LA MILLENIAL DEL ÁTICO / POR: EDNA MONTES

El verano de 1996 sigue fijo en mi memoria. La gimnasia artística es uno de mis deportes favoritos. Como una niña de mi tiempo no podía escapar al hecho de que estaba de moda en los 90. Tampoco a que mi familia la amaba desde esa inolvidable presentación de Věra Čáslavská la «novia de México» en 1968. Incluso practiqué el deporte de niña, no recuerdo haber tenido mucho talento, pero sí tenía mucho entusiasmo. Eso no bastó para soportar las desmañanadas y luego los estudios. Mi mamá decidió que la escuela era prioridad y mi breve (y harto ingenuo) sueño olímpico se desvaneció.  

En mi memoria, lo ocurrido en las finales por equipo de la gimnasia femenil de Atlanta 96 era una gesta heroica. Lo fue por muchos años. Sé que todavía lo es en la mente de muchas personas porque el segundo salto de Kerri Strug en el caballo aún es uno de los momentos más consignados en los recuentos de grandes hazañas olímpicas. Ese día, el ambiente era tenso. Aunque la URSS ya no existía, todavía había un resabio de la Guerra fría en ese duelo entre los equipos de Estados Unidos y Rusia.

Dominique Moceanu aterrizó de cara sobre la viga de equilibrio, pero siguió con su rutina hasta terminarla. Luego falló ambos saltos en el caballo, lo cual no es de extrañar considerando la presión que debía soportar a sus 14 años. La urgencia del equipo local por destronar al ruso transfirió aún más presión a su compañera, Kerri Strug.

En más de una entrevista, Strug ha relatado lo que pasó en esa competencia: escuchó un POP al aterrizar su primer salto de caballo y luego cayó. El sonido correspondía a dos ligamentos rasgándose, aun así, su entrenador la obligó a realizar el segundo salto que colocaría a Estados Unidos en lo más alto del podio. Terminando, por fin, con el dominio soviético de la gimnasia artística femenil.

Strug le rogó a su entrenador que la llevara al hospital, él se negó insistiendo en que debía recibir la medalla porque «nunca vivirás un momento como este». Así que le colocaron una escayola provisional y él la llevó en brazos al podio. Dominique Moceanu dijo que antes de su primer salto de caballo tuvo un ataque de pánico, después de eso solo recordaba sus pies resbalándose. No quería mirar a los ojos a su coach «mi corazón se hundía porque sabía que ella estaba pensando que yo no servía para nada».

En 1998, a sus escasos 17 años de edad, Moceanu demandó en una corte que se le declarara mayor de edad para poder hacerse cargo de su vida y finanzas. Acusó a sus padres de explotarla y ser abusivos. Strug capitalizó su hazaña en Atlanta, pero dejó la gimnasia para perseguir una carrera universitaria.

El paso de los años y el destape del escándalo de abuso sexual que cimbró a USA Gymnastics en 2016 me hicieron cambiar de forma radical mi idea sobre el verano del 96. Un médico de confianza de la organización abusó sexualmente de más de 250 gimnastas durante un lapso de unos 20 años. Entre las víctimas estaban algunas de competidoras de Atlanta 96; también de todos los equipos nacionales de gimnasia de EU desde ese entonces.

Las «Siete Magníficas» se hicieron con el oro en un mundo donde la presea valía más que su salud, estabilidad emocional o dignidad. La pequeña Edna, muchas pequeñas alrededor del mundo, normalizaron la idea del sufrimiento como camino para lograr tus metas. Un «jamás te rindas» y un «tienes que poder con todo» que me hicieron mucho daño a lo largo de mi vida. No estoy culpando a las gimnastas de Atlanta 96, ellas la pasaron mucho peor que yo en una sociedad que valida el maltrato como precio para alcanzar el éxito. Son víctimas que se volvieron sobrevivientes y reunieron el valor para alzar sus voces contra el sistema que les hizo daño. El médico abusador fue condenado a 175 años de prisión.

Han pasado 25 años, nos tomó un cuarto de siglo que una atleta dijera «no quiero seguir». Simone Biles, un referente de la gimnasia actual, la favorita para ganarlo todo, se retiró de la final por equipos de Tokyo 2020. Lo hizo para cuidar su salud mental, con el apoyo de sus compañeras y entrenadores. El recorrido de Simone Biles, y el de varias de sus compañeras, no ha sido sencillo. En periodo de olimpiadas es fácil olvidar que la gimnasta es sobreviviente de abuso sexual y ha sufrido depresión antes. «Físicamente me siento bien, estoy en forma. Emocionalmente puede variar según el momento», fue lo que declaró Simone en la rueda de prensa tras la competencia.  «Vamos a tomarlo un día a la vez y ver qué pasa. Tenemos que proteger nuestras mentes y cuerpos en vez de sólo salir a hacer lo que todo mundo quiere que hagamos»

No soy una atleta de alto rendimiento, pero sí vivo el día a día con depresión y trastorno de ansiedad generalizada. La salud mental todavía es un tabú en el mundo, en particular en México. Mi recorrido para recibir un diagnóstico, la ayuda que necesito e ir aprendiendo a vivir mejor con mis trastornos ha sido arduo. Me habría gustado que la pequeña Edna normalizara lo que hizo Simone Biles en vez del maltrato que sufrieron Kerri Strug y Dominique Moceanu. No obstante, millones de niñas, adolescentes y mujeres hoy tienen un nuevo modelo a seguir, uno que cambia la forma en que se habla sobre la Salud Mental en los deportes y en la vida. Espero que este sea el primer paso para que esas chicas crezcan en un mundo más amable en el que cuidar de ellas sea mucho más común y sencillo de lo que fue para mi generación.

Como la historia es cíclica, lo de Simone Biles me lleva de nuevo a Věra Čáslavská: si Biles decide presentarse al All Around individual y gana la medalla de oro se convertirá en la primera que retiene el título dos Olimpiadas seguidas desde que Věra lo lograra en México 68. Si no, seguirá siendo la campeona en mi corazón por sentar un precedente para todas las gimnastas que vengan luego de ella; para todas las mujeres del mundo: Tu salud es una prioridad, se vale cuidarte antes que cumplir las demandas y expectativas de los demás.

Por Edna Montes

Escritora, periodista, podcaster, friki irredenta, adorkable y somm con la pluma tan filosa como la espada. Bruja. Practical Occultist & Professional Descendant

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