
Si bien en feisbuc, yutub, instagram o, la madre de todas las alturas: tuiter, las personas creen que poseen más verdad en sus teclados que el resto del infelizaje, esta no es una conducta de estricto cuño contemporáneo. Ya lo decía Descartes al inicio de su Discurso del método:
“El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él que aún los más descontentos respecto a cualquier cosa no suelen apetecer más del que ya tiene.”
Consideración, la de este francés, que nos deja ver que no importa la época, el tamaño del desarrollo intelectual, científico o filosófico, todos pensamos, con cierto orgullo, que somos más chingones que el resto o, en el mejor de los casos, simplemente menos pendejos.
Si el conocimiento ha podido agigantarse gracias a esa permanente y constante vocación por corregirle la plana al pasado, la opinión corriente y sus portavoces, actúan a través de las redes sociales, y otras virtualidades, como si no hubiera en el mundo otro individuo, más informado, más inteligente, más bueno, más consciente, más despierto, más propio, más correcto, más incorrecto, más doliente, más sufriente o más algo.
Y, sabiendo que la moral a veces no tiene nada que ver con esto, es de uso común la expresión “altura moral” para hacer referencia a la sustancia esa con la que se inflan pechos a diestra y siniestra que resultan ser los “más mejores” en todo.
No sé qué tengo en los ojos, que puro pendejo veo, y además pa’bajo.
Para comentar debe estar registrado.