
Nos veremos en la cumbre, gritaba la portada de un libro clavado en las estanterÃas de las oficinas y habitualmente, también, en las mesitas de noche de los godÃnez de antaño; gutierrÃtos, según el catálogo de etiquetas.
¿Es de a huevo? DebÃa pensar yo ante esa terrible amenaza de encontrarnos en la cumbre. ¿Por qué? Y veÃa, entonces, el mismo palabro aquà y allá, en los fraccionamientos de la puteada clase chambeadora: Lomas de cumbres, bautizados asà para invocar la altura del éxito, y la negación de las placenteras llanuras de la mediocridad.
Escuelas asÃ, colegios Cumbres, sitios donde los niños y los adolescentes aprenden a ser enemigos de la satanizada zona de confort. No se queden ahÃ, mijos, den el extra, no sean como el resto. Como si el resto fuera, de antemano, un hato de cochinada.
La cumbre, el éxito y su fétida explotación, el sometimiento a un peculiar y humanÃsimo deseo de ser el number one; la mediocridad y su dorada llanura, el lugar donde la medianÃa brilla, conforta y baja de la competencia.
Nos leemos la próxima semana, en las planicies de la mediocridad, con otras PorquerÃas
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