POR: HERNÁN GARZA

Hace más de 85 años el Primer Ministro de Portugal, Antonio de Oliveira Salazar, pronunció un famoso discurso en el que explicó la ideología de su gobierno: A las almas desgarradas por la duda y la negatividad del siglo buscamos devolverles el consuelo de las grandes certezas. No discutimos de Dios y la virtud; no discutimos de la Patria y su Historia; no discutimos la autoridad y su prestigio; no discutimos de la familia y su moral; no discutimos la gloria del trabajo y su deber

Con esta narrativa acompañada de censura y represión se contuvo cualquier intento de cambio del pueblo de Portugal durante casi 50 años, hasta la Revolución de los Claveles en abril de 1974. Existe un parecido entre este discurso y la arenga de Janie Orlean interpretada por Merryl Streep en la reciente película No mires para arriba: Mantén la vista en el camino que tienes por delante, agachas la cabeza y pones un pie delante del otro, paso a paso. ¡No mires hacia arriba, no mires hacia arriba!” 

En el filme vemos cómo se polariza la sociedad y sin represión ni censura se logra una parálisis que termina con la destrucción de la vida en el planeta como la conocemos ahora. El director Adam McKay se burla en nuestra cara, mostrando que los humanos hemos perdido la capacidad de organizarnos para salvarnos como especie. Estas narrativas antisistema son indispensables para preservar el status quo.

Ya desde principios de la década de los sesenta Marcuse lo advertía en El hombre unidimensional. Las industrias culturales condicionan a los individuos ahogando el pensamiento crítico al promover los valores del sistema dominante. Bajo una fachada pseudodemocrática se escondía una estructura totalitaria fundamentada en la explotación del hombre por el hombre. 

Una década después Pier Paolo Pasolini(1) veía que el consumo homologaba culturalmente a los países construyendo bajo esta alegre, mundana y socialmente elegida normalidad una nueva forma de fascismo, sometiendo a la sociedad a un sistema cruel de explotación.  

Hacia finales del siglo XX Robert Pfaller y Slavoj Zizek desarrollaron el término interpasividad, un fenómeno de interacción social que deriva de la evolución del consumo pasivo de contenidos; desde las risas enlatadas de la televisión abierta, pasando por transmisiones 24 horas al día del cable y la televisión satelital para evolucionar en plataformas bajo demanda como Netflix hasta llegar a las redes sociales. 

Nos transformarnos en consumidores interpasivos cuando algoritmos complejos reemplazan el trabajo emocional que la interacción social exige. Proveyendo una simulación de la vida social en lugar de la experiencia auténtica y en donde saciamos nuestra inconformidad luchando contra molinos de viento en el ciberespacio pero permaneciendo impasibles ante nuestros problemas existenciales sin entender sus consecuencias.

No mires para arriba es una historia bien contada, divertida, sarcástica, con amplia difusión y con un reparto de primera línea. Por lo anterior se convierte en combustible puro para la interpasividad. Esta es la película antisistema que el sistema utiliza para que depositemos en ella nuestros ímpetus y emociones asegurando que todo siga igual. Quienes empatizan con las causas “progres” del filme van a interactuar frenéticamente en sus redes socio-digitales para refrendar su filiación con los temas con que más se identifiquen. Esto activará los algoritmos de las plataformas(2) para construir un sujeto pasivo que sólo mire lo que se le propone con base en su huella digital.  

¿No valdría la pena recurrir al Poder Popular que proponía el recién desaparecido Tomás Mojarro “El Valedor”? Ejercitar nuestra autogestión colectiva en barrios, colonias y pueblos para desarrollar alternativas que transformen nuestra realidad en beneficio de todos. Digo, mientras todavía sea posible. 

(1) http://www.galaxiagutenberg.com/libros/el-fascismo-de-los-antifascistas/

(2)  Sobre cómo los grandes capitales manipulan el algoritmo de las Redes Sociales para proteger sus intereses y avanzar sus agendas escribí en mi artículo El fenómeno del “niñe” – El Soberano donde hago referencia a la carta de renuncia de la Directora de Opinión Bari Weiss al NYT en 2020 para darnos una idea de las dimensiones que ha tomado esta práctica.

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