Fotografía de Quino AI por medio de Unsplash

LABERINTOS MENTALES / POR: ARANTXA DE HARO

Detrás de esa gran pecera que son los comedores industriales, acrílicos carísimos sobrevalorados que se venden por miles por ser una barrera contra aquel bicho infame, me encuentro frente al rostro de una persona mayor que yo. No por mucho, no obstante, el único referente que tengo de él es que me he empeñado en hacerle reír a carcajadas cuando el gusano de lo histriónico se apodera de mis entrañas. Cuando el estrés me sobrepasa, y entre las tortillas, los bolillos, la sopa de arroz, el postre, y el alimento capeado, me hago guaje, y disfruto de los carbohidratos que aderezan esa bandeja plástica donde llevamos los alimentos. No puedo sino comentar que llevo algunos días navegando entre el disgusto, la repulsión y el coraje que me traba la mandíbula al ver injusticias. Muy en el fondo de mí, me hubiera gustado no encontrarme en esa encrucijada. De reojo veo una sombra merodear entre el bullicio de aquel comedor lleno de gente. La pandemia parece haberse quedado atrás. El miedo ha sido reemplazado por la rutina de desinfección de sillas, mesas y platos. Mis manos eternamente partidas, resecas por el exceso de alcohol, se mantienen así porque no hay mamá que me reclame mi descuido. La sombra se sigue asomando, y me pregunto si el destino me había puesto en ese sendero que llevaba a un dedo flamígero que hube usado para señalar algo que no pretendía reconocer.

La vida tras ese esquema en el que se finge no saber nada, en ocasiones es un camino más feliz. Hacerse menso y no entrometerse en aquello donde no le llamen. No obstante, como lo dije en el primer Laberintos Mentales, parafraseando, es completamente inmoral ignorar aquello que uno puede evitar y sin embargo pone a otros en peligro. A veces no se puede estar completamente indiferente. Mi estómago da vueltas, y hasta mi terapeuta me hace ver lo trascendente que esto podría ser. Mi cabeza empieza a verse presionada, mis oídos zumban y mi sentido de equilibrio se pierde. Sentir que los pies se despegan, que uno pierde metafóricamente piso. Vuelvo a esa realidad plástica que se encuentra frente a mí. Quiero olvidar por un momento que esto por lo que estoy pasando sólo es una invención mía… ojalá lo fuera, pero es tan real y tan tangible, está llena de testigos, y me veo en esa posición única en la que puedo hacer algo.

He tomado un día libre para pasear mis dedos por el teclado, como una danza de rítmica de palabras que pronto conformarán este texto. Mientras que evito pensar en el mañana y sólo concentrarme en poder conectar con algo más que no sea esta situación tan gris. Sé que me espera una jugada de ajedrez como ninguna. No obstante, incluso ganando la partida, soy consciente que este es sólo un remedio temporal para aquello con lo que sé que no puedo erradicar. El sol brilla incluso para la gente maliciosa. No me engaño, al no creer en ninguna vida después de la muerte, el ver el vacío frente a mis ojos, aunque más libre, me hace mucho más realista en mis expectativas. Procuraré simplemente evitar que pase lo peor.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito está vacíoRegresar para ver