Nos veremos en la cumbre, gritaba la portada de un libro clavado en las estanterías de las oficinas y habitualmente, también, en las mesitas de noche de los godínez de antaño; gutierrítos, según el catálogo de etiquetas.

¿Es de a huevo? Debía pensar yo ante esa terrible amenaza de encontrarnos en la cumbre. ¿Por qué? Y veía, entonces, el mismo palabro aquí y allá, en los fraccionamientos de la puteada clase chambeadora: Lomas de cumbres, bautizados así para invocar la altura del éxito, y la negación de las placenteras llanuras de la mediocridad. 

Escuelas así, colegios Cumbres, sitios donde los niños y los adolescentes aprenden a ser enemigos de la satanizada zona de confort. No se queden ahí, mijos, den el extra, no sean como el resto. Como si el resto fuera, de antemano, un hato de cochinada. 

La cumbre, el éxito y su fétida explotación, el sometimiento a un peculiar y humanísimo deseo de ser el number one; la mediocridad y su dorada llanura, el lugar donde la medianía brilla, conforta y baja de la competencia. 

Nos leemos la próxima semana, en las planicies de la mediocridad, con otras Porquerías

Por Antonio Reyes Pompeyo

hago lo que puedo

0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito está vacíoRegresar para ver