Por Morgendorffer

Hace un par de años circuló la noticia de la aparición de una nueva edición del clásico de Antoine de Saint Exupéry El Principito. Uno de los textos más celebrados de la historia, principalmente, por ser un iniciador de la lectura de manera transgeneracional y especialmente en la niñez. Tanta es su relevancia que, junto a la Biblia y El Quijote, sus traducciones y ediciones son innumerables.

Pero ¿Por qué llamó la atención una nueva edición de este hito de la literatura mundial? Porque se trata de una nueva “traducción”, ahora al lenguaje inclusivo. Venida desde la editorial argentina Ethos, este material pretende ser uno de los primeros intentos por reformar los clásicos universales y dar nuevas opciones para acercarse a estos desde el pedestal de la post modernidad, algo así como versiones sin azúcar, gluten free y libres de sodio de textos canónicos. 

Fenómeno que ha traspasado a otras disciplinas como el cine y la televisión, con constantes reversiones que en estos casos sólo buscan cubrir cuotas de raza y de género, o en el peor de los casos una censura parcial o total de momentos históricos, sin un aporte real a la cultura. En contraposición a distintos autores que trabajan sobre una visión multicultural y re interpretativa; como el movimiento de escritoras e historiadoras anglosajonas que vuelcan su mirada al periodo helénico, traduciendo, novelizando e interviniendo textos base de la cultura occidental, a partir de colocar el foco en personajes y situaciones que fueron excluidas a lo largo del tiempo, como la mirada femenina o las conductas homosexuales de los griegos. También resultan interesantes los ejercicios que realizan los cineastas afroamericanos sobre los periodos del esclavismo y la segregación (leyes Jim Crow) estadounidense, a través del terror y la ciencia ficción, o la creciente popularidad a nivel mundial de la música latinoamericana, con un movimiento que surge de las periferias y zonas marginales de nuestras urbes, fundado en ritmos autóctonos combinados con producciones modernas. Esto por mencionar algunos ejemplos que apuestan por la pluralidad y la diferencia. 

Cuando leía esta nueva versión no podía dejar de pensar en cuan perezosos e infructíferos son estos intentos por querer conjuntar a todas las culturas en un sólo (solo) envase. Por qué, a quién va dirigido este texto ¿A la niñez guaraní, a los hablantes de las lenguas caribes, zapoteca, o andaluz? Que, para acceder a éste, deberán realizar una doble renuncia a su identidad originaria, primero pasando a la dominación castellana para luego adaptarse al español, dado que, sólo son sustituidas las vocales que hacen referencia al género del sujeto, las reglas gramaticales y la sintaxis permanecen. Sin olvidar a las personas con alguna condición para la lectura, como la dislexia o la debilidad visual, que en muchas ocasiones son pasadas por alto. 

Este libro sencillamente se detiene en las blancas conciencias privilegiadas que no se atreven a dar el salto cosmopolita y que pretenden evangelizar a sus círculos cercanos, que comparten sus mismas condiciones, haciéndolo un ensayo estéril por contribuir al desarrollo cultural y la inclusión social, tratando de limitar nuestra capacidad de entender al otro. 

Lo que sí hace, es aportar al atemporal debate sobre el papel del arte, porque ¿No es precisamente uno de sus roles, cuestionarnos? Ya que el arte no debería ser ese lugar seguro donde nuestra identidad permanece intacta. Sino el terreno donde enfrentamos la otredad, que se oculta en el rabillo del ojo y superarla en la mayor medida posible, lográndonos identificar con ese pequeño príncipe que vive en un asteroide y que lleva más de un año en la Tierra. 

La intención de estos experimentos es crear el espejo donde nos reflejemos todos, de cuerpo entero y con la mayor fidelidad posible, como en los vestidores de las tiendas, donde la iluminación es manipulada y todo entalla perfectamente, pero, la realidad es que el arte se acerca más a esas curiosidades de feria, donde nos deformamos y distorsionamos según donde nos veamos reflejados, adaptándonos al espejo no el espejo a nosotros, siendo más pequeños o más altos, anchos o delgados, pero reconociéndonos de alguna manera, apropiándonoslo. 

Porque hoy somos el pequeño príncipe, pero después seremos una de las hermanas March, luego transitaremos como Orlando por la sociedad victoriana, para terminar una mañana luchando por ir al trabajo en nuestra nueva forma de seis patas y dos antenas.  Este material se acerca más a la agenda, la taza, la libreta, o cualquier otro producto mercantil que deriva del terreno libre de regalías, o la conveniente concientización empresarial, que ofrece productos según fechas conmemorativas o para adherirse algún movimiento, con ediciones rosas, verdes, naranjas o multicolor. Sólo explotando nuestras necesidades de ser y pertenecer.

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