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#EnElÚltimoTrago / Por: Fernando Rubí León

Chilpancingo 27 de agosto de 2021

La mañana abre nebulosa, los efectos de Grace aún se sienten por el Pacifico, acá, en el sur del territorio y Nora nos empieza a llenar de humedad en el litoral. La sensación de bochorno que provoca el vapor que escapa de la tierra mojada agobia en las tempranas horas de la mañana. Así inicia esta andanza que nos lleva a un llano que en esta época del año pinta de verde los matorrales y esconde la inmensa deforestación que han provocado las malas practicas que dominan la agricultura: agroquímicos, herbicidas y fertilizantes. El deterioro de la tierra por el cultivo intenso de la caña de azúcar se palpa.

La Reserva de la Biosfera Sierra de Huatla nos trae la gloria con nubes que nos rescatan del calor y la humedad. La gente de aquí no sabe (ni se pregunta) que la caña de azúcar no es un cultivo propio de América, de nuestra América. Fueron los europeos que trajeron esta siembra junto con los esclavos africanos para que se hicieran cargo de las plantaciones, y si, este acto de invisivilizar el aporte de los africanos es un racismo estructural que perpetuamos sin cuestionar. “Here’s a little somethin’ bout a nigga like me” me viene a la mente cada vez que me encuentro con esta situación. El/la azúcar una de las especias e ingredientes del Asia, que tanto codiciaban los europeos, es el motivo detrás de la globalización que desato la llegada de aquellos navegantes a América.

Doña Emma una maestra rural, en retiro, que vive en medio de la selva cañera ,”Selva verde, selva traga, selva nunca dice na”. Como muchos otros y otras está enamorada de los agaves y del destilado que se obtiene de ellos. Sin dudar afirma que su sueño es rescatar los agaves endémicos y hacer visible la tradición mezcalera de su región.

Cuenta cómo en el inicio padeció esta sociedad machista y misógina, cómo fue tildada de loca por iniciar el cultivo del maguey criollo en su comunidad, cómo una turba de campesinos le sacaron las lagrimas al denostarla y violentarla verbalmente. ¿Qué sabia ella de la tierra?, ¿que tarda mucho?, ¿qué no hay mujeres en el campo? frases llenas de prejuicios e ignorancia, esa misma turba de hombres campesinos que se acobardó para organizarse y luchar por sus derechos, hombres que se esconden detrás de su holgazanería, envidia y falta de compromiso que quieren beneficiarse del trabajo constante y perseverante que ha realizado doña Emma quien, con sus 65 años, solicitó la inscripción de los productores de agave y mezcal de su entidad dentro de la Denominación de Origen del Mezcal.

Las pinceladas que su platica regala nos deja ver la realidad de una mujer en el mundo rural que esta lejos de los reflectores de las ciudades y de los medios, del terciopelo y oropel de los restaurantes que dicen apoyar a las mujeres pero que la han marginado de su carta de destilados.

“Hopin you sophisticated motherfuckers hear what I have to say”

La familia de doña Emma, ella misma, ha sido sujeta de extorsión y amenaza por parte de miembros de la comunidad que han optado por la inmediatez de vivir con todo aquello que según puede mejorar su nivel de vida de acuerdo con la narrativa de las series de la TV, Netflix y redes sociales. La han amenazado de muerte y secuestro, solo por creer que tiene dinero. Amedrentan a vecinos.

La solidaridad de los mexicanos solo brota en los desastres, pero no en la cotidianidad. Se suele idealizar y romantizar el medio rural, y hay muchos elementos para llegar a esa percepción, pero la violencia que viven mujeres y hombres que se dedican a trabajar, a vivir de su esfuerzo, del respeto a la tierra y del amor a la naturaleza, es brutal. Por eso ella es una Generala que ha enfrentado a lo rancio de la nuestra sociedad: prejuicios, dogmas, misoginia y machismo. Nada de eso ha minado su orgullo de haber nacido en la entidad del venerable Atila del Sur.

Doña Emma, mi Generala, es un ejemplo de la gente trabajadora que le gusta lo que hace, que le tiene cariño. Es ejemplo de no rendirse y seguir intentado una y otra vez, esa templanza, fuerza y perseverancia que no hemos sabido valorar. Es parde de esa gente autentica que huye de la hipocresía y apariencia que en muchas ocasiones inunda a el mundo del mezcal. Su habla es sencilla y directa, tal como es en el campo, porque un “chingao” es emotivo y un “a chingar su madre” es entonado con cariño.

Cual combatiente suriana sorbe un trago del mezcal, de su mezcal. Presume el maguey criollo de su región y como es que recorriendo los cerros ha recolectado la semilla para cultivarlos y rescatarlos. Dice: “eso era antes ahora ya no me dejan”.

El caso de doña Emma, la Generala, me recuerda la de Jessie Roberta Cowan, mejor conocida como Rita Taketsuru. La mujer que dirigió los destinos de una de las destilerías más prósperas y famosas de todo Japón. Ojalá algún día se le de el debido reconocimiento a todas las mujeres que hacen suya esta actividad.

Sus mezcales son frescos y sutiles, el sabor del agave criollo se queda impregnado en la garganta y en efecto nos evoca esta humedad bochornosa, perdurable y amable. El aroma de su mezcal es una invitación. Una invitación que no se debe dejar pasar para evitar la sensación de vacío que produce el no haber robado el beso de aquellos labios carnosos, ese beso será fugaz y furtivo pero inolvidable.

La última y nos vamos …

No juzguen a una bebida por la botella, hay botellas muy caras con un contenido sin alma, sin personalidad, sin sustancia. Hay botellas muy sencillas llenas de corazón, de trabajo, de llanto y alegría, de vida. Dejen llevarse por la aventura de degustar el pulque o el mezcal de su región. Disfruten los aromas y sabores que provee la tierra donde viven.

#ConsumeLocal #NoMásRacismo #NiUnaMás

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