
DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro
En los días recientes, se ha suscitado una gran polémica en torno al periodismo y los periodistas en México.
Por un lado, continúa la indignante ola de asesinatos y agresiones en contra de personas dedicadas al periodismo. Dejando de lado las cifras, México sigue cargando con el poco honroso título de ser uno de los países más peligrosos para el ejercicio de la prensa a nivel mundial.
Paralelamente, se cuestionan los alcances del periodismo como medio de discusión de la realidad nacional. Se está generando un peligroso debate sobre los asuntos que debieran merecer el interés periodístico, en una discusión en la que abundan los calificativos y faltan los argumentos.
Seamos honestos: si al menos la mitad de las personas que se quejan y polemizan sobre lo que publican o comentan los periodistas fueran consumidores de noticias, México sería un país muy distinto.
Porque en términos reales, la discusión sobre el periodismo y su papel en la democratización de nuestro país se ha trasladado al terreno siempre fangoso de las preferencias políticas. El problema no es lo que diga o deje de decir la prensa: dependiendo de la filiación de los personajes que intervienen en un hecho noticioso -sobre todo en el terreno político- todo trabajo periodístico se tiende a calificar arbitrariamente como “defensa” o “ataque”.
Cuando se ejerce con apego al método y lejano a intereses propagandísticos o financieros, el periodismo puede llegar a representar una de las máximas expresiones del fenómeno de la comunicación social, sobre todo en los tiempos actuales, en los que el público cuenta con mayores herramientas para hacer patente su postura o respuesta ante un hecho u opinión y así hacer efectivo el cierre del ciclo comunicacional a través de la retroalimentación.
La labor del periodismo no es sólo exponer los hechos; es hilvanar una historia con otra a través de sus resultados o consecuencias. El periodista, por tanto, no sólo hace preguntas: está obligado a exponer respuestas. Y cuando el periodismo pretende ir a fondo no basta con hacer preguntas: está obligado a cuestionar.
Lamentablemente, fuera de nuestras respectivas burbujas de interacción social, el trabajo de las y los periodistas ocupa apenas un segundo plano en el radar de las grandes masas. Diariamente se cuestiona si detrás del trabajo de determinados medios o comunicadores se esconde una agenda ideológica o económica, pero la realidad es que los intereses de la colectividad se encuentran demasiado dispersos.
Pongamos como ejemplo uno de los fenómenos actuales de la comunicación digital: los podcasts. El público mexicano se ha convertido en un ávido consumidor de medios digitales y en éste sentido, éstos productos de audio han alcanzado gran popularidad en nuestro país.
Sin embargo, revisando diversos listados acerca de los podcasts de mayor popularidad en México, es de llamar la atención que varios de los productos más escuchados se remiten a temas de humor, “estilo de vida” (consejos de alimentación, salud, sexualidad etcétera) y entretenimiento. Los programas y series dedicados a información y análisis periodístico aparecen en un segundo plano; muchos de ellos lejanos de los 20 primeros lugares de popularidad.
Es de llamar la atención que mientras que en espacios como You Tube las conferencias matutinas del Presidente Andrés Manuel López Obrador alcanzan altos niveles de audiencia, en el escenario de los podcasts ni siquiera figuran en el panorama. Algunos medios especializados han publicado recuentos contabilizando hasta los 100 podcasts más escuchados en México, y curiosamente, los contenidos generados por el gobierno federal brillan por su audiencia.
Para muchos observadores hubiera parecido obvio que el crecimiento de las plataformas digitales podría implicar un cambio en los hábitos de consumo de las audiencias. Si bien es cierto que hay esfuerzos bastante loables, lo que acontece en plataformas como Netflix nos puede representar un vistazo a una triste realidad: mudamos de un medio a otro… para consumir lo mismo.
La serie número uno en el rank de Netflix en México durante el 2021 fue, ni más ni menos que una telenovela: La reina del sur. Para este año se realizan relanzamientos de otros culebrones provenientes del universo televisivo. El primero de ellos, es la continuación de la telenovela Rebelde, pretendiendo replicar el éxito alcanzado a mediados de la década pasada.
Todo parece indicar que los mexicanos no odiábamos tanto las telenovelas: lo que odiábamos eran los comerciales.
Pero retomando el asunto de las noticias, es de llamar la atención que el auge que alcanzan ciertos programas, podcasts y humoristas que hacen parodia de los temas políticos pondría en evidencia otro aspecto de nuestras tendencias de consumo: nos chocan las noticias, así que preferimos que nos las cuenten como chiste…
Recuerdo que hace algunos años, tuve un episodio curioso al explicarle el fenómeno de Brozo, el personaje de Víctor Trujillo, a un colega extranjero. ¿Un comediante vestido de payaso entrevistando candidatos presidenciales en horario estelar de noticias? México mágico.
El clima dEl clima de polarización social que se vive en México ha puesto al periodismo y a los periodistas bajo el permanente ánimo de caminar sobre hielo muy delgado. Pero quienes encienden estos estériles debates pasan por alto que, más allá de la presente situación política; más allá de los proyectos partidistas y más allá de las ideologías, el periodismo independiente persistirá. Hay vida y país más allá del 2024.
Pésele a quien le pese.
Twitter: @miguelisidro
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