 años, la jornada electoral del próximo 6 de junio, puede ser una buena oportunidad de mostrarle al régimen obradorista que aunque nos representan y gobiernan, México no está poblado de pendejos ignorantes.

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