DE UN MUNDO RARO / por Miguel Ángel Isidro

“No reírse de nada es cosa de tontos, pero reírse de todo es cosa de estúpidos”, reza una frase atribuida al genio mordaz e inmortal del gran maestro de la comedia Groucho Marx. Y en nuestros días, resulta complicado encontrar buenos motivos para reír.

Vivimos tiempos complejos. De entrada, en estos tiempos pandémicos, resulta un verdadero enigma descifrar los gestos de nuestros interlocutores. Lo que podría entenderse como una sonrisa franca detrás de la inefable mascarilla,  bien podría confundirse con un gesto de desprecio. Así que el único remedio que nos queda es poner mayor atención a las miradas. Y ahí entra otro dilema: hay personas que podrían estar dirigiéndote una dulce mirada al momento de mandarnos ferozmente a la chingada.

El pensamiento humano es cambiante y se afina o distorsiona en función de múltiples factores. Las reglas sociales, los conflictos políticos, la religión y hasta el clima pueden marcar el tono del humor en un tiempo determinado. Sin embargo, en una sociedad elevadamente expuesta a múltiples estímulos emocionales, como en la pomposamente llamada “era de las redes sociales”, nos encontramos cotidianamente con el fenómeno de personas que tratan de ser graciosas y terminan ofendiendo a medio género humano; o también vemos el caso de personajes que pretenden enarbolar un elevado nivel de solemnidad que nos hace perder de vista la delgada línea entre lo sublime y lo ridículo.

Estamos viviendo en la era del empoderamiento de las minorías, lo cual no es necesariamente malo, pero nos obliga a andar con pies de plomo antes de elaborar cualquier chiste o comentario ocurrente. La diversidad sexual, la raza, las preferencias alimenticias y hasta la predilección de ciertas mascotas sobre otras puede encender fervorosos debates en las redes sociales. Sobre las figuras públicas pende permanentemente la espada damocliana de la tristemente célebre “Cultura de la cancelación”.  Antes se daba por sentado que en la casa del jabonero el que no caía resbalaba; en nuestros tiempos, el que resbala paga una elevada factura.

Podríamos pensar que con un mayor acceso a la información, mayores espacios para el debate y una renovada concepción de lo público y lo privado podríamos dar un paso adelante como sociedad, pero lamentablemente, lo que vemos florecer son nuevas formas de intolerancia.

Si trasladamos esta dialéctica al terreno de lo político, vemos con preocupación que muchos de los presuntos simpatizantes del “pensamiento progresista” terminan absorbiendo como por ósmosis formas de pensamiento autoritario.  Se deja de privilegiar el diálogo  (si es que alguna vez existió) y se apuesta por la destrucción del contrario. El asunto ya no es de izquierdas o derechas: se pretende el monopolio de la razón absoluta.

Me llamó poderosamente la atención una declaración emitida por el comediante Carlos Ballarta acerca del panorama de la comedia mexicana, al aseverar que el modelo de humor enarbolado por la televisión comercial prácticamente durante medio siglo afectó en cierta manera la percepción del público sobre la comedia. En las redes provocó una gran controversia el énfasis que Ballarta hizo sobre la figura de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, forjador de un estilo de humorismo ramplón, esquemático y vulgar, que durante años fue atesorado por la televisión mexicana como producto de exportación.

La crítica de Ballarta al modelo acartonado del humor producido hasta el cansancio por la televisión comercial fue certero, pero también habría que decir que sin música no habría baile: el público mexicano ha sido un reiterado consumidor de modelos de humorismo marcados por el mal gusto y una ofensiva simplicidad.

Me tocó ser parte de una generación que descubrió la diversidad musical gracias a la presencia de canales como MTV o TeleHit, y que con el paso de los años vimos a ambas plataformas involucionar a deleznables productoras de “reality shows” de miserable manufactura y de una serie de productos de comedia que explotaron hasta el cansancio el uso del lenguaje altisonante,  el albur de baja estofa y la recreación de estereotipos como elementos del humorismo físico.  Ni para donde hacerse: tanto el modelo gringo como el mexicano demostraron que al público nos entretienen las estupideces.

Pero no nos tomemos las cosas tan a pecho. En realidad si los modelos de humorismo y entretenimiento parecieran haber dado de sí, es porque encuentran una fuerte competencia con la realidad. ¿De qué otra manera entender la presencia de personajes como Gabriel Quadri, Donald Trump, Sarah Palin, Abelina López (la alcaldesa de Acapulco que ésta última semana hizo resucitar la popularidad de Optimus Prime),  Boris Johnson, Alfredo Adame o Gerardo Fernández Noroña en la vida pública?

Una vez más, la realidad rebasa a cualquier parodia. Por lo pronto, cerraremos esta entrega con otra cita del gran Groucho Marx: “El humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente y estoy loco por ella. Algún día averiguaré su significado”.

Twitter: @miguelisidro

SOUNDTRACK PARA LA LECTURA:

Tin Tan y su Carnal Marcelo (México) / “Tiru-Liru-lín”

Ringo Starr (Inglaterra) / “Stop and smell the roses”

La Lupita (México) / “Ja, Ja, Ja”

Los Polivoces (México) / “La Calambrina”

Por miguelaisidro

Periodista independiente radicado en EEUU. Más de 25 años de trayectoria en medios escritos, electrónicos; actividades académicas y servicio público. Busco transformar la Era de la Información en la Era de los Ciudadanos; toda ayuda para éste propósito siempre será bienvenida....

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